Nos fuimos de librerías mis hijas y yo la otra tarde. Solemos ir a una donde venden libros de segunda mano y allí rebuscamos y encontramos nuestros tesoros. La pequeña encontró una serie de libros donde los monstruos de siempre son amigos y amigables. La mayor, renunció a una novela al encontrar un librito que explica con claridad la Química, que le cuesta un poco. Yo encontré “El cuaderno dorado” de Doris Lessing, que me tiene admirado.
En casa, la mayor se acerca y me enseña todos los libros que tiene de Laura Gallego, su escritora favorita. Son siete por ahora, pero quiere todos y quiere una estantería para tenerlos en orden. Su cuarto se está convirtiendo en una pequeña biblioteca, apéndice feliz de la “nuestra”, la grande. La pequeña quiere toda la colección de los monstruos amigables porque la va a ayudar con sus miedos, porque explica cómo es cada uno. “No se puede amar lo que no se conoce”, dice Ortega y Gasset -pienso-, aunque, sentencia la pequeña, “ya sé que los monstruos no existen, lo pone en los libros”. Nos reímos, pero quiere esos libros por si acaso. Seguir leyendo aquí.
Artículo publicado en la revista Literofilia.
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