Nuestras navidades pasadas y presentes se parecen mucho, apenas se notan cambios en los fantasmas. Dan el mismo miedo, cuestan igual, y ya les hemos perdido el respeto y ni siquiera tienen la capacidad de hacernos reflexionar: el hartazgo es tan grande que ya no tememos ni pensamos, total, parece que vivimos en el mismo subdesarrollo, solo que ahora nos oprimen de civil y antes de uniforme verde oliva.
El panorama de las navidades futuras se parece mucho a estas. Nos veremos con los mismos titulares, con los mismos problemas, los mismos empobrecidos, los mismos corruptos. Llevamos en la misma Navidad depauperada años, y nos seguimos comiendo el mismo cuento navideño sin final feliz ni milagro, con la banda sonora de Asalto navideño, con Héctor y Willy cantándonos La Murga, o el Gran Combo diciéndonos, clarividentes, «Tíralos pa’bajo que son un peligro arriba», pero no escuchamos a los profetas de la salsa.
Ojalá esta sea la Navidad en la que de verdad tomemos conciencia de quienes somos y hacia dónde vamos. Deseo que bajo el árbol nos dejen el regalo de un mejor criterio, de más honestidad y menos cinismo. Que el Cristo que nace nos traiga paz y una verdadera transformación como sociedad. Necesitamos más que nunca de un milagro de Navidad.
¡Feliz Navidad! Que la única luz que de verdad puede iluminarnos el camino, nos guíe a la única salida posible de nuestra circunstancia: una renovación de nuestro carácter nacional que deje atrás y para siempre la corrupción y el juega vivo.
Artículo publicado en el diario La Prensa, martes 24 de diciembre de 2024.
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