25 noviembre, 2025

La víctima y el verdugo

Lo que el legítimo presidente de la república dijo en Costa Rica es de un cinismo alarmante, de arrogancia de boquisuelto, porque amenazar con prender un país es perverso, pero peor es ir de víctima cuando en el fondo siempre fue verdugo. Las reacciones exageradas de unos y otros dejan muy claro el problema de fondo de este país: a muchos no les importa el criterio, los hechos ni la defensa de las instituciones.

Mulino llegó de prestado a la candidatura presidencial, no se lo esperaba, o formó parte del complot para dejar por fuera a su parcero de fórmula, lo que él negará, pero lo cierto es que llegó a Las Garzas por la puerta de atrás, con el impulso de los «martineliers», que se esperaban del faltón arrogante otra manera de hacer las cosas de cara a su presi, porque él iba de vice, pero ahora cree no necesitar uno, como si la constitución no dijera nada al respecto, pero, según él, es víctima.

Exagerar sobre el estado de la democracia es una forma de mentira peligrosa, porque exacerba ánimos, pervierte verdades e invita a dudar de esta en favor de autocracias que garantizan cierta seguridad pagada con la libertad, un precio muy alto para cualquier sociedad. Si tan capaz era de prender por los cuatro costados este país, ¿por qué no es capaz de pacificarlo por las mismas vías? Así se demuestra que es verdugo en el fondo, que prefiere ver arder el país porque no es capaz de darle estabilidad.

«Vencerá, pero no convencerá», dijo Unamuno, a menos que construya la paz social. El verdadero poder no se demuestra por nuestra capacidad de destruir, sino por la de construir, y eso solo se puede hacer de dos maneras: por la vía de la honestidad de las instituciones, o por clientelismo, que es la vía que prefieren los verdugos, la que se usa hoy día para garantizarse un respaldo que no tiene a pesar de todo.

Artículo publicado en el dirio La Prensa, el martes 25 de noviembre de 2025

  

16 noviembre, 2025

Bienal de Venecia 2026: Una convocatoria que no cumplió sus propias reglas

por Emiliano Pardo-Tristán (Compositor y escritor panameño


La propuesta escogida para representar a Panamá en la Bienal de Venecia 2026, no es completamente panameña. Según las bases de la convocatoria la artitsta serbia, Iva Jankovic, no debió participar, ni como proponente principal ni como colaboradora, poque la convocatoria era para "artistas panameños o residentes en Panamá". El proceso de elección deja interrogantes sobre la transparencia que tanto enfatizó el comité organizador: ¿En qué́ momento deciden transgredir las bases sobre la nacionalidad de los participantes? ¿Por qué́ cambiaron al jurado? ¿Qué pasó con los jurados Paula Piedra Mora de Costa Rica y Julia Morandeira Arrizabalaga de España? ¿Qué propuestas fueron finalistas? ¿Conocerán los participantes los argumentos del fallo de cada jurado?

En ningún momento se dijo que se podía concursar con artistas de otros países, por lo tanto se violan las bases de la Convocatoria. Las bases dicen muy claro en el primer párrafo de la Convocatoria, y lo reafirmó el comité organizador en la Sesión Informativa por Zoom, que era una convocatoria "COMPLETAMENTE abierta a artistas panameños". Esto descalifica a la artista serbia Iva Jankovic y al proyecto elegido. El dúo seleccionado, "Los Mensajeros del Sol", compuesto por Antonio José Guzmán e Iva Jankovic, es un dúo panameño/serbio. De haber sido las bases transparentes, los artistas panameños jóvenes a los que se les hizo creer que podían concursar porque tomarían en cuenta su creatividad, hubieran tenido mejor opción de estar en la Bienal de haber concursado junto a artistas extranjeros de más renombre.

Abrir en Panamá una convocatoria donde se pide tener "una trayectoria artística consolidada" y que los participantes "cuenten con experiencia comprobable en exposiciones de relevancia nacional o internacional", descarta a por lo menos 80 de las 89 propuestas recibidas. Es una broma vanagloriarse con la participación de 89 proyectos, porque son muy pocos los artistas panameños cualificados para este llamado. La convocatoria está hecha para artistas que se han formado en el extranjero, porque en Panamá no existen instituciones académicas que eduquen en arte de vanguardia. Panamá es un país en el que todavía no se utilizan modelos desnudos en las escuelas de bellas artes, por recato, mojigatería o por la razón que sea. Un país en donde, en pleno siglo XXI, no existen las carreras de composición musical ni de dirección orquestal; sin embargo, hace poco el Ministerio de Cultura organizó un concurso para encontrar al nuevo director titular de la Orquesta Sinfónica Nacional que obviamente quedó desierto. Nos guste o no, Panamá es un país que se ha saltado casi todo lo que vale y pesa en arte vanguardista desde el siglo pasado.

Los participantes rechazados ahora son un número para las estadísticas de la convocatoria que resonarán impactantes en todos los medios: "Tuvimos 89 propuestas". La verdad es que si 88 de las 89 propuestas fueron descartadas, la convocatoria fue un desastre. Por la transparencia que tanto pregonaron, deben publicar el fallo firmado por el jurado, en donde explican los criterios por los que deciden, por unanimidad (si así fue), escoger a un dúo serbio/panameño para representar a Panamá en Venecia y no considerar, ni siquiera de finalistas, algunos de los 88 proyectos restantes. Sin esto, no hay transparencia y el resultado parece amañado y preconcebido.

Si en realidad quieren exportar lo que tiene de creativo e innovador el arte panameño, entonces hay que ser más inclusivos. La curaduría pudo armar un Pabellón en el que dialogaran los trabajos de artistas emergentes con los de artistas más experimentados, utilizando géneros diversos y técnicas contemporáneas. Seleccionar un único proyecto artístico, mitad panameño/mitad serbio, no evidencia lo que el país desde su geografía o desde la diáspora puede mostrarle al mundo.

Artículo publicado en el digital del diario La Prensa, el viernes14 de noviembre de 2025.

04 noviembre, 2025

De espaldas a la tribuna

Después del asesinato de Hugo Spadafora, la dictadura de Noriega, heredera de la dictablanda de Torrijos («dicta» es la clave, que nadie se engañe), entró en caída libre. En 1985, la ciudadanía era valiente: los estudiantes que desfilaban, a la altura de la tribuna de autoridades, decidieron dar la espalda al «presidente» y otros pasar corriendo delante de la representación política de un estado dictatorial corrupto.

No es ninguna locura, en estas fiestas tricolor, crónicas y de rebusca, volver a la valentía de antaño: dar la espalda a un presidente legítimo, democrático, pero que ha perdido todo contacto con la realidad ciudadana, que con un 34% legítimo es de los menos queridos. Sería una buena lección para el hombre que rofea cada jueves, autoritario y faltón, que nos señala chabacano y pedante el lugar de la lengua, dejarlo solo y sin desfile: lo que quiere es el baño de pueblo.

Tenemos que dar la espalda a un gobierno servil, que permite al embajador estadounidense participar de la vida pública y política del país como si fuese un nuevo virrey; que insiste en dejar caer la educación a todos los niveles; que no enfrenta con entereza radical y honesta la corrupción; que persiste en su nepotismo velado; un gobierno sin una política cultural rigurosa; que pretende actuar como si el pasado no existiera, con un mesianismo encarnado en un presidente que ya compite con todos los malos expresidentes, y tiene cuatro años para dejarlos muy atrás.

Si tuviéramos un mínimo interés ciudadano, le daríamos la espalda a la tribuna, o nos quedaríamos en casa celebrando la patria con honestidad activa, pero no, hemos entrado en el ciclo de fin de año: fiestas patrias, día de la madre y Navidad, verano, carnavales y ya veremos el año que viene en marzo si las escuelas se caen o no, si las pintan o no. Mientras, bandas y batuteras deleitando a un gobierno que no es la patria.

Artículo publicado el martes 4 de noviembre de 2025, día de los Símbolos Patrios, en el diario La Prensa.