Hace años decidí escribir 20 de Diciembre con mayúsculas. La
magnitud de aquella tragedia lo exige como una muestra gráfica del dolor
enconado en el alma desde aquel 1989, en que el ejército de los Estados Unidos
nos robó para siempre la minúscula del diciembre navideño.
También escribo Invasión con mayúsculas y sin la atención de las comillas: la i se yergue hacia el cielo invocando con fe gastada una protesta por los días que se suceden sin justicia ni reparo alguno. La ortografía como un acto de protesta, como una invitación a la pregunta para tener motivos para la pedagogía, para no dejar caer en el olvido aquel diciembre transformado en una honda expectación de sombras. Seguir leyendo el artículo aquí.
Artículo publicado en el diario La Prensa, el martes 21 de diciembre de 2021
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