Tal y como van las cosas en este país, la próxima jubilación
estrella será, sin lugar a duda la de las máscaras, que se van quedando sin
trabajo por la caradura de la mayoría de los políticos y demás fauna y flora
que puebla nuestras instituciones. De seguir así, ni para los carnavales harán
falta las típicas máscaras.
Porque se impone el rigor corrupto, esa nueva
facultad del cínico político que, siendo consciente ya sin ambages de su
situación y de llevar años ejerciendo con solvencia impune su “negocio” con el
dinero del Estado, no teme confesar que sí, que es verdad que se es corrupto,
pero lo es al servicio de la patria, logrando así dos cosas: blanquear su
clientelismo ladrón y convencer a los ciudadanos de que es por ellos. Seguir leyendo el artículo, aquí.
Artículo publicado en el diario La Prensa, 18 de febrero de 2020.
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