31 diciembre, 2008

El año que viene, más

Se acaba el 2008. Muchas imágenes se quedan en la retina y la sensación que nos queda es de una cierta nostalgia de lo pasado, un cierto regusto de tristeza. El año se cierra con las imágenes de los ataques israelíes contra los palestinos. Me gustaría que los que mueren en territorio israelí también salieran más en televisión, que hubiera un debate sobre el tema, amplio, serio, sin las demagogias de unos y de otros.
Me gustaría el año que viene no leer tanta paja (evitaré escribirla) sobre la política española y la panameña. Los gringos nos invadieron, nos dieron duro en una “Causa injusta”, pero nadie, superado el trauma, recuerda las dictaduras militares ni los que murieron en ellas. Gobierna en Panamá un partido fundado por un dictador (que decía que lo suyo era una dictablanda) y la candidata del partido es una ex-colaboradora de Noriega.
Me gustaría el año que viene no escuchar tanta política de salón, tanto modelo fantasma de financiación autonómica y me gustaría ver a los que nos gobiernan pegándose con los bancos para que las hipotecas bajen.
El año que viene me gustaría ver como Obama gobierna y no decepciona a tantos alrededor del mundo que le tienen por una suerte de redentor populista a escala global. Tanta ingenuidad con la política de Estados Unidos es lo que tiene a los demagogos (de derechas o de izquierdas) siempre en el poder, chupándoles la sangre a los pobres.
Me gustaría ver como en Panamá los "intelectuales" leen un poco más y dejan de mirarse el ombligo para escuchar al casi millón de panameños que son pobres según los últimos datos. Escriben artículos sesudos, firmando con cinco o seis títulos (son escritores, abogados, artistas y más cosas para sacudirse los complejos cuando lo que de verdad les falta es honestidad, rigor y criterio que no debe confundirse con la opinión que ni es siempre respetable ni siempre es válida.
Me gustaría que ETA dejara su sinrazón asesina y que los políticos en bloque le echen bemoles al asunto y les dejen en la cárcel, los echen de los ayuntamientos y les persigan hasta Irlanda si hace falta.
Sé que soy muy ingenuo, que estas cosas no serán pero nada se pierde por soñar, por eso escribimos novelas y cuentos, para ensayar otras circinstancias y ver sus posbles resoluciones. Sé que como alguien me dijo hace años "la balsa de la humanidad se hundirá por el peso de los imbéciles", pero no me resisto a dejar de intentar no ser imbécil y no permitir que otros lo sean.
En su magnífico ensayo “La inteligencia fracasada: Teoría y práctica de la estupidez humana” José Antonio Marina nos advierte: el relativismo extremo arma una trampa social. Se ha extendido la idea de que es un síntoma de progresismo político, y que la equivalencia de todas las opiniones es el fundamento de la democracia, creencia absolutamente imbécil y contradictoria.
Desde aquí arrancaremos el año en los senderos, replicándoles a los relativistas absurdos y a los acomplejados intelectuales con un solo propósito: que abandonen las opiniones pachangueras y populares y abracen el criterio que siempre es mejor. Yo intentaré hacer lo mismo.
Feliz 2009.

27 diciembre, 2008

Delirio

Ausencia. Sí de esta bitácora que es ventana también y además es escuela, lúdico patio literario y muchas veces asombro.
Delirio por escribir y nada más. Sería un buen diagnóstico aunque no suene al mismo delito aquel de Guillermo Cabrera Infante que ya todos conocen. Me alejo estas semanas y la frecuentaré un poco menos estos meses porque estoy atrapado por el delirio de la escritura, que no sé a que puerto me va a llevar, pero prefiero viajar a quedarme en alta mar. Para el 2009, que se nos viene encima con sus sones de crisis y sus historias de estrecheces y heroísmos, espero que algo ocurra. Espero como la gestante parir un hijo y esta metáfora no está muy lejos de mi realidad hoy.
Delirium tremens, tremendo delirio me entró y a ver por dónde salen las letras y a dónde me arrastran estas mujeres literarias y posibles que me llevan por las calles de sus amarguras aunque saben que no podrán acabar conmigo.

24 diciembre, 2008

Deseos de Navidad

Es el momento de expresar deseos. La Navidad para casi todos es eso, un expresar, porque la mayoría de las veces esos deseos no se materializan. Por ejemplo, yo deseo escribir como el recién fallecido Francisco Casavella y ya ven, sigo aquí, dándole al blogueo, a ver si depuro estilo y oficio y salgo de la frustrante falta de talento ¡pobre de mí!
Pero en serio, es el momento de formular deseos. Deseo que pronto mi gente deje padecer populismos castrantes y pseudo democracias. Que el que siempre ha vivido en crisis deje de hacerlo y los que en mi tierra se reparten la plata recuerden de pronto que son mortales, (como Scrooge en el cuento de Dickens) y que muchos a su alrededor mueren ya de miseria.
Que el mundo lea más. La Biblia, el Quijote, Los Miserables, los cuentos de Enrique Jaramillo-Levi, Carlos Wynter y los poemas de Salvador Medina y de Javier Alvarado. Que mi gente se enamore de los viejos textos y que den paso con buen criterio a los nuevos.
Deseo que los niños de mi tierra crezcan sin ver tanta violencia, que sus infancias estén limpias de tristezas innecesarias y llenas de fantasías y cuentos. Que vivan en la armonía de hogares donde no les falte trabajo, casa y cultura. Que cuando crezcan miren hacia atrás sin rencor, sin lástima y sin una perspectiva traumatizada de su tierra.
Que los jóvenes reconozcan el tan ansiado futuro, eso deseo también, y que cuando lo tengan en sus manos no se sientan engañados como tantos antes que ellos. Que sus educadores sean gente que ame lo que hace como me pasó a mí hace tantos años atrás.
Deseo que la Paz por fin se haga una casa en Panamá y no se mueva de allí jamás. Que aquellos que tanto han padecido este año sean sus vecinos y la Paz les ayude a olvidar tanta tragedia y tanta cosa triste.
Deseo que mis hijos que viven lejos de mi tierra crezcan amándola, viéndola crecer y hacerse una sociedad sólida, con criterio, llena de cultura, competitiva y de verdad equilibrada en el reparto de sus riquezas. Que veamos un Panamá que se levanta firme ante las injusticias que se cometen contra ella, que la distancia no arrugue ni el cariño por el terruño, ni la buena disposición a señalar los fallos cuando se produzcan.
Me voy a cenar. La noche buena sabe diferente en Madrid aunque los años no pesan sobre el recuerdo de las navidades de mi infancia, del sabor de los tamales o de la ensalada de papas y el “jamón”, de la brisita en Calidonia cuando bajábamos a felicitar a los vecinos, en aquel Panamá que era tan distinto al de hoy.
Desde Madrid, feliz Navidad y bendiciones.

18 diciembre, 2008

Francisco Casavella, in memoriam

Tengo una vieja superstición literaria que corroboran escritores como Enrique Vila-Matas y Paul Auster entre otros, y es que muchas de las cosas que escribimos se entremezclan con la realidad sorprendiéndonos. Me refiero a esas cosas que lees o que escribes, pura ficción, mucha verosimilitud, pero que cuando te las encuentras por la calle te sorprenden. Como ya escribí en su día en Vila-Matas perseguidor, las casualidades literarias existen.
David Arroyo, mi amigo de fatigas, me prestó a mediados de este año una novela: el premio Nadal 2008 que firma Francisco Casavella: Lo que sé de los vampiros, “buenísima” me dijo y cuando él lo dice es porque es verdad. Comencé a leerla pero me reclamaron con urgencia creativa otros deberes literarios como escribir. Su arranque es magistral sobre todo la frase puesta en boca del Rey Federico de Prusia, espetada a uno de sus oficiales que parece recular para escapar de la batalla: “¿Te crees que vas a vivir eternamente soperro?”. De “la Voz del Destino, el Martillo del Tiempo” califica Casavella las palabras y la voz del Rey. Contesté en su día que no, que no me creo eterno sin remilgos, sin apegos terrenales. No soy eterno. Yo también soy un oficial de tantos, como dice el barcelonés en su novela.
Ayer puse punto y final a mi última novela. En ella el personaje principal, que es escritor y que para nada es mi alter ego, se queda sólo en su casa. Su mujer lo ha dejado porque no soporta más su obsesión literaria. Este se dispone a escuchar el veredicto del premio Nadal 2008. Este es el fragmento: “El día de Reyes lo pasé solo en casa y por la noche desprecié al ganador del premio Nadal, como todos los años, a pesar de ser Francisco Casavella que me gustaba mucho. Lo qué sé de los vampiros, el título sonaba a buena novela, a historia bien trazada”.
Incluí ayer este dato por motivos de temporalidad de la novela y para sujetarla a eventos reales. Mi personaje es un escritor que vive con pasión la literatura y sigue con atención el mundillo literario. Esto fue ayer por la mañana y eché mano a la novela de Casavella y volví a leer el arranque y la dedicatoria a su padre recién fallecido.
Hoy por la mañana la noticia me llega por correo electrónico: Francisco Casavella nos ha dejado a los 45 años de edad, en pleno uso de sus facultades literarias, en plena efervescencia de su talento. Se retiraba, ordenador en mano por largas temporadas a escribir y luego se dejaba caer por Barcelona para estar con su gente. Escritor de los barrios barceloneses, El triunfo, novela de 1990 nos sumerge en la vida y milagros del El Raval y el Paralelo. Su escritura ágil te lleva como si de una película se tratara a conocer la fauna y flora de aquellos pagos. Me recuerda siempre a mi barrio panameño, con sus hampas, sus sueños y sus motes.
Me sorprende que lo haya evocado el día de su muerte, que haya pensado en él cuando se enfrentaba a su última jornada. Vive ya en el Olimpo de los escritores, en la memoria de sus lectores y en la eternidad de su escritura. Mi pequeño homenaje sin querer sólo es un pretexto para recomendar a un escritor de raza que ahora vive en mi novela aun que no le hacía falta casa literaria. Mi admiración a su talento y me sumo a la tristeza de su pérdida.

08 diciembre, 2008

Lejos de mamá

Han pasado 18 años desde la última vez que estuve cerca de mamá el día de las madres y la ausencia este día me pesa cada vez más y se me hace más honda la pena. Los que vivimos lejos de la patria tenemos que convivir con una doble tristeza anual: que se celebre en distinta fecha el día de las madres (en España, donde vivo, en mayo, por ejemplo) y que cuando lo celebra Panamá no estamos allí. En mayo siempre echo de menos a mamá y a veces la he llamado, “por hablar”, pretexto, pero en realidad quiero escuchar su voz cuando todos a mi alrededor homenajean a la suya. Pero llega el inevitable diciembre, que por cotidiano y repetido no deja de ser menos triste, y llega el día de la madre. Ando nervioso los tres o cuatro días antes y lamento que otra vez la vida, la economía, la realidad, no me hayan permitido, un año más, estar cerca de mi viejita, de la mujer que me dio la vida hace ya tantos años. Entonces levanto el teléfono y con un nudo en la garganta que disimulo más o menos bien pregunto, al escuchar su voz tan conocida, tan mía, ¿cómo está la mamá más bonita del mundo? Ella se alegra como si no se lo esperara aunque sé que está al lado del teléfono esperando esa llamada para escuchar del hijo que vive lejos: feliz día mamá. Y ése es el regalo.
Ni flores, ni regalitos, ni tarjetitas (no encontraría en todo Madrid una para las madres en diciembre): mamá quiere escuchar la voz de su hijo, de su primer hijo, de aquel que inauguró la ilusión y que se completó con la llegada de mi hermano. Entonces, esa negrita buena, ese tesoro que uno tanto echa de menos en tantos momentos difíciles, completa su alegría, completa su gozo al calor del cariño de los nietos y del hijo que tiene cerca en Panamá. Una llamada, la voz del hijo, el amor que se rinde una vez más a la evidencia de que sin ella no seríamos nada.
A todos los panameños que viven lejos, a los que tienen a su madre en el terruño bregando con la vida cotidiana de nuestra tierra, a todos ellos, mi más sentido abrazo allí donde estén. Mis lágrimas en la distancia se funden con las suyas, en un llanto sereno, en un llanto feliz, que sólo es evidencia del profundo amor que sentimos por ellas, de lo niños que seguimos siendo.
Hoy mamá no te sientas triste, no sientas la distancia, ni el tiempo: siente el amor, rotundo, completo en todas sus dimensiones, del hijo que te ama. Dios mediante el año que viene estaremos juntos, quizá, o mañana o un buen día de estos mamá porque, ya lo sabemos, todos los días son un buen día para celebrar la alegría de ser hijos y la bendición que es tener una madre cerca, lejos, o en el recuerdo.

07 diciembre, 2008

Escritores y lectores

Ahora que está tan de moda el Ché dicen que decía que un pueblo que no sabe leer ni escribir es un pueblo al que se puede engañar fácilmente. Bueno, a medias esto es cierto porque, cuántos países felices se jactan de tanta educación y de tanta alfabetización y cuando el proletariado decide leer resulta que son sediciosos por leer lo que está fuera del control del partido de turno. No hay nada peor que el analfabetismo funcional, que la lobotomización social en lo que respecta a la búsqueda de las propias lecturas.
Estamos vendiendo a nuestros jóvenes sueños deportivos, sueños del faranduleo y fama que sólo cumplirán unos pocos. No estamos dándoles libros lecturas, espacios de libertad intelectual para que caminen por los senderos sinuosos de la realidad.
Cualquier iniciativa a favor del libro o la lectura es tomada por los políticos como una nueva oportunidad de hacerse una foto y no se toman en serio las necesidades de todos. Peor aún es que muchos panameños se tomen la lectura como una identidad de clase, como si sólo los ricos tuvieran derecho a la cultura.
Los escritores viven por encima de la indiferencia y hacen su trabajo por vocación, pero la indiferencia con la que es tratada su obra sólo pone de manifiesto los síntomas de un mal peor. Pero aun así, escribir nos merece la alegría. Cuando una sociedad da la espalda a la Literatura demuestra que está dando pasos hacia su ruina. Las proezas deportivas logradas no han contribuido en absoluto al progreso de éste país, simple y llanamente entretienen al panameño. La trampa está en el propio vocablo “entretener”. Entretenernos de la resolución de nuestro presente y de la construcción de un futuro. A ver si vamos a tener que quedarnos ciegos como Woody Allen en “Un final made in Hollywood” para apreciar la belleza literaria que tenemos y disfrutar del rico manantial de palabras que puede renovar nuestro aliento en esa búsqueda de futuro.

05 diciembre, 2008

Lectores como termitas

Me ha sorprendido gratamente la noticia. Resulta que las mandíbulas más rápidas y voraces del reino animal son las de unas termitas panameñas. Sí: vamos a la vanguardia en lo que a termitas se refiere. El estudio lo han realizado en la Universidad de Florida y dicen que su velocidad de mordedura es de ¡setenta metros por segundo! Las termitas tienen fama de devorar grandes cantidades de madera pero estas nuestras lo hacen a velocidades supersónicas. Increíble. Casi podríamos construir una fábula con lo hasta aquí dicho pero hay más. El artículo que reseña el estudio de las termitas paisanas dice que “la naturaleza ha vuelto a demostrar su sabiduría al dotar a las termitas de Panamá con estas rápidas mandíbulas, ya que tienen poco tiempo que perder y poco espacio en el que moverse, por lo que su ataque debe ser tremendamente efectivo contra cualquier tipo de enemigo o invasor de su nido”.
¿No es cierto parece que la naturaleza nos hace una sociedad a escala y nos avisa de cuales son nuestras alternativas? Tenemos que atacar con eficacia al enemigo, la ignorancia, hincándole el diente a la buena Literatura, a los libros de nuestros autores que son muchos y muchos son muy buenos. Tenemos poco tiempo que perder y un margen de maniobra estrecho. La ignorancia ni es un enemigo exclusivo de los más desfavorecidos ni la Cultura, y en ella la Literatura, es patrimonio de los que pueden comprar libros o de los que los escriben. Debemos abandonar el complejo ese de que la Cultura es para los ricos o para los políticos pero no para nosotros. Si bien es cierto que nuestra sociedad tiene otras necesidades más importantes, no lo es menos que soslayando nuestra necesidad de más cultura, de más educación, de más libros, no estamos haciéndole ningún favor a nuestra tierra.
¿Qué haremos con nuestras termitas y su ejemplo? Espero que las instituciones no cojan el insecticida y se dediquen a matar a nuestras paisanas so pretexto de que se lo van a comer todo dejándoles a ellos en evidencia. No estaría mal que les diésemos a nuestras termitas una medalla al merito natural y que nosotros tomáramos ejemplo de tan ilustres compatriotas. El próximo lema de la campaña de fomento de la lectura deberá ser lectores como termitas y la mascota, obviamente una termita devorando un libro. ¿Aceptan el reto de la naturaleza?

04 diciembre, 2008

Locos y asesinos

Todos a una. ETA no podrá contra nosotros. Como dijimos hace tiempo: tendrán que matarnos a todos. Resistiremos, pero no como dijo hoy Xavier Arzallus (ese que recogía las nueces del árbol que agita ETA) "no con policías de Rubalcaba". Resistiremos persiguiéndoles, metiéndoles en la cárcel. Incluso al señor Arzallus si hace falta. Basta ya de hipocresías. Necesitamos del valor de todos los españoles (y los vascos los son) para acabar con esta lacra.
Tenemos que despertarnos, acorralar a los terroristas, cerrarles las vías, sacarlos de los Ayuntamientos con mano firme y sin complejos. Nuestros políticos están perdiendo la gallardía que al pueblo le sobra.
Mientras los etarras matan con saña, de manera cobarde. Es increíble que en su locura quieran estos asesinos aislar al país vasco. Quienes apoyan a estos radicales tienen dos vías: la cárcel o el psiquiátrico porque es de locos estar de acuerdo con semejante barbaridad. Estamos juntos en esto. A todos nos han matado ayer.

03 diciembre, 2008

La frase del Che

"Permitidme que diga, aun a riesgo de parecer ridículo, que el verdadero revolucionario se guía por grandes sentimientos de amor".
CHE, Ernesto Guevara.
No, ridículo no, peligroso. Lo que sucede es que, como dice otra frase: "hay amores que matan". Los sentimientos de un hombre son difícilmente exportables más allá del ámbito, como mucho, doméstico. Cuando el amor ha de imponerse a tiros, a sangre y fuego, ya deja de ser amor y se convierte en pensamiento único, en terror y, muchas veces, en muerte. Sobre todo muerte de la libertad y de la verdad. No me fío mucho de aquellos que quieren esconder sus ideas tras el amor. Porque nos aman, nos harán sufrir y llorar. Nos pegaran, nos dirán que guardemos silencio y cuando levanten la mano no sabremos si es para descargar un bofetón o una caricia. Entonces el amor que nos inspiraban se convertirá en miedo y desearemos escapar o que nos maten pero ya no querremos que nos amen más.

24 noviembre, 2008

Serenidad

Se infunde, se pierde, se desea. Es de esas sensaciones que todos deseamos tener a mano por lo menos una vez al día. La locura de la vida y su vértigo de hostilidades y problemas que resolver, nos minan la serenidad llevándonos al borde de la desesperación. Nos hostilizamos, no hacemos toscos y la rabia contenida termina por robarnos el sueño y la alegría. Tan atormentados estamos que muchas veces la serenidad de un valle o la del atardecer que se insinua sobre el horizonte nos molesta y hasta nos aterra. "Busca la paz y síguela", dice el Apóstol Pablo y con la serenidad debe ser igual. Si la persigues y la consigues no la dejes ir. Hoy más que nunca necesitamos de ella para mirar a la cara a ésta crisis y no reventar de tristeza.

23 noviembre, 2008

El boxeador catequista (Cuento).

Éste cuento ha sido publicado en el suplemento literario del periódico panameño El Panamá América, Día D, el domingo 23 de noviembre de 2008.
Comencé a emborracharme justo al día siguiente de mi última confesión con el padre Domingo. Luego de perder el ojo derecho y la única posibilidad que tenía de ser catequista, sólo me quedaba el ron a palo seco para purificar mis faltas y quitarme de encima esta sensación de pendejo que aun me persigue.
— Paisano —me dirigí al chino Manzanero que me sonrió con dientes amarillo nicotina— dame medio litro de Seco Herrerano.
— “Pero tú buen homble” —sorprendido por mi petición, ocultando la sonrisa—“tú no bebe lon...”
Salí de aquella tienda con mi primer medio litro de seco dejando atrás al chino insultado por metiche y las mujeres que allí estaban persignándose ante mi aspecto de pirata del caribe.
Por aguaitador me pasó lo que me pasó y lo que me pasó es tan absurdo que es mejor reírse que llorar. Tiburón, el que descubrió el huequito para aguaitar a Marianela sigue sin poder evitar la risa cuando me ve, si lo viera el padre Domingo... Pero antes de contarles como dejé la bebida debo referirles como empezó todo.
La señora Aleja, que sigue viviendo en el barrio, es una mujer de armas tomar. Gorda y boquisucia y muy beata, sigue siendo el ángel guardián de su sobrina nieta, y el ángel exterminador de los que la merodean. Marianela, la espiada en cuestión, es una trigueñita preciosa que contaba quince años entonces, pero muy bien distribuidos por su arrebatadora anatomía.
—Valentín que te pierdes —me advertía a mí mismo—, Valentín el sexto, el sexo, cuidado Valentín que es pecado capital.
Yo la miraba desde el balcón, lo reconozco. La veía llegar de la escuela paseando su belleza provocadora e inocente. Me fijaba en aquella faldita color caqui (más corta de lo permitido) y sobre todo en la transparente camisa blanca que me dejaba ver (o imaginar, es lo mismo) el apetitoso botón de su pezón derecho. El izquierdo lo escondía la insignia de la escuela. (¡Perdona Dios mío los recuerdos lujuriosos!). Yo les juro que me metía en la casa y me persignaba y rezaba un padrenuestro y un avemaría y me acordaba del sexto.
—Que por algo Dios lo puso entre los diez Valentín, el sexto es el número de la imperfección humana, ¡ay Valentín que es pecado mortal!— me decía.
Pero lo que más me inquietaba, compañeros, lo que de verdad me estaba volviendo loco, era el descubrimiento que una tarde compartió conmigo, lúbrico y lascivo, Tiburón el boxeador.
—Valentín, allí atrás de los baños de la casa de madera hay un huequito para aguaitar a Marianela, que te he visto que la miras mucho.
— ¡Por favor Tiburón que soy catequista! —le respondí molesto, blandiendo el librito naranja del Catecismo para catequistas.
— ¡Valentín —fruncía el ceño— que somos hombres, por Dios!
Alberto Moreno, alias Tiburón, el boxeador colonense, madrugaba todos los días. Antes de irse a entrenar, a eso de las seis de la mañana, se instalaba ante la ventana del secreto. Aguaitaba un rato y se iba antes de que Marianela terminara su baño. Ella canturreaba, me decía, mientras se enjabonaba despacito, haciendo movimientos circulares con las dos manos sobre su pecho.
—Con el ruido del agua del baño no oye que me voy —sonreía malicioso el boxeador—. Todo está calculado Valentín.
Si la muchacha se retrasaba y se le hacía tarde para ir a su entrenamiento no esperaba: se consolaba pensando que mañana sería otro día. Sabía que de lunes a viernes, a eso de las seis y diez de la mañana, Marianela exhibía su belleza en aquel baño comunal de la casa de madera donde vivía. Ignoro, amigos míos, lo que Tiburón hacía mientras miraba en soledad toda esa maravilla.
—La luz del baño ilumina lo suficiente para verla bien —continúa picarón y sonriente mientras yo ardía de ganas por dentro y rezaba “yo confieso, ante Dios todo poderoso...”
Pasé muchos días dándole vueltas al asunto del huequito, de Marianela y de la lujuria. La sola idea de asomarme al mirador de su intimidad y la posibilidad cierta de dejar de imaginar y abrazar con la mirada la realidad de su cuerpo, me tenían tenso y malhumorado. El deseo me estaba matando y la entrepierna no respondía a mis llamados al orden y la castidad. Es lo que tiene ser soltero y vivir solo.
No les alargo el cuento. Fue el 5 de julio del año pasado cuando me decidí. Esperé en la calle a Tiburón, eran más o menos las seis de la mañana, y nos dirigimos hacia la ventana del paraíso. Temblaba entre entusiasmado y nervioso. Nadie advirtió cómo nos metimos detrás de la vieja casa de madera y tomamos posiciones detrás del baño.
—Cógelo suave —me animaba Tiburón—. Ya has dado el primer paso. En cuanto la veas, se te quita todo. Cuando prenda la luz...”
Unos pasos que se acercaban nos hicieron guardar silencio. El corazón se me iba a salir del pecho. Venía la belleza trigueña e inocente de Marianela a mostrarse entera ante mis ojos.
—Valentín el sexto, Valentín la lujuria, ¡ay Padre perdóname, porque sé lo que hago! —pensaba arrasado de deseos impuros.
Se hizo luz y puse con avidez el ojo derecho en el agujero, intentando llenar de realidad de una vez por todas mis pecaminosas intuiciones. Súbitamente di varios pasos hacia atrás llevándome las manos a la cara. Pensé que algo se me había metido en el ojo pero al intentar abrirlos sentí un dolor agudo, una fría punzada que me previno de lo peor. Con el ojo izquierdo logré verme las manos ensangrentadas y un fuerte dolor fue conquistando mi cabeza poco a poco. Recuerdo eso y la voz chillona y desafiante de la señora Aleja gritando “¡eso te pasa por aguaitar a mi sobrina Tiburón chuchaetumadre, te dije que te andaras con ojo!”. ¡¡Qué paradoja Señor!!
Me atendieron en el Hospital Santo Tomás al que fuimos en taxi, un taxi viejo, sin aire acondicionado y que encima nos cobró tres dólares por la urgencia.
— ¿Qué le pasó al señor? —le preguntó una de las enfermeras a Tiburón que me acompañó consternado en medio del dolor y la vergüenza.
— ¡Una pendejada! —contesté molesto, tapándome con cuidado el ojo con las manos, la camisa bañada en sangre.
Días después de perder el ojo fui a la parroquia a confesarme. El padre Domingo era mi confesor y maestro espiritual desde que era monaguillo y al cual, sin tapujos, le conté todo.
— ¿Lograste ver algo hijo? —preguntó curioso el cura.
—No padre, ¡no pude ver nada! Fue la tía la que entró con el chuzo, —le contesto en tono contrariado tocándome la venda pirata del ojo.
—Bien, mejor para ti, así no tendrás posibilidad de traer a la memoria imágenes lujuriosas y pecar de pensamiento. ¿Entiendes que no podrás volver a dar la catequesis en esta parroquia?
— Entiendo —le respondí resignado bajando la cabeza.
— ¿Te sientes arrepentido ahora hijo?
— ¡Pues no, padre. Siento que soy pendejo! —contesté molesto, levantando bruscamente la cabeza y casi gritando al padre Domingo.
— ¿Y eso?
—Perder un ojo y mi puesto de catequista en la misma mañana por una muchacha de quince años ¿no le parece una idiotez?
—Me lo parece hijo, me lo parece.
— ¡Y encima sin ver nada! —exclamé sin el menor atisbo de vergüenza.
—Pues sí que es una tontería hijo —respondió el padre Domingo medio reído, absolviéndome en nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo e imponiéndome una penitencia de cien padrenuestros ante el Santísimo Sacramento.
Por eso digo, queridos compañeros de luchas contra el alcohol, que me acompaña una profunda sensación de pendejo que sólo podía ahogar en la bebida. Es más, esa mañana fatídica Tiburón me cedía, sospechosamente caballeroso, la opción de mirar primero.
—Aguaita tú primero catequista, que yo ya la he visto muchas veces.
Y recordé en ese momento, mientras instalaba mi ojo en el mirador de la gloria, el pasaje del Evangelio que el padre leyó en misa el domingo anterior al fatídico día y que dice algo así como “si tu ojo te es ocasión de caer sácatelo y échalo de ti”. Y fíjense por dónde, ¡ay!, me lo sacaron.
La semana siguiente, mientras dormía la juma en las escaleras de la Iglesia vi a Tiburón conversando con el padre Domingo. Palmaditas en la espalda, bendición para despedirlo como hacía conmigo. Al llegar a mi altura vi que llevaba bajo el brazo el librito naranja del catequista y me lanzó la misma risita maliciosa de cuando me enseñó el huequito. Para más inri sale ahora con Marianela con el beneplácito de la señora Aleja que dicen, no se podía creer que fuera yo el aguaitador lascivo.
¿Ahora entienden por qué bebía? Con lo pendejo que me sigo sintiendo al recordar todo esto, lo que no sé es por qué dejé de hacerlo.

19 noviembre, 2008

Una reflexión de ayer

Ésta reflexión que recupero, apareció en el periódico La Prensa en el 4 de julio de 2004. No debemos olvidar estas cosas.
Acabo de ver con profundo pesar, un especial informativo emitido aquí en España sobre la prostitución de menores en Panamá. Un equipo de periodistas del periódico El Mundo y de la cadena de televisión Antena 3 han presentado cómo las niñas panameñas son utilizadas como mercancía sexual, y la total impunidad con que todo ello ocurre.
Una de las principales proxenetas del país (según la información vertida en este reportaje) es hija de alguien muy importante en Panamá y cuenta entre sus clientes a varios políticos de prestigio. Dijo además que en Panamá no se le presta atención a lo de la prostitución infantil, ya que muchos de los que suben al poder tienen ‘‘el cerebro dañado’’. Creo que desde su periódico debemos proponer menos enfrentamientos políticos y más soluciones sociales que saquen a nuestro país de tan ignominiosa situación.
Cuando uno vive lejos del terruño, cuando uno se esfuerza por proclamar el orgullo patrio y pretende colocar a su país donde le corresponde, salen a la luz estos oscuros hechos que laceran terriblemente la confianza que cualquier extranjero pueda tener para visitar nuestra tierra (...).
Una frase del reportaje me corroe, me inquieta, hablando de las autoridades: ‘‘¿negligencia o corrupción?’’. Como panameño empiezo a creer que se trata de lo segundo. Y ustedes, ¿qué opinan?

15 noviembre, 2008

Silencio

Callarse no es nunca una salida. Es mejor morir diciendo lo que se siente, lo que se padece, que vivir en un silencio desquiciante y torturador. A veces, y ya me contradigo, el silencio es balsámico, necesario pero sólo para la necesaria reflexión que termine precisamente por romperlo. No puedo callarme, necesito decir, necesito manifestar por escrito o por la conversación o por la vía de la discusión, aquello que habita mis sombras y mis dudas. Quien se calla sufre, quien no dice termina por ser esclavo de sus frustraciones y debilidades.
Debemos pensar lo que decimos, es cierto, pero debemos decirlo. No me fío de los que se callan siempre, desconfío de aquellos que, por no herir, por no conmover, por ser políticamente correctos, se callan. Pero tampoco me fío de aquellos que hablan, que dicen lo políticamente correcto, que manifiestan el pensamiento único y ocultan (silencian) la verdad de las cosas y nos sumergen en una alharaca de palabras mentirosas y complacientes que son una forma aun más cruel del silencio.

14 noviembre, 2008

Los disparos del cazador

Descubrí a Rafael Chirbes por casualidad, paseando el deseo de una nueva novela por una librería. Me acerqué a los libros de bolsillo y buscando no sé qué me encontré con un autor creo necesaria en las letras españolas. Este valenciano traza con finísima economía literaria una trama que nos envuelve desde el principio, introduciéndonos al cuestionamiento último y moral de un hombre ante su muerte inminente.
Los disparos del cazador (Anagrama, 1994)es una novela de fin de vida, una confesión en blanco y negro, de un hombre que pertenece a una generación de españoles que vivieron una época gris en la cual las cosas se hacían de otra manera. Fresco de una época, retrato del la España de la que venimos, esta novela corta (apenas 136 páginas) nos pone delante los avatares de un hombre que parece no estar satisfecho con todo aquello que logró, que en un tiempo parecía todo, pero que ante la muerte no significa nada.
Todo se va insinuando, todo va quedando sostenido, y en cada página asistimos a un necesario ejercicio de escucha del silencio de la escritura pues en esta novela lo que no se dice, lo que se intuye, es necesario para la comprensión de la trama.
El protagonista enumera sus recuerdos, cómo empezó en el Madrid de los cincuenta, cómo fue escalando posiciones, cómo su mujer consigue poco a poco situarles en una órbita de personas y contactos y cómo poco a poco los secretos guardados, las traiciones, conocidas o intuidas por años, ahora pesan como una losa sobre sus hijos y en su nieto. Las tensas relaciones con la familia en el pueblo, el desencanto a pesar de tenerlo todo, la búsqueda de una salida a la tristeza dentro del matrimonio son algunos temas que la novela repasa con delicadeza de pintor. La figura enigmática de Ramón puebla la novela como una pared donde rebotan los recuerdos, donde se sostiene la realidad de los últimos días de este hombre que no tiene más que sus recuerdos y sus culpas.
Chirbes traza una novela corta que se sirve de precisas metáforas, que maneja bien los tiempos y que usa con maestría la tensión y el dato oculto como herramientas para sostener nuestra atención hasta el final. Su técnica es limpia y directa, renunciando al experimentalismo que muchas veces no es más que eso y se encierra en una técnica más convencional, que permite al texto contar su historia sin distraer al lector de la trama que sigue. Esta renuncia al experimentalismo no debe tomarse como una cobardía del autor, sino como su sello personal, como un rasgo de su carácter como escritor.
Estamos ante un escritor que se ha convertido en inprescindible, dueño de su oficio y al que haremos bien en seguir y leer lo que ha escrito hasta ahora. Su ensayo "El novelista perplejo", promete. Ya hablaremos de él en otro momento.

28 octubre, 2008

De la amistad

Decía un viejo filósofo que no existe mejor actividad a la que de dicar la vida que a tener amigos. Ya he comentado que esto de las nuevas tecnólogías vale mucho a pesar de que no entiendo casi nada de estos aparatejos. Internet acerca la memoria y es capaz de sostener los recuerdos de tantos seres humanos (internautas) y repartirlos y compartirlos, queriendo uno o no, con medio mundo. Hoy vi la foto que ilustra este artículo. Sus componentes son las "viejas" glorias de uno de los mejores grupos scout de todos los tiempos (¡que exagerado! pero así es uno cuando recuerda) en Panamá: el grupo 9.
Se reencontraron (como Menudo pero más machos) y se dedicaron a jugar Argolla india y a desempolvar la memoria. Yo no estuve, pero me llamaron por teléfono para echarme de menos y para prometerme que el reencuentro se repetiría. Esa noche de la llamada me puse sentimental y recordé en voz alta, ante la antención emocionada de mi mujer Marga Collazo, tantos buenos momentos vividos con una pañoleta al cuello y las ilusiones en la mirada.
Hoy me encontré con esta foto en un álbum virtual, en el de mi querido Herbert Ureña, grande de la música en América Latina, y me he sentido afortunado por formar parte de una memoria colectiva. Ezequiel Mata (Zeke Mata, al que siempre envidié su manera de jugar al basket) ponía un comentario a la foto: "lo que hacemos por la amistad y la birria...". Y qué bueno que sea así.
Me robaron un libro de mi amigo Pedro Laín Entralgo que se llama "Sobre la amistad". allí Encontré una historia de amistad en tiempos de los griegos que yo había leído con mucho entusiasmo en mi Libro Cuarto de lectura El sembrador (¿se acuerdan?) que era el texto español que teníamos para la clase de lectura en aquel Panamá remoto de mi niñez. La historia es sobre la amistad entre Damón y Pitias. Les dejo como tarea buscar la historia, leerla y preguntarse cada uno cómo quiere a su amigo.
¡Cuanta amistad, cuanta memoria viva! No importa que ya no parezcamos los de entonces (ninguno lo parece), da igual que vivamos en continentes distintos o que ya no seamos tan inocentes como antaño: lo importante es que esos sentimientos nobles entre muchachos no se han extinguido ni por el paso del tiempo ni por lo dureza de la vida. Vuelve a quedar de manifiesto que los griegos tenían razón en esto como en otras cosas: no hay nada mejor que tener amigos y si los conservas mucho mejor.
Pronto nos veremos amigos y cruzaremos memorias y suspenderemos olvidos y volveremos a ser como antaño, aunque sea por unas horas, los muchachos de ayer que saludaban con la mano izquierda sin saber que de ese lado siempre nos podríamos encontrar porque ese es el lado de los recuerdos, del alma, de la vida.

27 octubre, 2008

Perder

A todos nos asusta. A todos nos disgusta. A todos nos acecha. Pero aunque nadie quiera aceptarlo, perder es una condición innata del hombre. Perdidos llegamos a este mundo y muchos continúan así hasta la tumba. Unos perdieron la fe y otros han perdido el amor aquel que creyeron eterno. Algunos las ilusiones, ese combustible necesario para hacer que se mueva la rueda de la vida. Otros pierden la vergüenza y otros, qué triste, pierden la virtud de luchar por lo que quieren. A veces me canso se luchar y prefiero perder a permanecer de pie.
Contra el perder no hay más remedio que luchar, no hay más que hacer que mantenerse caminando. Quienes se detienen les asalta el pánico y quienes no miran para adelante corren el riesgo de perder los referentes y asumen el riesgo de perderse para siempre en el laberinto trágico de la tristeza.

26 octubre, 2008

Puro cinismo

"El pasado es pasado y punto". Esto sostienen muchas personas, sobre todo las que quieren volver al presente como si el pasado nunca hubiese ocurrido. Es terrible esta filosofía vital, sobre todo si hablamos de política y de los destinos de una nación como la panameña.
No se le puede permitir al PRD que de un solo plumazo destroce la memoria histórica de los panameños. La señora Balbina Herrera, “hija de proceso revolucionario”, no es ni más ni menos que una versión refinada de la misma prepotencia y descaro que durante las dictaduras. Desde Omar Torrijos pasando por el articulista de pro Rubén Darío Paredes y llegando a Manual Antonio Noriega y todos sus secuaces militares, políticos y civiles formaron parte de una dictadura se pongan como se pongan. Esa es historia de Panamá, no podemos pretender tapar el sol con la mano. Quien tal cosa pretenda no merece presidir la República ni tampoco ser periodista. Este país nuestro necesita de hombres y mujeres valientes, dispuestos a poner la verdad sobre la mesa y no esconderse tras pactos éticos.
Torcer el juicio, torcer la realidad de los hechos, es pervertir la ética, lo que terminará escorando el barco de nuestra patria hacia unas aguas turbulentas de las cuales saldremos todos muy mal parados. Este es el momento de la verdad, es el momento de demostrar que tan transparente se es y que tan nueva es esa patria que se nos prometió.
Que la señora Balbina Herrea tiene un pasado político es obvio, se encuentra en las hemerotecas y las televisoras que deberían poner al servicio de la memoria política de nuestro país el perfil de esta señora que por mucho que ponga a disposición del “pueblo” sus finanzas, según ella dijo estos días desde Colombia, no es suficiente para perdonarle todo lo que hizo cuando estaba muy bien escoltada por sus queridos "militarotes".
Encima quieren usar fondos públicos para favorecer el clientelismo político. Se llevan las manos a la cabeza porque se pretende firmar en el pacto ético que no se usen programas sociales del estado para ese fin. Son unos cínicos y su cinismo sólo es superado por su falta de ética. No es posible que los panameños permitamos estas cosas. Nos toca estar a la altura de las circunstancias. El mundo se fijará en nosotros y en las manos que vayan a gestionar los fondos para la ampliación del Canal.
Mientras, el pueblo hace fiesta entorno a Saladino y a Margarita, dos soñadores ahora idolatrados que lograron su meta a pesar de la desidia del Estado. Pero necesitamos más que eso. Necesitamos cultura, la de la lectura, la que se revela ante las injusticias, la que no permite que le engañen porque no olvida lo que le hicieron los mismos cínicos, que quieren ahora nuestro perdón, para volver ha hacernos lo mismo que hace veinte años. Son los mismos, aunque ahora escriban en periódicos y no lleven uniforme o hayan sido ministros, son ellos, son los mismos. Puro cinismo, puro.

25 octubre, 2008

Fuimos dos

La nostalgia sobreviene siempre de súbito, cuando no la andas buscando. Me he levantado temprano esta mañana de sábado para escribir mientras mi familia duerme bajo las sábanas en este otoño que comienza a apoderarse de Madrid con la frialdad del invierno. Me conecto a Internet, recibo invitaciones de amistad de la comunidad de amigos Facebok y consiento por esta vez. Mi cuñada, Leica Ng, me manda fotos de mis sobrinos Elizabeth, pizpireta, de ojos vivos e inteligentes, luce una sonrisa de niña feliz, creativa, y Pablín, que mira a la cámara con divertida curiosidad, rollizo y sonriente. Tiene mucho de la cara de su tío, mi mamá me lo confirma por teléfono, y me alegro del parecido, sobre todo porque no tiene como yo a sus años la mirada triste. Ambos están sentados con el Coronel Sanders en un Kentuky Fried Chicken en Panamá, muy lejos del Madrid otoñal en el que vivo.
Mi memoria salta directamente a mis años de niño junto a mi hermano Pablo, ese ser que puebla las historias que le cuento de mi infancia a mi hija Lucía todas las noches. Y es que mi vida junto a Pablo, Pablito, da para muchas noches de risas y de nostalgias.
Fuimos dos, caminando por la Avenida Central con mi mamá, de "window shoping" y de visitas al Mc Donald's y fuimos dos corriendo sin parar por la casa de nuestra abuelita Chela salvando al mundo porque éramos Batman y Robin.
Fuimos dos los scouts, los jugadores de argolla india, sobre todo Pablo. Fuimos dos los que íbamos a la Iglesia en Villa Cáceres cuando las cosas parecían eternas. Fuimos dos cuando invadieron Panamá y fuimos dos en mis momentos más difíciles.
De aquella memoria, de aquellos años, quedan un sin fin de recuerdos que necesitarían muchos artículos, muchos libros. Me sorprendió la infancia esta mañana de otoño, me ha visitado el recuerdo, me ha enganchado el corazón unas ganas locas de ir a Panamá para abrazar a mi mamá y a mi hermano y a sus hijos, mis sobrinos. Bendito invento este de Internet, así puedo verles crecer aunque me pierda sus besos y sus preguntas, aunque su voz no me llame por la calle tío y me devuelvan así mi nombre.
Fuimos dos y lo somos, aunque halla entre nosotros un océano de distancia.

24 octubre, 2008

Vila-Matas, perseguidor

I
Al principio pensé que eran cosas mías. “Eres muy aprensivo”, me decía mi madre cuando era pequeño, pero no. En cuanto leí por primera vez lo de las casualidades literarias, cuando me enteré de que era posible encontrase uno con los textos que se leen o se escriben, comencé a fijarme. Por allá por el año 1995 compré un libro de cuentos, “Recuerdos inventados”, una antología de un tal Enrique Vila-Matas. Era una “antología personal” y era mi primera vez con este escritor. En uno de sus cuentos, “La hora de los cansados”, un hombre decide perseguir a otro que a su vez está persiguiendo a un negro llamado Romeo. Me asusté: un personaje de mis cuentos, un tal Rodrigo, conocido por su amada como Romeo, se vino a España a buscar fortuna como actor de en el teatro. Desapareció. La protagonista, una negra colonense, actriz, se vino detrás de su Romeo desaparecido y terminó sus días loca en la Gran Vía madrileña recitando entre delirios el texto de Shakespeare, viendo ante sus ojos negros y ya locos a su amado Rodrigo-Romeo. Negra persigue a negro. Casualidad. Vila-Matas dice del negro de su cuento que parecía un “boxeador tierno y cansado”. De pronto, desde un cuento remoto y catalán mi personaje surge convertido en una suerte de boxeador perseguido. Qué casualidad. Lo del cuento, pase, pero resulta que una de las grandes cunas de boxeadores panameños es la provincia de Colón, en la costa Atlántica panameña donde la mayoría de la población es negra.
Más raro es que el personaje de Romeo de Vila-Matas amenace a su perseguidor con partirle la cara como le saque en el supuesto cuento que iba a escribir: no quiere salir en ningún cuento. Mi personaje desaparece también del mapa de mi cuento, no comparece más que en los recuerdos de su Julieta loca en Madrid. Siempre he creído que mi personaje se fue a Barcelona y le confesó a Vila-Matas que no quería salir en ningún cuento. No se atrevió a decírmelo en su día. El escritor catalán sólo me lo ha hecho saber por escrito y comenzaba a perseguirme.

II
Decidí apartarme de Vila-Matas con recelo. Me fijaba mucho y me daba cuenta que era cierto lo de las casualidades literarias. Leía a un escritor y aparecía en el programa de los libros en televisión o si leía el diario de Kafka coincidía con el día que estaba leyendo. Me encontré por aquel entonces con otro escritor de las casualidades y el azar, Paul Auster, que contó cómo había comenzado a escribir “La ciudad de cristal”. Increíble. La Literatura me confirmaba por otra vía y desde otro continente que las cosas podían ser así. Todo parecía formar parte de la literatura y de la vida, todo es parte de lo mismo. Leyendo a Auster me sentí más acompañado. ¡Qué casualidad! Paul Auster y mi perseguidor publican en la misma editorial: Anagrama.

III
Lo de las casualidades me intrigaba y no fuera a ser cosa de demonios literarios. Por esas fechas, año 1998 más o menos, realizaba yo una investigación sobre el satanismo y su influencia en la música y su impacto en los jóvenes. Pasé varias jornadas con mi Biblia y una extensa bibliografía persiguiendo a Satán, Príncipe de este mundo. Un artículo de prensa del que me deshice hace tiempo me revelaba una noticia espeluznate y literaria E. Vila-Matas, leído ante un espejo, revela la naturaleza de mi perseguidor SATAM ALIVE. Llamé a mi madre a Panamá y se lo conté por encima para no inquietarla. Me dijo que no fuera tan aprensivo y que dejara de leer libros raros.
Desde entonces pongo más cuidado en lo que leo de Vila-Matas y confesé a mis amistades de que estaba siendo perseguido por el escritor catalán. Unos se rieron, otros me dijeron que las muchas letras me iban a volver loco o más raro de lo que ya era. Ninguno culpó ni a la literatura ni a Vila-Matas que pasó a convertirse en una obsesión silenciosa, de esas que no compartes con nadie por miedo a exponerte a la realidad: nadie te persigue excepto tú mismo.
Leí recién estrenada mi admirada obsesión un libro prodigioso. “El viaje vertical”. ¡Qué casualidad!: el destino de Federico Mayol sería el mío, años después, pero yo no llegaría yo a las bodas de Oro. El azar no descansa. El viaje vertical no cesa.

IV
La persecución continuaba. En cada artículo, en cada esquina de un autor, en los periódicos. Vila-Matas, con su apostura de perpetuo joven, con su pinta de vampiro, me iba llenando el sendero de trampas azarosas y juegos literarios. No pensé verle nunca pero me ocurrió una de esas cosas que él y yo sabemos. Cuando decidí leer a Tabucchi, sostuve que aprovecharía la presentación de su novela “Se está haciendo cada vez más tarde”, para conocerle en persona. Al llegar al Círculo de Bellas Artes resultó que uno de los que presentarían la obra era Enrique Vila-Matas. No me lo podía creer. Tabucchi-Vila-Matas ¿que tendrán que ver? Contó entonces mi perseguidor (contestándome sin que yo le preguntara), que se conocen desde muy jóvenes. El catalán era el niño que le decía al italiano, cuando veraneaban, muro con muro, en el Cadaqués de los cincuentas que “los adultos son estúpidos”. Y tenía razón el niño y tiene razón el escritor y las casualidades. Por cierto. ¡Qué casualidad! Acabo de enterarme, mientras escribo estas pruebas de persecución, que mi amigo Doménico Chiappe entrevistó a Tabucchi en esa ocasión. No lo sabía (bendito Google). Cierra su entrevista con la anécdota de Vila-Matas y Tabucchi en Cadaqués. Juzguen ustedes.

V
Me pasó lo de Federico Mayol. Se acabó mi matrimonio y aunque lo lamenté en su día hace mucho tiempo que ya no. Pero incluso, en aquel lance, la sombra de Vila-Matas se alargó sobre mí. “Doctor Pasavento” se publicó en el 2005. La compré y después de meses de una agonía (entiéndase también como lucha) terrible comencé a leer. La fecha de cuando empecé la lectura de esta novela la consigné en la página 17. Relata el narrador que después de imaginar un viaje a Sevilla, le invitan de verdad a ir a esa ciudad a dialogar con Bernardo Atxaga sobre las relaciones entre realidad y ficción. Mientras leía me encontré con una fecha: 16 de diciembre de 2003. Yo me sorprendí, como lo hace mi perseguidor en su texto: “No, no puede ser. Pero sí que podía ser, claro”. Yo emprendía la lectura dos años después de esa fecha pero ese mismo día.
Navegando por internet me encontré, por casualidad, con una revista literaria llamada “Invierno en Panamá”. Les escribí, soy panameño, y les conté que estaba leyendo a Vila-Matas y que lo estaba pasando mal, que vivía en un “invierno”. Me contestaron días después: uno de los primeros a los que solicitaron colaboración (eso dijeron aunque ya no tengo el correo que recibí) fue a Enrique Vila-Matas. Me reí como pocas veces en muchos meses aquel año. Seguía persiguiéndome a pesar de todo. Eso era buena señal.

VI
No he dejado de leerle y no ha dejado de perseguirme. Este año que es el año de su 60 cumpleaños. Mi mujer Marga Collazo cumplió 30 el día 1 de marzo. Yo nací el 26 de marzo, justo el año en que no escribió nada más que de cine. Justo el cine que mi tía abuela Paula adoraba en Panamá y que seguía en una revista chilena de cine y teatro: Ecran. La mujer de mi perseguidor se llama Paula y a mí la cinefilia, de la que escribió el año que nací yo, me corroe también.
El jazz que me trajo Marga tiene cabida en nuestra persecución. Una mañana, estaba escuchando a Chet Baker, había comenzado a escribir un artículo sobre perseguidores literarios. Eché mano de Vila-Matas, exactamente de "Bartlevy y compañía". Fiel a mi costumbre de anotar en la última hoja de los libros que leo los temas que me interesan y su respectivo número de página, comencé a repasar mi vieja lectura. Me encuentro con la entrada "jazz" y me voy a la página 157 y resulta que Pineda, un viejo amigo del narrador de Vila-Matas pone música de Chet Baker que, a partir de ese día, pasó a ser su intérprete favorito. Cosas de los libros. Pensé en mi obsesión y me dispuse a escribir. Cuando se lo conté a mi mujer, Marga Collazo, me dijo con una sonrisilla de genio que no podíamos seguir así, que teníamos que conocernos. "Quién ¿Chet Baker y o yo?" pregunté creyendo saber la respuesta. “No, tú y Pineda que sois muy grises”. Me sorprendió: pensé que me diría que Vila-Matas y yo. Sobre la manía persecutoria del escritor no dijo nada aunque creo que tiene su propia teoría.

VII
Conocí a mi mujer Marga Collazo hace casi dos años, nos enamoramos y nos hemos casado. Venimos de explorar el abismo, cada uno por su lado. Amamos los libros, el cine, la criminología y a nuestra hija Lucía. De Vila-Matas le gusta eso de dedicar toda su obra a su mujer y va leyendo cosas de mi perseguidor. Para nuestra despedida de soltero me regaló “Dietario voluble” en cuya portada aparece Vila-Matas dando la espalda. Me reí cuando me lo dio. “¿Qué?”, preguntó Marga. “Al final parece que quien va detrás de él soy yo”. Marga se rió y me dijo que estoy enfermo de literatura, “mal de Montano”, dije y ella me replicó “lo ves” y pusimos de vuelta a casa después de cenar y darnos los regalos a Van Morrison, el que escucha Vila-Matas en casa.
Lo último ocurrió el día de nuestra boda. Al salir para el lugar de la ceremonia me llevé un libro al azar: “Dietario voluble” era el que tenía más a mano y quería arriesgarme. Tenía que esperar a un amigo que me recogería para llevarme y vestirme allí para casarme con la mujer de mi vida. Tenía casi una hora de espera por delante: solo y soltero. Me metí en una cafetería, pedí un café y me dispuse a leer temiéndome lo mejor: que Vila-Matas apareciera por allí. No me defraudó: me dejó unos deberes y un recuerdo. Debo escribir. Sugiere como en otras ocasiones el título de un libro que debo escribir: “Lo que pasa cuando no pasa nada”. Un recuerdo: el de Tito Monterroso y sus moscas eternas. Me hizo gracia: unos días antes le había contado a Lucía “El dinosaurio”. Tiene cuatro años y se quedó desconcertada por la brevedad. Me pidió otro cuento y se lo relaté. Incluso para ella era muy breve.

VIII
La cosa no terminará aquí: me perseguirá, ojalá me alcance, y con él vendrá la literatura.

23 octubre, 2008

Vicky, Cristina, Barcelona

Woody Allen consigue una vez más engancharnos a un historia cotidiana que termina por llevarnos a una reflexión digan lo que digan. Cualquier arte que no nos haga pensar, aunque sea un poco, no es arte. Las pasiones y decisiones que nos relata Vicky, Cristina, Barcelona, son una muestra de que Allen está reinventándose constantemente, no permitiéndonos que le tengamos por anticuado ni mojigato. Ni mucho menos que le consideremos sólo un buen escritor de comedias. Digo estos por los que a día de hoy sostienen que no les gusta el humor de Allen. ¿Han probado sus dramas?
Aceptable la nueva cinta de Allen que no llega al nivel de Match point. Esto no quita que esta nueva película sea parte de una muy alta representación de lo que el genio de Woody Allen es. Aparte eso esta película resulta un desafortunado descalabro de los artistas españoles. Creo que Javier Bardem y Penélope Cruz, cuando no se interpretan a sí mismos están francamente mejor.
De Barden ya se sabe, sus personajes en Antes que anochezca, No es país para viejos o Mar adentro son grandes trabajos pero este con Allen, en el que el personaje tiene mucho de él mismo hace aguas. De Penélope Cruz, que no es santa de mi devoción, no podemos poner tantos ejemplos, Volver de Almodóvar, como mucho, y pare usted de contar. No están a la altura ninguno de los dos.
Las pasiones entre estos dos personajes (Juan Antonio (Bardem) y María Elena (Cruz)) tan raciales, no parecen corresponder con la ciudad en la que se desarrolla la película. Pueden darse las pasiones (faltaría más), pero en muchos momentos de la cinta, una vez se reencuentran, parece que estamos ante un drama pasional andaluz más que en la ciudad condal. Aun así, la cinta tiene un fuerte que la salva de estos escollos: el guión, que es lo más sólido.
Allen se adentra en esas pasiones sexuales y afectivas que van nutriendo sin remedio nuestra sociedad y la van llevando a una búsqueda sin fin de satisfacción. El personaje de Cristina (Scarlett Johansson) en el prototipo de insatisfecho crónico, una de los grandes males de hoy. Por otro lado esta Vicky (Rebecca Hall) que sin saberlo se ha encerrado con una satisfacción frágil, que a la primera de cambio, sucumbe bajo la presión de las pasiones, algo que ve como en una bola de cristal en la vida de su anfitriona Judy Nash (Patricia Clarkson) que, a pesar de estar “felizmente casada”, hace mucho que no ama a su marido.
Al final nada es lo que parece, nada satisface tanto y es muy probable que lo que tenemos, dadas las circunstancias, no sólo sea lo mejor sino que, talvez, sea lo único.
Película de grandes pasiones y de grandes momentos de guión Vicky, Cristina, Barcelona la vi con mi mujer Marga Collazo el día de su estreno en España, a la sazón, nuestro último fin de semana de solteros: 19 de septiembre. Al estreno acudieron, en un cine de Coslada 19 personas (uno de ellos llegó empezada la película). Casualidades numéricas para una película que no necesita suerte para triunfar porque está hecha con genio. Desde aquel día la película se ha ido recuperando y ya la han visto un millón de espectadores en España. Hasta un colectivo gay la ha premiado. No sé porqué, la escena del beso no es más que eso, un beso y nada definitorio sobre tendencias sexuales. No podrán, espero, encasillar esta película. Woody Allen y su genio son así, de todos, sin más etiqueta que la de buen cine.

El que ríe el último...

Parece que lo estoy viendo. El Presidente del gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero, alias el Cachondo, haciendo su chistecito en Nueva York, ante la fanaticada gringa, sobre el sistema financiero “más sólido” del mundo. Aunque esto moleste a Berlusconi y a Sarkozy (“mi amigo” dijo). Risas ¿recuerdan?
Ahora su "amigo" Sarkozy le ha dejado fuera de la cumbre para refundar el Capitalismo. Dice que no quiere crear un agravio comparativo con Polonia (a la que duplicamos en el PIB). En fin que se la a hacer.
Da igual que seas octava potencia mundial, da igual que seas campeón de Europa, que tu tenista sea el número uno del mundo, que la cocina española esté en boga o que Woody Allen haya firmado con una productora catalana para rodar dos películas más en España. Todo eso da igual si el día del desfile del 12 de octubre (ese “coñazo” Mariano), no te levantas ante la bandera americana (cuando estaba en la oposición), dejas a tus aliados allí tirados en Irak, o te burlas de economías como la italiana y sobre todo la francesa. Al final todos tienen su corazoncito.
La política exterior de este gobierno, tan errática desde el principio, nos ha llevado a este callejón sin salida (el Presidente se va a la cumbre Asia- Europa a ver que puede hacer) ya que es casi un hecho que no estaremos con los grandes del mundo económico en esa reunión “vital”, nos dejan fuera de la primera división del mundo occidental. Qué risa.
La Oposición, con Mariano alias el Cuestionado a la cabeza, hacen leña del árbol caído y andan a la gresca con los navarros que les han dejado tirados con lo de los presupuestos. Andan muy entretenidos con el tema. Tendrían que exigir a una voz que se nos permitiera participar en la cumbre, tenemos mucho que decir allí pero, ya se sabe, la política es la política. Mientras, a reír señores, que son dos días (no hay mal que dure cien años… decía mi abuela).
Todo se mueve, al final, por pasiones tan comunes como la rabia, los celos patrioteros y demás debilidades del alma humana. No valen los números ni los méritos deportivos, hay que bailar al son de la música que tocan los grandes. Es en esa sordera político-musical es en lo que éste gobierno falla y lo que ahora nos pasa factura a todos.
Sobre los presupuestos ya hablaremos. Mi tocayo Pedro Solbes y su pandilla creen que estamos en el País de las Maravillas y no congelan gastos. En fin. Como sigan así las cosas con esta crisis, tendremos que llamar a este sendero “pagando el pollo” o “pagando las sardinas” porque los que es el pato está carísimo, como todo, como lo de reírse de los demás y hacer chistes sin gracia: te cuesta una cumbre y un viaje a China castigado, (para hacer de “huele peo”) a ver si te hacen un hueco y para que la próxima vez te lo pienses mejor. Recuerde señor Presidente lo que decían nuestras abuelas: el que ríe el último…

21 octubre, 2008

Panamá ¿conocida?

Hace unas semanas pasamos nuestra Luna de Miel por tierras granadinas. Mi mujer Marga Collazo y yo elegimos el viaje, nos dimos el sí quiero y nos la pasamos por aquellas tierras, comiendo bien, bebiendo buen vino, y disfrutando de la belleza de los monumentos de esta tierra que guarda en sus entrañas el cuerpo del gran Federico García Lorca, a la sazón, uno de los favoritos de mi mujer.
Andando por Granada nos encontramos con una brillante idea gastronómica: un restaurante apto para celiacos, sin gluten ni lácteos, del cual se puede comer muy barato porque todo es para llevar. Vamos, un restaurante apto para todos. Lo regentan unas amables inglesas que tienen cara de buena gente. Además, te enseñan a cocinar toda esa comida tan sana. El sitio en cuestión se llama El piano.
Marga y yo pasamos por allí con ganas de comer y una muchacha al vernos con cara de búsqueda hambrienta salió con un volante y nos preguntó si conocíamos el restaurante. Contesté que no y le pasé el volante a Marga que leyó “bolitas de Panamá”. “¿Cómo son?”. “Qué”, respondí, “Las bolitas de Panamá que pone aquí” me dijo mi mujer. Me quedé intrigado. Cuando uno sabe que el 95% de los españoles, elegirían Costa Rica antes que Panamá para su Luna de miel o un viaje a Centro América, se queda intrigado ante la posibilidad de que alguien cocine cualquier cosa que se llame Panamá.
Entré y dije que era panameño y pregunté cómo eran esas bolitas con el nombre de mi país. Describo lo que se me dijo: “son una bolitas de harina de maíz, con albahaca, granos de maíz y guindilla”. La muchacha me dijo que me regalaba una por ser de Panamá. La probé, estaba buena pero no recuerdo (ayúdenme todos a recordar) haberla comido nunca en mi vida. No era una torrejita, ni una empanada de maíz, nada de eso. Era una “bolita de Panamá”, como las “Panama Jack”, o como los “sombreros Panamá”, que nada tienen que ver con nosotros. Incluso si buscan una revista literaria en la web, “Invierno en Panamá”, se darán cuenta de que lo único panameño que tiene es el nombre. Muy poco se conoce de Panamá.
¿Quién remediará esto? En la Exposición Universal (tengo fotos) había cuatro sombreros y tres molas como quien dice. Triste. Y esa gente, según me informan, fue por su cuenta hasta Zaragoza sin ayuda apenas del gobierno. Cuando Enrique Jaramillo-Levi estuvo por acá por España presentando sus dos nuevos libros, dije delante del Embajador panameño y la agregada cultural, que la mejor manera de dar conocer a Panamá es apoyando escritores, haciendo posible su difusión en Europa. La agregada me dijo medio molesta que ella sí se mueve porque había invitado a mucha gente a la presentación (sobraron sillas, muchas) que compartía nuestro escritor con Carlos Cortés, novelista tico.
Panamá no es conocida por acá. La gente, mucho ignorante puede ser, me pregunta cómo está la cosa, si los gringos siguen o si el Canal ya lo devolvieron. Nadie difunde imágenes turísticas de nuestro país, nadie pone en circulación la idea turística que hay que poner en la mente de los europeos: “Panamá es el mejor destino de América Latina”. Nadie lo hace. Aun así nos encontramos con “bolitas de Panamá” y con gente que quiere visitar “mi” país por ser yo de allí, no por nada más. Mucha “Panamá defendida”, mucho nacionalismo “ombliguista” pero el gobierno ni hace nada por nuestro turismo, ni por sus escritores, ni por la cultura. La mejor manera de defender Panamá es darla a conocer, no condenarla al ostracismo turístico. Argumenten los aludidos lo que quieran: en la calle, si preguntamos a cien españoles por Panamá, o a cien europeos, seguro que un 80% no nos ubicaría en el mapa, ni mucho menos iría a visitarnos pero, seguro, que se pondrían un sombrero, se comprarían una botas y se comerían una “bolita de Panamá”, lo más cercano que llegaran a conocernos, por mucho que defendamos Panamá, por mucho que nos empeñemos en ser puente del mundo, por mucho que deseemos ser corazón del universo.

Fabián, Miles y yo en el ascensor

Volvió a ocurrir. Ayer, después de un día de vértigo en la oficina, teníamos hora para que un técnico de nuestro operador de teléfono nos instalara los aparatos necesarios para ver la televisión. Vaya por delante que me alegré de que me dijera mi mujer Marga Collazo que vendría alguien a ponerlos porque yo, ni idea. Nos llamó por teléfono al móvil porque no estábamos aun en casa. "Diez minutos más", pedí, educado y rogante. Esperó el hombre y estando ya en casa sonó el telefonillo. Me alegré.
Por la puerta entró un hombre alto, silencioso, con ojos azules y pausado, con unas gafas colgando al cuello. Parecía uno de esos genios que se encierran con pensamientos y libros, pensé, y me di cuenta que, salvo los ojos azules y las gafas, acababa de describirme. Se sentó habiendo descargado su mochila roja y me preguntó por la toma del teléfono. Le enseñé dónde y sentado en el sofá, comenzó a sacar todos esos aparatos necesarios para hacer que la televisión se vea. El hombre miraba alrededor, los libros que llenan toda nuestra casa parecían sorprenderle, no incomodarle. Sobre unos cuantos que tengo en una mesilla secuestrada, estaba Ascensor para el cadalso de Miles. Lo cogió (¡atrevido! dirían en Panamá) y lo miró como quien se encuentra por la calle consigo mismo.
Procedió con las tareas técnicas. Llamó varias veces por teléfono porque el código de cliente que tenía apuntado no era el nuestro. “Es impresionante”, dijo en voz alta. No sabía que hablaba conmigo. “La cantidad de libros”, dijo y yo contesté con vergüenza que sí, que bueno... “Yo tengo el mismo dilema”, confesó, “acabo de mudarme y tengo que colocarlos”. ¡Por fin alguien con nuestro mismo problema! “Y encima los discos de jazz”, siguió diciendo, “tengo cinco mil”. ¡No podía ser! “Y encima -señaló el disco de Miles-, este disco que es especial para mí”. Pensé en Vila-Matas y estuve a punto de llamarlo.
Colocó los aparatos Fabián (así se llama) y nos confesamos las mutuas desazones por los libros desordenados, la pasión por el jazz, (sobre todo él, cinco mil discos ¡qué bárbaro!) y hasta opinamos sobre algunos escritores. Tiene de Sudamérica (Argentina para más señas) lo de los libros, confesó. Quedamos en vernos, conversar todos juntos, sus niños con la nuestra y su mujer y Marga con nosotros para hablar de lo humano y lo divino.
Me impresionó cuando dijo que lo más curioso era que de todos los discos que podíamos tener encima de los libros fuera precisamente Ascensor para el cadalso de Miles. “Va conmigo ese disco”, confesó. A ver si mi amigo contacta y nos tomamos ese té con la familia para subirnos con Miles al ascensor y disfrutar de la vida mientras los libros se van escribiendo. Otra vez Vila-Matas y sus casualidades literarias. Comienzo a temerme que vivo en un libro o en un álbum de jazz.

12 octubre, 2008

Titular

Al principio Ignacio los llamaba de cualquier manera y ellos venían. Cuando los presentaba nadie los entendía, se perdían todos por un camino tan breve que volvían cansados de él. Un buen día, Lauro Zavala le dijo que los llamara bien, “así nadie se perderá”.
Desde entonces todos transitan los caminos breves de Ignacio sin perderse. Y no se cansan de ir y volver.
Novena enseñanza: El arranque de un microrelato es su título. Allí se gana y se pierde todo, aunque parezca poco.

Miles y el Ascensor

Que Miles Davis es un genio no cabe duda. Lo que me impresiona sobremanera es la capacidad de trabajo y la concentración excepcional que consiguió para crear la música para Ascensor para el cadalso, la película, ya saben, de Louis Malle. Yo he llegado a ella por medio de la música de Miles. Se respira melancolía, un blanco y negro rotundo, en cada una de las piezas de este disco. La música del genio sobrevive y se agiganta por sí sola, independiente de las imágenes Malle.
Boris Vian, otro genio, hace hincapié en el tema Dîner au motel, del que dice que Miles lo interpretó con un trocito de piel desprendido de su labio. Escribió Vian que fue la casualidad, como sucede con algunos pintores, lo que llevó a Miles a ese momento estético único. Puede ser. De cualquier manera lo que dijo Boris Vian, es leyenda, mito del jazz.
Cuando escribo, me subo al ascensor con Miles y vamos charlando de los personajes, de las tramas, de la vida. Saco otra botella de Viña Mayor, pongo Chez le photographe du motel, y bajo las luces. Mi mujer Marga Collazo, que me trajo el jazz, entra en el juego en blanco y negro, con tinto del bueno, y nos dejamos llevar por una música que sabemos es única, irrepetible.
De Miles Davis hablaremos más. No he olvidado tampoco a Chet y su salto, mi obsesión con todo aquello. Mientras, sigo disfrutando de la leyenda de esta banda sonora, obra de arte por sí sola, que es Ascensor para el cadalso y perdiéndome también en los ojos seductores de la Jeanne Moreau de la portada.

Futuro

Lo único que podemos hacer con el futuro es construirlo en el presente. Da igual lo que pase mañana. Los que no construyen hoy, mañana serán arrastrados por la riada de afanes que trae adosado cada día. Los que no caminan hoy, mañana sentirán sus piernas entumecidas cuando el camino sea más cuesta arriba y requiera toda nuestra fuerza. Los que no sueñan hoy mañana amanecerán en la peor de sus pesadillas y nadie les despertará de su insomnio de desidia.
El mañana no nos pertenece, no sabemos qué pasará, es cierto. La única verdad es lo que construyamos, lo que caminemos, lo que soñemos hoy. Ese es nuestro capital. Que el futuro nos halle buscándole, que no nos sorprenda con sus caprichos crueles.

Mariano y el coñazo

Cuidado con los micrófonos don Mariano que la tecnología al final, como los niños y los borrachos, termina diciendo la verdad. Menos excusas de ámbitos privado y público y un poco más de sinceridad en los sentimientos patrióticos, déjese de posturitas políticas.
En fin señores, que los que comen de la política y de la exaltación de sentimientos tan nobles como el amor a la patria terminen por expresar que es un coñazo lo del desfile toca mucho la moral. Si le aburre su trabajo señor Rajoy, al paro, si no por lo menos créase lo que dice sobre España que no está la cosa como para andar con dobleces.

25 septiembre, 2008

Zapatero el cachondo

Por fin nos han dado la receta contra la crisis: el sentido del humor. Bueno. Hay que reírse mucho, es obvio, hacer lo que los psicólogos llaman “relativizar” o como decimos más a pie de calle “quitarle hierro al asunto”. Bueno. Me río.
Ahora bien, no es suficiente reírse, necesitamos soluciones que evidentemente no pasan por la risa floja, esa que tuvieron que forzar la comparsa de Zapatero después de su chiste ante los empresarios gringos. Tardaron en reaccionar, miren el video. El presidente cachondo es además muy optimista (la mayoría de los chistosos lo son). Dijo que España "quizás tenga el sistema financiero más sólido del mundo". ¡Chúpate esa! Pues nada, más risas. Sobre todo se tronchan Berlusconi y Sarkozy (sus amigos de risas).
Nuestro optimista irredento, de esos que se hunden con la patria en vez de intentar reflotarla, le dice a Rajoy que sea más cachondo como él, que esas bromas se las gastan los Primeros Ministros (que se fastidie Mariano que no es Primer Ministro ni nada y encima doble perdedor) y que evidentemente él no las entiende.
Pero el mejor chiste de estos días, de esos que remontan crisis económicas que da gusto, es uno que contó mi tocayo Pedro Solbes en el Congreso de los Diputados (Globo Media a cerrado contrato con el Estado español para retransmitir desde allí “El club de la comedia”): “nosotros nunca hemos negado la crisis”. Mi mujer Marga Collazo casi tuvo que llamar al SAMUR del “descojone” que me dio (todo esto en vísperas de nuestra boda es muy preocupante, lo digo por lo del des-cojone y la luna de miel). Pero una vez oído al cachondillo de don Pedro me he quedado más tranquilo, sobre todo con eso de que esta es la peor crisis que él ha visto nunca. Risas.
Pero hay un “mogollón” de gente que se “troncha”: el señor de la tienda de electrodomésticos de Getafe que ha tenido que cerrar después de veinte años de negocio, al igual que la mujer de la tienda de muebles y las fruterías de barrio. Unos cachondos todos. Se están “partiendo la caja” los padres que tienen que dejarse un riñón en libros este año o a los que les han denegado las ayudas de comedor por ser “ricos” (que me “mondo”). Otros graciosos son los parados que son gente de chiste fácil allí en las colas del INEM y los que están cayendo en la morosidad hipotecaria también son unos cachondos. Todos ellos viven en la “primera división” de la economía, la española, “la más sólida”, quizás, del mundo. O quizás no, cachondo.
Basta de risas y pongámonos manos a la obra (otros chistosos los de la construcción) con la economía. La risa que remedia muchos males, no reduce hipotecas ni da trabajo. A menos que decidamos escribir monólogos para políticos cachondos que nos matan de risa con sueños económicos a largo plazo, como Zapatero el cachondo, que vive en el País de la Maravillas sin Alicia ni conejo parlanchín. Los dos están el paro. ¡Qué risa señores, qué risa!

24 septiembre, 2008

Caminar

Hay que caminar. Si nos quedamos inmóviles, temerosos y tristes la "realidad" (el entrecomillado es de Nabokov) terminará consumiéndonos. No temamos el camino que vayamos haciendo al andar. Escuchemos como Don Quijote a los perros que ladran porque caminamos. Disfrutemos del paisaje mientras haya luz. Llegará un buen día el crepúsculo definitivo y se terminará el camino cuando hallamos dejado de andar. Para ese día espero tener la pupila llenas de soles y en el horizonte, al Creador.

Mortal y rosa

Conservo con cariño el ejemplar de Mortal y rosa que Francisco Umbral me firmó en el Círculo de Bellas Artes. Lo había leído y lo subrayé profusamente. Aprendí mucho y descubrí al Umbral que se escondía tras el personaje Umbral.
La literatura en forma de diarios es muy popular. Desde el famoso Diario íntimo de Amiel pasando por los "tomazos" de Salón de pasos perdidos de Trapiello hasta el reciente Dietario voluble de mi perseguidor Vila-Matas (que me ha regalado mi mujer Marga Collazo como despedida de nuestra soltería), la literatura en este formato busca la cercanía a la intimidad, seducir con hechos del alma el corazón de los lectores.
Mortal y rosa consigue este objetivo, sin ser ficción. Comunica al lector las dos grandes pasiones del autor: su hijo y la Literatura. Del hijo y su enfermedad Umbral se queja, llora. Protesta por lo que él entiende como un suicidio de la civilización, es decir, la muerte de un niño. En el hijo que se marcha poco a poco, que se apaga, se centra toda la carga existencial y dramática, la tristeza profunda y rabiosa ante la perdida.
Pero la contraparte del libro, la Literatura, se transforma en el bálsamo, el clavo ardiendo, el ancla. Umbral retoma los senderos de su vocación, se repite en soledad qué es la Literatura y la llama en su auxilio. Quiere verse reflejado en los libros, atrapado, rescatado por ellos. Francisco Umbral, golpeado por la tragedia no renuncia a su destino irremediable como escritor sino que en medio de la vorágine se confirma como tal.
El terror ante la muerte de un hijo, la decisión de no renunciar a la Literatura aun en su ausencia, son toda una lección vital pero también lo es la técnica con que son tratados estos sentimientos, esas sensaciones terminales, profundas, al borde del abismo. Lo fragmentario de los textos, la metáfora certera y precisa, convierten este texto fundamental de la Literatura española en un referente para los que pretenden hacer literatura hoy.
Sobre el hijo un breve fragmento de los tantos en este libro: "vivo de llorarte en la noche con lágrimas que queman la oscuridad". Sobre el ser de escritor dice: "escribir es sólo la exteriorización de una actitud y de una óptica. El escritor va por dentro".
La edición que me firmó Umbral es la misma que ilustra esta reseña, la de el periódico El Mundo. Félix Grande dice en el prólogo que Umbral "estaba tan aturdido de dolor que no se daba cuenta de que escribía un monumento a la literatura". Razón no le falta: Francisco Umbral a conseguido la metáfora perfecta y la ha escrito en un libro. Consiguió convertir en Literatura la más grande de las heridas: la muerte de un hijo. Aquí nos queda uno de los libros más brillantes sobre la oscuridad. El más triste sobre la alegría de ser escritor.