17 junio, 2010

Dublinesca (Reseña)

La vuelta de Enrique Vila-Matas a la novela, como viene siendo costumbre, se convierte en todo un acontecimiento literario y cultural. La expectación se desata y todos sus lectores como locos, o convertidos en libros, van a las librarías para compara su última obra en la que esta vez el protagonista es un editor y para darle más morbo al asunto el cambio de editorial desde su habitual Anagrama a Seix Barral dispara todos los mentideros literarios.
Pero “Dublinesca” (Seix Barral, 2010) no es una venganza ni un ajuste de cuentas, pierdan cuidado, es Vila-Matas en estado puro, pura novela, ficción, literatura, pura vida. Una obra que dentro de la trayectoria solvente de Vila-Matas marca un antes y un después ya que a todos nos afecta un cambio de editorial, de médico y hasta de libreta para escribir. Es esta una obra de una envergadura formal y existencial muy distinta y diremos de mayor calado que sus anteriores novelas sin desmerecerlas, sin empañarlas, una novela que demuestra que el escritor sigue creciendo, sigue madurando en su oficio.
Samuel Riba es el último de una estirpe de editores de raza que se ve acorralado por los años y su retirada del mundo editorial, entre la grisura de su carácter y su existencia atormentada y sobria porque el alcohol le mantenía templado para tomar las decisiones que le ayudaron a crear su catalogo editorial lleno de prestigio y buen oficio.
Pero ahora Samuel está retirado, sobrio y con una mujer a la que no quiere fallar y que se quiere hacer budista. Una conversación con sus padres le pone sobre la pista de Dublín, un sueño se lo confirma y sus ganas de celebrar un funeral por la era Gutenberg lo lleva hasta aquella ciudad para hacerlo pero no lo hará solo: se buscará a un grupo de personajes que recuerda directamente a la novela irlandesa por excelencia: “Ulises” de James Joyce.

“Dublinesca” es una novela que aparte de contarnos la historia de Riba es un homenaje a esa gran novela del siglo XX que es “Ulises” que es una presencia constante en la novela como si de un personaje más se tratara. Todo es muy irlandés, todo es muy joyceano y nos encontramos con saberes, pareceres y otras sentencias muy libres sobre la interpretación de la obra de Joyce desde la perspectiva de un lector en decadencia vital. Los personajes se van poco poco convirtiendo en los personajes de Joyce, poco a poco se van convirtiendo en personajes del propio Riba que va dibujando su propia historia a lo “Ulises”, que va cogiendo impulso para dar lo que llama “el salto inglés”.
Riba, luego de haber leído de todo, bueno y malo, metido en esta etapa existencial, se lee a sí mismo como un texto denso, oscuro, lleno de pasajes oníricos y metaliterarios (aunque la metaliteratura no exista) que le hacen cuestionarse su existencia en términos de ficción o no. Surgen en ese ir y venir de citas de libros y autores (Eliott, Beckett, Vilém Vok y hasta el pintor Edward Hopper) las famosas casualidades literarias, el azar austeriano (Auster hace un pequeño cameo en la novela).
Libro denso este “Dublinesca”, toma su título de un poema de Philip Larkin (poema que Riba lee en el funeral por la era Gutenberg), merece mucho la pena el trabajo de lectura paciente. Es una novela llena de guiños a otros libros, guiños que van creando una secuencia azarosa de posibilidades de lectura y comprensión de la historia que permite que juguemos por más tiempo con el artefacto literario que es esta novela.
Es también una lectura crítica del mundo editorial, de los cambios que ha sufrido, de lo diferente que es todo ahora en el mundo de la edición. En un momento de la novela (páginas 297-298) a Riba se le quiere hacer un homenaje que preparan tres editores de nuevo cuño, de ideas y fundamentos distintos que me parecen ser los tres tipos básicos de muchos editores de hoy día. Busquen, lean y sorpréndanse, o no.
De los últimos libros de Vila-Matas este me parece uno de los más poéticos. La prosa sobre todo hacia la parte final, surge como poesía, es de una factura hermosa y precisa que atrae a las emociones pero sin desbordarlas. Dada la cercanía de la propia ruina, Riba va adquiriendo una voz más rica y melódica, va caminando hacia la luz por decirlo de alguna manera, hacia un réquiem por su propia existencia, hacia su comienzo final.
“Dublinesca” es un canto a la gran literatura, a las obsesiones que de ésta heredamos y nos persiguen por doquier, y es también el relato de un hombre que encuentra en la celebración del final un principio por el que seguir. Una brillante historia de la grisura y de los tormentos y de lo difícil que es comenzar la vida o continuarla cuando dejamos de hacer lo que más nos gusta. Una retrato de un hombre que seremos todos algún día, tarde o temprano, y que invita a la risa y a la melancolía a partes iguales transformándonos una vez más en libros, despertando en nosotros las muchas letras que amenazan con hacernos perder la razón y hasta la locura.

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