28 octubre, 2008

De la amistad

Decía un viejo filósofo que no existe mejor actividad a la que de dicar la vida que a tener amigos. Ya he comentado que esto de las nuevas tecnólogías vale mucho a pesar de que no entiendo casi nada de estos aparatejos. Internet acerca la memoria y es capaz de sostener los recuerdos de tantos seres humanos (internautas) y repartirlos y compartirlos, queriendo uno o no, con medio mundo. Hoy vi la foto que ilustra este artículo. Sus componentes son las "viejas" glorias de uno de los mejores grupos scout de todos los tiempos (¡que exagerado! pero así es uno cuando recuerda) en Panamá: el grupo 9.
Se reencontraron (como Menudo pero más machos) y se dedicaron a jugar Argolla india y a desempolvar la memoria. Yo no estuve, pero me llamaron por teléfono para echarme de menos y para prometerme que el reencuentro se repetiría. Esa noche de la llamada me puse sentimental y recordé en voz alta, ante la antención emocionada de mi mujer Marga Collazo, tantos buenos momentos vividos con una pañoleta al cuello y las ilusiones en la mirada.
Hoy me encontré con esta foto en un álbum virtual, en el de mi querido Herbert Ureña, grande de la música en América Latina, y me he sentido afortunado por formar parte de una memoria colectiva. Ezequiel Mata (Zeke Mata, al que siempre envidié su manera de jugar al basket) ponía un comentario a la foto: "lo que hacemos por la amistad y la birria...". Y qué bueno que sea así.
Me robaron un libro de mi amigo Pedro Laín Entralgo que se llama "Sobre la amistad". allí Encontré una historia de amistad en tiempos de los griegos que yo había leído con mucho entusiasmo en mi Libro Cuarto de lectura El sembrador (¿se acuerdan?) que era el texto español que teníamos para la clase de lectura en aquel Panamá remoto de mi niñez. La historia es sobre la amistad entre Damón y Pitias. Les dejo como tarea buscar la historia, leerla y preguntarse cada uno cómo quiere a su amigo.
¡Cuanta amistad, cuanta memoria viva! No importa que ya no parezcamos los de entonces (ninguno lo parece), da igual que vivamos en continentes distintos o que ya no seamos tan inocentes como antaño: lo importante es que esos sentimientos nobles entre muchachos no se han extinguido ni por el paso del tiempo ni por lo dureza de la vida. Vuelve a quedar de manifiesto que los griegos tenían razón en esto como en otras cosas: no hay nada mejor que tener amigos y si los conservas mucho mejor.
Pronto nos veremos amigos y cruzaremos memorias y suspenderemos olvidos y volveremos a ser como antaño, aunque sea por unas horas, los muchachos de ayer que saludaban con la mano izquierda sin saber que de ese lado siempre nos podríamos encontrar porque ese es el lado de los recuerdos, del alma, de la vida.

27 octubre, 2008

Perder

A todos nos asusta. A todos nos disgusta. A todos nos acecha. Pero aunque nadie quiera aceptarlo, perder es una condición innata del hombre. Perdidos llegamos a este mundo y muchos continúan así hasta la tumba. Unos perdieron la fe y otros han perdido el amor aquel que creyeron eterno. Algunos las ilusiones, ese combustible necesario para hacer que se mueva la rueda de la vida. Otros pierden la vergüenza y otros, qué triste, pierden la virtud de luchar por lo que quieren. A veces me canso se luchar y prefiero perder a permanecer de pie.
Contra el perder no hay más remedio que luchar, no hay más que hacer que mantenerse caminando. Quienes se detienen les asalta el pánico y quienes no miran para adelante corren el riesgo de perder los referentes y asumen el riesgo de perderse para siempre en el laberinto trágico de la tristeza.

26 octubre, 2008

Puro cinismo

"El pasado es pasado y punto". Esto sostienen muchas personas, sobre todo las que quieren volver al presente como si el pasado nunca hubiese ocurrido. Es terrible esta filosofía vital, sobre todo si hablamos de política y de los destinos de una nación como la panameña.
No se le puede permitir al PRD que de un solo plumazo destroce la memoria histórica de los panameños. La señora Balbina Herrera, “hija de proceso revolucionario”, no es ni más ni menos que una versión refinada de la misma prepotencia y descaro que durante las dictaduras. Desde Omar Torrijos pasando por el articulista de pro Rubén Darío Paredes y llegando a Manual Antonio Noriega y todos sus secuaces militares, políticos y civiles formaron parte de una dictadura se pongan como se pongan. Esa es historia de Panamá, no podemos pretender tapar el sol con la mano. Quien tal cosa pretenda no merece presidir la República ni tampoco ser periodista. Este país nuestro necesita de hombres y mujeres valientes, dispuestos a poner la verdad sobre la mesa y no esconderse tras pactos éticos.
Torcer el juicio, torcer la realidad de los hechos, es pervertir la ética, lo que terminará escorando el barco de nuestra patria hacia unas aguas turbulentas de las cuales saldremos todos muy mal parados. Este es el momento de la verdad, es el momento de demostrar que tan transparente se es y que tan nueva es esa patria que se nos prometió.
Que la señora Balbina Herrea tiene un pasado político es obvio, se encuentra en las hemerotecas y las televisoras que deberían poner al servicio de la memoria política de nuestro país el perfil de esta señora que por mucho que ponga a disposición del “pueblo” sus finanzas, según ella dijo estos días desde Colombia, no es suficiente para perdonarle todo lo que hizo cuando estaba muy bien escoltada por sus queridos "militarotes".
Encima quieren usar fondos públicos para favorecer el clientelismo político. Se llevan las manos a la cabeza porque se pretende firmar en el pacto ético que no se usen programas sociales del estado para ese fin. Son unos cínicos y su cinismo sólo es superado por su falta de ética. No es posible que los panameños permitamos estas cosas. Nos toca estar a la altura de las circunstancias. El mundo se fijará en nosotros y en las manos que vayan a gestionar los fondos para la ampliación del Canal.
Mientras, el pueblo hace fiesta entorno a Saladino y a Margarita, dos soñadores ahora idolatrados que lograron su meta a pesar de la desidia del Estado. Pero necesitamos más que eso. Necesitamos cultura, la de la lectura, la que se revela ante las injusticias, la que no permite que le engañen porque no olvida lo que le hicieron los mismos cínicos, que quieren ahora nuestro perdón, para volver ha hacernos lo mismo que hace veinte años. Son los mismos, aunque ahora escriban en periódicos y no lleven uniforme o hayan sido ministros, son ellos, son los mismos. Puro cinismo, puro.

25 octubre, 2008

Fuimos dos

La nostalgia sobreviene siempre de súbito, cuando no la andas buscando. Me he levantado temprano esta mañana de sábado para escribir mientras mi familia duerme bajo las sábanas en este otoño que comienza a apoderarse de Madrid con la frialdad del invierno. Me conecto a Internet, recibo invitaciones de amistad de la comunidad de amigos Facebok y consiento por esta vez. Mi cuñada, Leica Ng, me manda fotos de mis sobrinos Elizabeth, pizpireta, de ojos vivos e inteligentes, luce una sonrisa de niña feliz, creativa, y Pablín, que mira a la cámara con divertida curiosidad, rollizo y sonriente. Tiene mucho de la cara de su tío, mi mamá me lo confirma por teléfono, y me alegro del parecido, sobre todo porque no tiene como yo a sus años la mirada triste. Ambos están sentados con el Coronel Sanders en un Kentuky Fried Chicken en Panamá, muy lejos del Madrid otoñal en el que vivo.
Mi memoria salta directamente a mis años de niño junto a mi hermano Pablo, ese ser que puebla las historias que le cuento de mi infancia a mi hija Lucía todas las noches. Y es que mi vida junto a Pablo, Pablito, da para muchas noches de risas y de nostalgias.
Fuimos dos, caminando por la Avenida Central con mi mamá, de "window shoping" y de visitas al Mc Donald's y fuimos dos corriendo sin parar por la casa de nuestra abuelita Chela salvando al mundo porque éramos Batman y Robin.
Fuimos dos los scouts, los jugadores de argolla india, sobre todo Pablo. Fuimos dos los que íbamos a la Iglesia en Villa Cáceres cuando las cosas parecían eternas. Fuimos dos cuando invadieron Panamá y fuimos dos en mis momentos más difíciles.
De aquella memoria, de aquellos años, quedan un sin fin de recuerdos que necesitarían muchos artículos, muchos libros. Me sorprendió la infancia esta mañana de otoño, me ha visitado el recuerdo, me ha enganchado el corazón unas ganas locas de ir a Panamá para abrazar a mi mamá y a mi hermano y a sus hijos, mis sobrinos. Bendito invento este de Internet, así puedo verles crecer aunque me pierda sus besos y sus preguntas, aunque su voz no me llame por la calle tío y me devuelvan así mi nombre.
Fuimos dos y lo somos, aunque halla entre nosotros un océano de distancia.

24 octubre, 2008

Vila-Matas, perseguidor

I
Al principio pensé que eran cosas mías. “Eres muy aprensivo”, me decía mi madre cuando era pequeño, pero no. En cuanto leí por primera vez lo de las casualidades literarias, cuando me enteré de que era posible encontrase uno con los textos que se leen o se escriben, comencé a fijarme. Por allá por el año 1995 compré un libro de cuentos, “Recuerdos inventados”, una antología de un tal Enrique Vila-Matas. Era una “antología personal” y era mi primera vez con este escritor. En uno de sus cuentos, “La hora de los cansados”, un hombre decide perseguir a otro que a su vez está persiguiendo a un negro llamado Romeo. Me asusté: un personaje de mis cuentos, un tal Rodrigo, conocido por su amada como Romeo, se vino a España a buscar fortuna como actor de en el teatro. Desapareció. La protagonista, una negra colonense, actriz, se vino detrás de su Romeo desaparecido y terminó sus días loca en la Gran Vía madrileña recitando entre delirios el texto de Shakespeare, viendo ante sus ojos negros y ya locos a su amado Rodrigo-Romeo. Negra persigue a negro. Casualidad. Vila-Matas dice del negro de su cuento que parecía un “boxeador tierno y cansado”. De pronto, desde un cuento remoto y catalán mi personaje surge convertido en una suerte de boxeador perseguido. Qué casualidad. Lo del cuento, pase, pero resulta que una de las grandes cunas de boxeadores panameños es la provincia de Colón, en la costa Atlántica panameña donde la mayoría de la población es negra.
Más raro es que el personaje de Romeo de Vila-Matas amenace a su perseguidor con partirle la cara como le saque en el supuesto cuento que iba a escribir: no quiere salir en ningún cuento. Mi personaje desaparece también del mapa de mi cuento, no comparece más que en los recuerdos de su Julieta loca en Madrid. Siempre he creído que mi personaje se fue a Barcelona y le confesó a Vila-Matas que no quería salir en ningún cuento. No se atrevió a decírmelo en su día. El escritor catalán sólo me lo ha hecho saber por escrito y comenzaba a perseguirme.

II
Decidí apartarme de Vila-Matas con recelo. Me fijaba mucho y me daba cuenta que era cierto lo de las casualidades literarias. Leía a un escritor y aparecía en el programa de los libros en televisión o si leía el diario de Kafka coincidía con el día que estaba leyendo. Me encontré por aquel entonces con otro escritor de las casualidades y el azar, Paul Auster, que contó cómo había comenzado a escribir “La ciudad de cristal”. Increíble. La Literatura me confirmaba por otra vía y desde otro continente que las cosas podían ser así. Todo parecía formar parte de la literatura y de la vida, todo es parte de lo mismo. Leyendo a Auster me sentí más acompañado. ¡Qué casualidad! Paul Auster y mi perseguidor publican en la misma editorial: Anagrama.

III
Lo de las casualidades me intrigaba y no fuera a ser cosa de demonios literarios. Por esas fechas, año 1998 más o menos, realizaba yo una investigación sobre el satanismo y su influencia en la música y su impacto en los jóvenes. Pasé varias jornadas con mi Biblia y una extensa bibliografía persiguiendo a Satán, Príncipe de este mundo. Un artículo de prensa del que me deshice hace tiempo me revelaba una noticia espeluznate y literaria E. Vila-Matas, leído ante un espejo, revela la naturaleza de mi perseguidor SATAM ALIVE. Llamé a mi madre a Panamá y se lo conté por encima para no inquietarla. Me dijo que no fuera tan aprensivo y que dejara de leer libros raros.
Desde entonces pongo más cuidado en lo que leo de Vila-Matas y confesé a mis amistades de que estaba siendo perseguido por el escritor catalán. Unos se rieron, otros me dijeron que las muchas letras me iban a volver loco o más raro de lo que ya era. Ninguno culpó ni a la literatura ni a Vila-Matas que pasó a convertirse en una obsesión silenciosa, de esas que no compartes con nadie por miedo a exponerte a la realidad: nadie te persigue excepto tú mismo.
Leí recién estrenada mi admirada obsesión un libro prodigioso. “El viaje vertical”. ¡Qué casualidad!: el destino de Federico Mayol sería el mío, años después, pero yo no llegaría yo a las bodas de Oro. El azar no descansa. El viaje vertical no cesa.

IV
La persecución continuaba. En cada artículo, en cada esquina de un autor, en los periódicos. Vila-Matas, con su apostura de perpetuo joven, con su pinta de vampiro, me iba llenando el sendero de trampas azarosas y juegos literarios. No pensé verle nunca pero me ocurrió una de esas cosas que él y yo sabemos. Cuando decidí leer a Tabucchi, sostuve que aprovecharía la presentación de su novela “Se está haciendo cada vez más tarde”, para conocerle en persona. Al llegar al Círculo de Bellas Artes resultó que uno de los que presentarían la obra era Enrique Vila-Matas. No me lo podía creer. Tabucchi-Vila-Matas ¿que tendrán que ver? Contó entonces mi perseguidor (contestándome sin que yo le preguntara), que se conocen desde muy jóvenes. El catalán era el niño que le decía al italiano, cuando veraneaban, muro con muro, en el Cadaqués de los cincuentas que “los adultos son estúpidos”. Y tenía razón el niño y tiene razón el escritor y las casualidades. Por cierto. ¡Qué casualidad! Acabo de enterarme, mientras escribo estas pruebas de persecución, que mi amigo Doménico Chiappe entrevistó a Tabucchi en esa ocasión. No lo sabía (bendito Google). Cierra su entrevista con la anécdota de Vila-Matas y Tabucchi en Cadaqués. Juzguen ustedes.

V
Me pasó lo de Federico Mayol. Se acabó mi matrimonio y aunque lo lamenté en su día hace mucho tiempo que ya no. Pero incluso, en aquel lance, la sombra de Vila-Matas se alargó sobre mí. “Doctor Pasavento” se publicó en el 2005. La compré y después de meses de una agonía (entiéndase también como lucha) terrible comencé a leer. La fecha de cuando empecé la lectura de esta novela la consigné en la página 17. Relata el narrador que después de imaginar un viaje a Sevilla, le invitan de verdad a ir a esa ciudad a dialogar con Bernardo Atxaga sobre las relaciones entre realidad y ficción. Mientras leía me encontré con una fecha: 16 de diciembre de 2003. Yo me sorprendí, como lo hace mi perseguidor en su texto: “No, no puede ser. Pero sí que podía ser, claro”. Yo emprendía la lectura dos años después de esa fecha pero ese mismo día.
Navegando por internet me encontré, por casualidad, con una revista literaria llamada “Invierno en Panamá”. Les escribí, soy panameño, y les conté que estaba leyendo a Vila-Matas y que lo estaba pasando mal, que vivía en un “invierno”. Me contestaron días después: uno de los primeros a los que solicitaron colaboración (eso dijeron aunque ya no tengo el correo que recibí) fue a Enrique Vila-Matas. Me reí como pocas veces en muchos meses aquel año. Seguía persiguiéndome a pesar de todo. Eso era buena señal.

VI
No he dejado de leerle y no ha dejado de perseguirme. Este año que es el año de su 60 cumpleaños. Mi mujer Marga Collazo cumplió 30 el día 1 de marzo. Yo nací el 26 de marzo, justo el año en que no escribió nada más que de cine. Justo el cine que mi tía abuela Paula adoraba en Panamá y que seguía en una revista chilena de cine y teatro: Ecran. La mujer de mi perseguidor se llama Paula y a mí la cinefilia, de la que escribió el año que nací yo, me corroe también.
El jazz que me trajo Marga tiene cabida en nuestra persecución. Una mañana, estaba escuchando a Chet Baker, había comenzado a escribir un artículo sobre perseguidores literarios. Eché mano de Vila-Matas, exactamente de "Bartlevy y compañía". Fiel a mi costumbre de anotar en la última hoja de los libros que leo los temas que me interesan y su respectivo número de página, comencé a repasar mi vieja lectura. Me encuentro con la entrada "jazz" y me voy a la página 157 y resulta que Pineda, un viejo amigo del narrador de Vila-Matas pone música de Chet Baker que, a partir de ese día, pasó a ser su intérprete favorito. Cosas de los libros. Pensé en mi obsesión y me dispuse a escribir. Cuando se lo conté a mi mujer, Marga Collazo, me dijo con una sonrisilla de genio que no podíamos seguir así, que teníamos que conocernos. "Quién ¿Chet Baker y o yo?" pregunté creyendo saber la respuesta. “No, tú y Pineda que sois muy grises”. Me sorprendió: pensé que me diría que Vila-Matas y yo. Sobre la manía persecutoria del escritor no dijo nada aunque creo que tiene su propia teoría.

VII
Conocí a mi mujer Marga Collazo hace casi dos años, nos enamoramos y nos hemos casado. Venimos de explorar el abismo, cada uno por su lado. Amamos los libros, el cine, la criminología y a nuestra hija Lucía. De Vila-Matas le gusta eso de dedicar toda su obra a su mujer y va leyendo cosas de mi perseguidor. Para nuestra despedida de soltero me regaló “Dietario voluble” en cuya portada aparece Vila-Matas dando la espalda. Me reí cuando me lo dio. “¿Qué?”, preguntó Marga. “Al final parece que quien va detrás de él soy yo”. Marga se rió y me dijo que estoy enfermo de literatura, “mal de Montano”, dije y ella me replicó “lo ves” y pusimos de vuelta a casa después de cenar y darnos los regalos a Van Morrison, el que escucha Vila-Matas en casa.
Lo último ocurrió el día de nuestra boda. Al salir para el lugar de la ceremonia me llevé un libro al azar: “Dietario voluble” era el que tenía más a mano y quería arriesgarme. Tenía que esperar a un amigo que me recogería para llevarme y vestirme allí para casarme con la mujer de mi vida. Tenía casi una hora de espera por delante: solo y soltero. Me metí en una cafetería, pedí un café y me dispuse a leer temiéndome lo mejor: que Vila-Matas apareciera por allí. No me defraudó: me dejó unos deberes y un recuerdo. Debo escribir. Sugiere como en otras ocasiones el título de un libro que debo escribir: “Lo que pasa cuando no pasa nada”. Un recuerdo: el de Tito Monterroso y sus moscas eternas. Me hizo gracia: unos días antes le había contado a Lucía “El dinosaurio”. Tiene cuatro años y se quedó desconcertada por la brevedad. Me pidió otro cuento y se lo relaté. Incluso para ella era muy breve.

VIII
La cosa no terminará aquí: me perseguirá, ojalá me alcance, y con él vendrá la literatura.

23 octubre, 2008

Vicky, Cristina, Barcelona

Woody Allen consigue una vez más engancharnos a un historia cotidiana que termina por llevarnos a una reflexión digan lo que digan. Cualquier arte que no nos haga pensar, aunque sea un poco, no es arte. Las pasiones y decisiones que nos relata Vicky, Cristina, Barcelona, son una muestra de que Allen está reinventándose constantemente, no permitiéndonos que le tengamos por anticuado ni mojigato. Ni mucho menos que le consideremos sólo un buen escritor de comedias. Digo estos por los que a día de hoy sostienen que no les gusta el humor de Allen. ¿Han probado sus dramas?
Aceptable la nueva cinta de Allen que no llega al nivel de Match point. Esto no quita que esta nueva película sea parte de una muy alta representación de lo que el genio de Woody Allen es. Aparte eso esta película resulta un desafortunado descalabro de los artistas españoles. Creo que Javier Bardem y Penélope Cruz, cuando no se interpretan a sí mismos están francamente mejor.
De Barden ya se sabe, sus personajes en Antes que anochezca, No es país para viejos o Mar adentro son grandes trabajos pero este con Allen, en el que el personaje tiene mucho de él mismo hace aguas. De Penélope Cruz, que no es santa de mi devoción, no podemos poner tantos ejemplos, Volver de Almodóvar, como mucho, y pare usted de contar. No están a la altura ninguno de los dos.
Las pasiones entre estos dos personajes (Juan Antonio (Bardem) y María Elena (Cruz)) tan raciales, no parecen corresponder con la ciudad en la que se desarrolla la película. Pueden darse las pasiones (faltaría más), pero en muchos momentos de la cinta, una vez se reencuentran, parece que estamos ante un drama pasional andaluz más que en la ciudad condal. Aun así, la cinta tiene un fuerte que la salva de estos escollos: el guión, que es lo más sólido.
Allen se adentra en esas pasiones sexuales y afectivas que van nutriendo sin remedio nuestra sociedad y la van llevando a una búsqueda sin fin de satisfacción. El personaje de Cristina (Scarlett Johansson) en el prototipo de insatisfecho crónico, una de los grandes males de hoy. Por otro lado esta Vicky (Rebecca Hall) que sin saberlo se ha encerrado con una satisfacción frágil, que a la primera de cambio, sucumbe bajo la presión de las pasiones, algo que ve como en una bola de cristal en la vida de su anfitriona Judy Nash (Patricia Clarkson) que, a pesar de estar “felizmente casada”, hace mucho que no ama a su marido.
Al final nada es lo que parece, nada satisface tanto y es muy probable que lo que tenemos, dadas las circunstancias, no sólo sea lo mejor sino que, talvez, sea lo único.
Película de grandes pasiones y de grandes momentos de guión Vicky, Cristina, Barcelona la vi con mi mujer Marga Collazo el día de su estreno en España, a la sazón, nuestro último fin de semana de solteros: 19 de septiembre. Al estreno acudieron, en un cine de Coslada 19 personas (uno de ellos llegó empezada la película). Casualidades numéricas para una película que no necesita suerte para triunfar porque está hecha con genio. Desde aquel día la película se ha ido recuperando y ya la han visto un millón de espectadores en España. Hasta un colectivo gay la ha premiado. No sé porqué, la escena del beso no es más que eso, un beso y nada definitorio sobre tendencias sexuales. No podrán, espero, encasillar esta película. Woody Allen y su genio son así, de todos, sin más etiqueta que la de buen cine.

El que ríe el último...

Parece que lo estoy viendo. El Presidente del gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero, alias el Cachondo, haciendo su chistecito en Nueva York, ante la fanaticada gringa, sobre el sistema financiero “más sólido” del mundo. Aunque esto moleste a Berlusconi y a Sarkozy (“mi amigo” dijo). Risas ¿recuerdan?
Ahora su "amigo" Sarkozy le ha dejado fuera de la cumbre para refundar el Capitalismo. Dice que no quiere crear un agravio comparativo con Polonia (a la que duplicamos en el PIB). En fin que se la a hacer.
Da igual que seas octava potencia mundial, da igual que seas campeón de Europa, que tu tenista sea el número uno del mundo, que la cocina española esté en boga o que Woody Allen haya firmado con una productora catalana para rodar dos películas más en España. Todo eso da igual si el día del desfile del 12 de octubre (ese “coñazo” Mariano), no te levantas ante la bandera americana (cuando estaba en la oposición), dejas a tus aliados allí tirados en Irak, o te burlas de economías como la italiana y sobre todo la francesa. Al final todos tienen su corazoncito.
La política exterior de este gobierno, tan errática desde el principio, nos ha llevado a este callejón sin salida (el Presidente se va a la cumbre Asia- Europa a ver que puede hacer) ya que es casi un hecho que no estaremos con los grandes del mundo económico en esa reunión “vital”, nos dejan fuera de la primera división del mundo occidental. Qué risa.
La Oposición, con Mariano alias el Cuestionado a la cabeza, hacen leña del árbol caído y andan a la gresca con los navarros que les han dejado tirados con lo de los presupuestos. Andan muy entretenidos con el tema. Tendrían que exigir a una voz que se nos permitiera participar en la cumbre, tenemos mucho que decir allí pero, ya se sabe, la política es la política. Mientras, a reír señores, que son dos días (no hay mal que dure cien años… decía mi abuela).
Todo se mueve, al final, por pasiones tan comunes como la rabia, los celos patrioteros y demás debilidades del alma humana. No valen los números ni los méritos deportivos, hay que bailar al son de la música que tocan los grandes. Es en esa sordera político-musical es en lo que éste gobierno falla y lo que ahora nos pasa factura a todos.
Sobre los presupuestos ya hablaremos. Mi tocayo Pedro Solbes y su pandilla creen que estamos en el País de las Maravillas y no congelan gastos. En fin. Como sigan así las cosas con esta crisis, tendremos que llamar a este sendero “pagando el pollo” o “pagando las sardinas” porque los que es el pato está carísimo, como todo, como lo de reírse de los demás y hacer chistes sin gracia: te cuesta una cumbre y un viaje a China castigado, (para hacer de “huele peo”) a ver si te hacen un hueco y para que la próxima vez te lo pienses mejor. Recuerde señor Presidente lo que decían nuestras abuelas: el que ríe el último…

21 octubre, 2008

Panamá ¿conocida?

Hace unas semanas pasamos nuestra Luna de Miel por tierras granadinas. Mi mujer Marga Collazo y yo elegimos el viaje, nos dimos el sí quiero y nos la pasamos por aquellas tierras, comiendo bien, bebiendo buen vino, y disfrutando de la belleza de los monumentos de esta tierra que guarda en sus entrañas el cuerpo del gran Federico García Lorca, a la sazón, uno de los favoritos de mi mujer.
Andando por Granada nos encontramos con una brillante idea gastronómica: un restaurante apto para celiacos, sin gluten ni lácteos, del cual se puede comer muy barato porque todo es para llevar. Vamos, un restaurante apto para todos. Lo regentan unas amables inglesas que tienen cara de buena gente. Además, te enseñan a cocinar toda esa comida tan sana. El sitio en cuestión se llama El piano.
Marga y yo pasamos por allí con ganas de comer y una muchacha al vernos con cara de búsqueda hambrienta salió con un volante y nos preguntó si conocíamos el restaurante. Contesté que no y le pasé el volante a Marga que leyó “bolitas de Panamá”. “¿Cómo son?”. “Qué”, respondí, “Las bolitas de Panamá que pone aquí” me dijo mi mujer. Me quedé intrigado. Cuando uno sabe que el 95% de los españoles, elegirían Costa Rica antes que Panamá para su Luna de miel o un viaje a Centro América, se queda intrigado ante la posibilidad de que alguien cocine cualquier cosa que se llame Panamá.
Entré y dije que era panameño y pregunté cómo eran esas bolitas con el nombre de mi país. Describo lo que se me dijo: “son una bolitas de harina de maíz, con albahaca, granos de maíz y guindilla”. La muchacha me dijo que me regalaba una por ser de Panamá. La probé, estaba buena pero no recuerdo (ayúdenme todos a recordar) haberla comido nunca en mi vida. No era una torrejita, ni una empanada de maíz, nada de eso. Era una “bolita de Panamá”, como las “Panama Jack”, o como los “sombreros Panamá”, que nada tienen que ver con nosotros. Incluso si buscan una revista literaria en la web, “Invierno en Panamá”, se darán cuenta de que lo único panameño que tiene es el nombre. Muy poco se conoce de Panamá.
¿Quién remediará esto? En la Exposición Universal (tengo fotos) había cuatro sombreros y tres molas como quien dice. Triste. Y esa gente, según me informan, fue por su cuenta hasta Zaragoza sin ayuda apenas del gobierno. Cuando Enrique Jaramillo-Levi estuvo por acá por España presentando sus dos nuevos libros, dije delante del Embajador panameño y la agregada cultural, que la mejor manera de dar conocer a Panamá es apoyando escritores, haciendo posible su difusión en Europa. La agregada me dijo medio molesta que ella sí se mueve porque había invitado a mucha gente a la presentación (sobraron sillas, muchas) que compartía nuestro escritor con Carlos Cortés, novelista tico.
Panamá no es conocida por acá. La gente, mucho ignorante puede ser, me pregunta cómo está la cosa, si los gringos siguen o si el Canal ya lo devolvieron. Nadie difunde imágenes turísticas de nuestro país, nadie pone en circulación la idea turística que hay que poner en la mente de los europeos: “Panamá es el mejor destino de América Latina”. Nadie lo hace. Aun así nos encontramos con “bolitas de Panamá” y con gente que quiere visitar “mi” país por ser yo de allí, no por nada más. Mucha “Panamá defendida”, mucho nacionalismo “ombliguista” pero el gobierno ni hace nada por nuestro turismo, ni por sus escritores, ni por la cultura. La mejor manera de defender Panamá es darla a conocer, no condenarla al ostracismo turístico. Argumenten los aludidos lo que quieran: en la calle, si preguntamos a cien españoles por Panamá, o a cien europeos, seguro que un 80% no nos ubicaría en el mapa, ni mucho menos iría a visitarnos pero, seguro, que se pondrían un sombrero, se comprarían una botas y se comerían una “bolita de Panamá”, lo más cercano que llegaran a conocernos, por mucho que defendamos Panamá, por mucho que nos empeñemos en ser puente del mundo, por mucho que deseemos ser corazón del universo.

Fabián, Miles y yo en el ascensor

Volvió a ocurrir. Ayer, después de un día de vértigo en la oficina, teníamos hora para que un técnico de nuestro operador de teléfono nos instalara los aparatos necesarios para ver la televisión. Vaya por delante que me alegré de que me dijera mi mujer Marga Collazo que vendría alguien a ponerlos porque yo, ni idea. Nos llamó por teléfono al móvil porque no estábamos aun en casa. "Diez minutos más", pedí, educado y rogante. Esperó el hombre y estando ya en casa sonó el telefonillo. Me alegré.
Por la puerta entró un hombre alto, silencioso, con ojos azules y pausado, con unas gafas colgando al cuello. Parecía uno de esos genios que se encierran con pensamientos y libros, pensé, y me di cuenta que, salvo los ojos azules y las gafas, acababa de describirme. Se sentó habiendo descargado su mochila roja y me preguntó por la toma del teléfono. Le enseñé dónde y sentado en el sofá, comenzó a sacar todos esos aparatos necesarios para hacer que la televisión se vea. El hombre miraba alrededor, los libros que llenan toda nuestra casa parecían sorprenderle, no incomodarle. Sobre unos cuantos que tengo en una mesilla secuestrada, estaba Ascensor para el cadalso de Miles. Lo cogió (¡atrevido! dirían en Panamá) y lo miró como quien se encuentra por la calle consigo mismo.
Procedió con las tareas técnicas. Llamó varias veces por teléfono porque el código de cliente que tenía apuntado no era el nuestro. “Es impresionante”, dijo en voz alta. No sabía que hablaba conmigo. “La cantidad de libros”, dijo y yo contesté con vergüenza que sí, que bueno... “Yo tengo el mismo dilema”, confesó, “acabo de mudarme y tengo que colocarlos”. ¡Por fin alguien con nuestro mismo problema! “Y encima los discos de jazz”, siguió diciendo, “tengo cinco mil”. ¡No podía ser! “Y encima -señaló el disco de Miles-, este disco que es especial para mí”. Pensé en Vila-Matas y estuve a punto de llamarlo.
Colocó los aparatos Fabián (así se llama) y nos confesamos las mutuas desazones por los libros desordenados, la pasión por el jazz, (sobre todo él, cinco mil discos ¡qué bárbaro!) y hasta opinamos sobre algunos escritores. Tiene de Sudamérica (Argentina para más señas) lo de los libros, confesó. Quedamos en vernos, conversar todos juntos, sus niños con la nuestra y su mujer y Marga con nosotros para hablar de lo humano y lo divino.
Me impresionó cuando dijo que lo más curioso era que de todos los discos que podíamos tener encima de los libros fuera precisamente Ascensor para el cadalso de Miles. “Va conmigo ese disco”, confesó. A ver si mi amigo contacta y nos tomamos ese té con la familia para subirnos con Miles al ascensor y disfrutar de la vida mientras los libros se van escribiendo. Otra vez Vila-Matas y sus casualidades literarias. Comienzo a temerme que vivo en un libro o en un álbum de jazz.

12 octubre, 2008

Titular

Al principio Ignacio los llamaba de cualquier manera y ellos venían. Cuando los presentaba nadie los entendía, se perdían todos por un camino tan breve que volvían cansados de él. Un buen día, Lauro Zavala le dijo que los llamara bien, “así nadie se perderá”.
Desde entonces todos transitan los caminos breves de Ignacio sin perderse. Y no se cansan de ir y volver.
Novena enseñanza: El arranque de un microrelato es su título. Allí se gana y se pierde todo, aunque parezca poco.

Miles y el Ascensor

Que Miles Davis es un genio no cabe duda. Lo que me impresiona sobremanera es la capacidad de trabajo y la concentración excepcional que consiguió para crear la música para Ascensor para el cadalso, la película, ya saben, de Louis Malle. Yo he llegado a ella por medio de la música de Miles. Se respira melancolía, un blanco y negro rotundo, en cada una de las piezas de este disco. La música del genio sobrevive y se agiganta por sí sola, independiente de las imágenes Malle.
Boris Vian, otro genio, hace hincapié en el tema Dîner au motel, del que dice que Miles lo interpretó con un trocito de piel desprendido de su labio. Escribió Vian que fue la casualidad, como sucede con algunos pintores, lo que llevó a Miles a ese momento estético único. Puede ser. De cualquier manera lo que dijo Boris Vian, es leyenda, mito del jazz.
Cuando escribo, me subo al ascensor con Miles y vamos charlando de los personajes, de las tramas, de la vida. Saco otra botella de Viña Mayor, pongo Chez le photographe du motel, y bajo las luces. Mi mujer Marga Collazo, que me trajo el jazz, entra en el juego en blanco y negro, con tinto del bueno, y nos dejamos llevar por una música que sabemos es única, irrepetible.
De Miles Davis hablaremos más. No he olvidado tampoco a Chet y su salto, mi obsesión con todo aquello. Mientras, sigo disfrutando de la leyenda de esta banda sonora, obra de arte por sí sola, que es Ascensor para el cadalso y perdiéndome también en los ojos seductores de la Jeanne Moreau de la portada.

Futuro

Lo único que podemos hacer con el futuro es construirlo en el presente. Da igual lo que pase mañana. Los que no construyen hoy, mañana serán arrastrados por la riada de afanes que trae adosado cada día. Los que no caminan hoy, mañana sentirán sus piernas entumecidas cuando el camino sea más cuesta arriba y requiera toda nuestra fuerza. Los que no sueñan hoy mañana amanecerán en la peor de sus pesadillas y nadie les despertará de su insomnio de desidia.
El mañana no nos pertenece, no sabemos qué pasará, es cierto. La única verdad es lo que construyamos, lo que caminemos, lo que soñemos hoy. Ese es nuestro capital. Que el futuro nos halle buscándole, que no nos sorprenda con sus caprichos crueles.

Mariano y el coñazo

Cuidado con los micrófonos don Mariano que la tecnología al final, como los niños y los borrachos, termina diciendo la verdad. Menos excusas de ámbitos privado y público y un poco más de sinceridad en los sentimientos patrióticos, déjese de posturitas políticas.
En fin señores, que los que comen de la política y de la exaltación de sentimientos tan nobles como el amor a la patria terminen por expresar que es un coñazo lo del desfile toca mucho la moral. Si le aburre su trabajo señor Rajoy, al paro, si no por lo menos créase lo que dice sobre España que no está la cosa como para andar con dobleces.