07 septiembre, 2010

La prisión de los espejos (Reseña)

Estamos ante una novela de las que presagian la llegada un gran escritor. “La prisión de los espejos” (Editorial Baile del Sol, 2010) es la apuesta firme y segura de un escritor muy joven Rafael Martín Masot (Granada, 1989) aunque este hecho no debe despistarnos de la historia que cuenta en su novela, urdida con madurez y con una solvencia técnica que dará mucho de qué hablar.
La historia transcurre en la Barcelona moderna y arranca con la entrada en crisis de un joven y exitoso psicólogo Marc Viadiu a partir de la cual se desencadena una trama que no decae a lo largo de las 231 páginas que dura esta trepidante acción.
Se trata de perseguir a la “Organización”, un entramado de empresarios y políticos corruptos a los que por su profesión Marc descubre y quiere chantajear lo cual genera una serie de circunstancias que nos llevan por Barcelona, Zaragoza y Madrid huyendo y persiguiendo, intentando sobrevivir a los todo poderosos tentáculos de la “Organización”.
Pero esta historia no solo nos ofrece acción, es una historia comprometida con la Literatura, con el oficio de escribir una buena novela.
Los personajes de “La prisión de los espejos” están construidos de una manera sólida, en una búsqueda de no solo juntar palabras para decir sino que se toma la molestia de que sus personajes hablen y existan y sean más que excusas disfrazadas de personajes para que digan lo que al autor le venga en gana. En Martín Masot los personajes tiene una vida tan suya que para muchos de nosotros varios de estos personajes se merecen una vida más allá de la prisión de los espejos pero el autor ya nos ha dicho que no va a ser así.
Hay mucha acción emocional en esta novela. Más allá de las explosiones disparos y grandes diálogos de “duros del cine”, esta novela levanta la piel de los personajes y nos permite v re su alma, sus hartazgos vitales, sus deseos de vivir, sus pasiones y su maldad. En el caso de de Marc Viadiu y el de Teresa Muntal esta complejidad y acierto de oficio de escritor llega a cotas muy altas. Asistimos en estos personajes a un desarrollo limpio y ágil de sus psicologías y sus acciones son consecuentes con su temperamento. Todo un acierto.
Las sub-tramas quedan muy bien resueltas, creíbles y llenas de una tensión digna de los mejores thrillers. En este caso la presión a la que se somete a los personajes y la persecución de la verdad son elementos que van llevando adelante la historia que no decae en ningún momento. Entre ese ir y venir un personaje recuerda a otro amigo suyo que sospechosamente se llama igual que el autor. Búsquenlo y disfruten.
Pero una de las grandes virtudes de este narrador es su sutileza y finura a la hora del fraseo en el que consigue un ritmo muy bueno. A pesar de narrarnos una escena de acción, unos disparos o la maldad que supura algún personaje, consigue Rafael Martín Masot que el paladar de los lectores quede satisfecho de muy buenas frases. Lean sino el texto que abre la novela, de un lirismo envolvente.
“La prisión de los espejos” se resuelve de manera sosegada pero les advierto que nada es lo que parece. Ese juego de espejos que se encuentra en el título es una clave que no debe perder el lector. Lo demás es dejarse llevar por una trama que envuelve desde el principio y que no está muy lejos de lo que vivimos en nuestros días.

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