03 diciembre, 2025

La pobreza de siempre

Dicen ahora que la pobreza ha crecido en Panamá, como si no fuera culpa de nadie, como si en la palabra «crecimiento» no tuviéramos la clave de la responsabilidad de los sucesivos políticos que ya han tocado el poder, y que ahora se postulan como alternativas a la miseria que nos ha caracterizado desde siempre aunque no queramos oírlo.

Y no digamos nada de los actuales políticos, que llenan de «paja» sus espacios virtuales en redes, sorprendidos hipócritamente con lo que pasa, como si no lleváramos décadas asistiendo con cronicidad preocupante a los mismos retos que ninguno de ellos —ni los de antes—, han podido solventar. Panamá se ha convertido en un país tan predecible, que sus periodistas y opinantes no son capaces más que de señalar lo obvio, renunciando al criterio analítico y a la pedagogía.

«Crecer» implica necesariamente un movimiento orgánico, que en el caso de la pobreza y la desigualdad es obvio. Un palo de mango no crece de la noche a la mañana, es evidente que lo está haciendo, se nota, pero un buen día amanece y nos hacemos los pendejos, «¡quien puso aquí este palo de mango¡», cuando hemos estado día tras día asistiendo con indiferencia a su crecimiento.

Nos encanta celebrar la pobreza de siempre, y a veces queremos hacerla desaparecer, como el alcalde capitalino con los biencuidaos y sintecho, protagonistas de la pobreza, junto con las largas filas de desempleados y compradores de limosna en ferias de alimentos baratos, todo para que el pobre lo siga siendo, y en nombre de ellos vender la idea de que solo la mina nos salvará de la pobreza que hemos creado, imponiéndola a los que tienen necesidad y secuestrando el criterio sobre el tema por vía del hambre.

Falta criterio y pedagogía, hace falta reconocer que, con mina o sin mina, a los pobres siempre los tendremos, porque a muchos en este país les conviene que así el mayor tiempo posible.

Artículo publicado en el diario La Prensa, el martes 2 de diciembre de 2025.