La libertad de expresión está cada vez más comprometida en Panamá por dos vías: la oficial, que no tolera críticas y rofea cada jueves a los medios, y hace movimientos sospechosos en contra de ciertos agentes de opinión. La otra, la cada vez más evidente mediocridad de los propios medios: programas de opinión autocomplacientes, artículos pésimos, y mucha información de agencias, que sirven un plato frío de noticias enlatadas que indigesta al público, que se presta por su parte al juego peligroso del insulto y la censura: las redes arden de cabezas huecas que son un peligro con miles de seguidores.
Mientras, Panamá solo es noticia por el atraque del Juan Sebastián de Elcano, que esta vez tiene entre sus tripulantes a la princesa Leonor de Borbón, y la reina Letizia (coincidiendo por casualidad con el día de la madre) la fue a visitar. En las imágenes de la televisión pública española, se ve que los llevaron de paseo por Panamá Viejo, y poco más: de nuestra circunstancia y de nuestra parte del relato, no se dice nada, a nadie le importa y nadie quiere hablar más que la paja que se consume dentro del país.
Seguimos ensimismados, creyendo que las viejas gestas mueven la rueda del compromiso democrático: estamos en manos de nostálgicos y desafectos, lo que nos lleva a la mutua desconfianza y al silencio ruidoso que producen las opiniones cruzadas. Al final nadie sabe qué decimos, y eso nos hace sospechosos de estar perdidos.
Artículo publicado en el diario La Prensa, el martes 6 de mayo de 2025.
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