Mi hermano Ariel Figueirido, llegó a la iglesia con una
camisa celeste. Unas gotitas como de pintura roja, blanca y azul, moteaban su
hombro. “Estás manchado de patria” le dije, “esos son los colores de la bandera
panameña”. Hicimos bromas y echamos unas risas, pero me quedé con lo de
“manchado de patria”.
¿Cuántos están celebrando a la patria con las manos manchadas de corrupción? ¿Cuántos entusiastas de la ignorancia siguen prefiriendo que nuestra educación se empobrezca? ¿Cuántos prefieren que sigamos cada día más inmersos en la inseguridad? Hay muchos que prefieren vivir manchados de silencio, de inacción y complicidad equidistante. Seguir leyendo el artículo aquí.
Artículo publicado en el diario La Prensa, el martes 16 de noviembre de 2021
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