27 febrero, 2020

Martes de Carnaval


Muchos de ustedes también lo escribirán como yo, en mayúsculas, en las crónicas del recuerdo. Porque antes no era cualquier martes --no sé ahora--, pero el Martes de Carnaval era el último gran día de la fiesta: día de gala para reinas, comparsas y público en general, que daba el último empujón de entusiasmo y gozadera.

Pasamos muchos de esos Martes en la Avenida Central, Parquecito de La Cuchilla, mirando pasar los carros alegóricos y las comparsas. El árbol inmenso, de almendro creo, se enseñoreaba frondoso del parquecito y de sus ramas colgaban los más bravos del barrio para ver mejor el desfile, pero mi hermano y yo, cerquita de mamá, terrestres, porque a ella las alturas no le gustaban. Seguir leyendo el artículo aquí.


Artículo publicado en el diario La Prensa, martes 25 de febrero de 2020.

20 febrero, 2020

La inutilidad de las máscaras


Tal y como van las cosas en este país, la próxima jubilación estrella será, sin lugar a duda la de las máscaras, que se van quedando sin trabajo por la caradura de la mayoría de los políticos y demás fauna y flora que puebla nuestras instituciones. De seguir así, ni para los carnavales harán falta las típicas máscaras.

Porque se impone el rigor corrupto, esa nueva facultad del cínico político que, siendo consciente ya sin ambages de su situación y de llevar años ejerciendo con solvencia impune su “negocio” con el dinero del Estado, no teme confesar que sí, que es verdad que se es corrupto, pero lo es al servicio de la patria, logrando así dos cosas: blanquear su clientelismo ladrón y convencer a los ciudadanos de que es por ellos.  Seguir leyendo el artículo, aquí.

Artículo publicado en el diario La Prensa, 18 de febrero de 2020.

11 febrero, 2020

La banalización del malo


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Cuando descubrí “Los miserables” quedé fascinado por Javert, el malo de la novela, el implacable y rencoroso inspector que a pesar de que Jean Valjean le había perdonado la vida, hasta el final quería meterlo preso. Un malo “clásico”, con sus matices de gris, pero un malo.

En esta época de ficcionalización de todo, asistimos al sesgo narrativo que apunta a la banalización del malo como arma de propaganda para las bases de cualquier sistema democrático. La meta está clara: cuanto mejor hagamos parecer a los malos, mejor nos aprovecharemos del sistema y menos malos pareceremos. Así las cosas, Pablo Escobar es tan válido como Nelson Mandela: son personas con valores e intereses por el pueblo, paladines de los más necesitados, son dicen, agentes de transformación social. Seguir leyendo aquí.

Publicado en el diario La Prensa, 11 de febrero de 2020