28 octubre, 2008

De la amistad

Decía un viejo filósofo que no existe mejor actividad a la que de dicar la vida que a tener amigos. Ya he comentado que esto de las nuevas tecnólogías vale mucho a pesar de que no entiendo casi nada de estos aparatejos. Internet acerca la memoria y es capaz de sostener los recuerdos de tantos seres humanos (internautas) y repartirlos y compartirlos, queriendo uno o no, con medio mundo. Hoy vi la foto que ilustra este artículo. Sus componentes son las "viejas" glorias de uno de los mejores grupos scout de todos los tiempos (¡que exagerado! pero así es uno cuando recuerda) en Panamá: el grupo 9.
Se reencontraron (como Menudo pero más machos) y se dedicaron a jugar Argolla india y a desempolvar la memoria. Yo no estuve, pero me llamaron por teléfono para echarme de menos y para prometerme que el reencuentro se repetiría. Esa noche de la llamada me puse sentimental y recordé en voz alta, ante la antención emocionada de mi mujer Marga Collazo, tantos buenos momentos vividos con una pañoleta al cuello y las ilusiones en la mirada.
Hoy me encontré con esta foto en un álbum virtual, en el de mi querido Herbert Ureña, grande de la música en América Latina, y me he sentido afortunado por formar parte de una memoria colectiva. Ezequiel Mata (Zeke Mata, al que siempre envidié su manera de jugar al basket) ponía un comentario a la foto: "lo que hacemos por la amistad y la birria...". Y qué bueno que sea así.
Me robaron un libro de mi amigo Pedro Laín Entralgo que se llama "Sobre la amistad". allí Encontré una historia de amistad en tiempos de los griegos que yo había leído con mucho entusiasmo en mi Libro Cuarto de lectura El sembrador (¿se acuerdan?) que era el texto español que teníamos para la clase de lectura en aquel Panamá remoto de mi niñez. La historia es sobre la amistad entre Damón y Pitias. Les dejo como tarea buscar la historia, leerla y preguntarse cada uno cómo quiere a su amigo.
¡Cuanta amistad, cuanta memoria viva! No importa que ya no parezcamos los de entonces (ninguno lo parece), da igual que vivamos en continentes distintos o que ya no seamos tan inocentes como antaño: lo importante es que esos sentimientos nobles entre muchachos no se han extinguido ni por el paso del tiempo ni por lo dureza de la vida. Vuelve a quedar de manifiesto que los griegos tenían razón en esto como en otras cosas: no hay nada mejor que tener amigos y si los conservas mucho mejor.
Pronto nos veremos amigos y cruzaremos memorias y suspenderemos olvidos y volveremos a ser como antaño, aunque sea por unas horas, los muchachos de ayer que saludaban con la mano izquierda sin saber que de ese lado siempre nos podríamos encontrar porque ese es el lado de los recuerdos, del alma, de la vida.