31 mayo, 2010

Francia Combatiente (Reseña)

La transparencia con la que escribe Edith Wharton (New York, 1862) es exponerse a una luz inspiradora, docente y de una calidad digna de considerar en otras obras de la autora. Pero la que nos ocupa, “Francia combatiente”, publicada por la Editorial Impedimenta (2009) es acercarnos a unos hechos históricos narrados con el rigor de las experiencias vividas, con las imágenes aun prendidas en la retina.
Lo que sabemos de la Francia ocupada por los alemanes es siempre lo que hemos leído en los libros de Historia, hechos casi siempre sumergidos en una frialdad académica que además no logra llegar al centro de las historias individuales. “Francia combatiente” de consigue ponernos en primera línea de fuego para ver aquella contienda con ojos renovados y con emociones nuevas.
Escrito con una prosa envolvente, con un dominio magistral de las imágenes Wharton consigue que veamos a aquella Francia invadida con una visión renovada y renovadora de lo que teníamos por fijo en la Historia. Es un texto que complementa y transforma lo que sabemos de la Primera Guerra Mundial.
Arrancando con “La imagen de París”, Edith Wharton nos lleva de la mano por los primeros compases del conflicto. Nos lleva por las calles de París, a la vera de sus gentes y nos ofrece su pensamiento, su coraje y su perspectiva de un serio compromiso con la causa. Retrata ese espíritu combativo en una elocuente frase: “si tenía que haber una guerra, entonces el país y cada una de sus almas estarían preparados para afrontarla”. Evidentemente querían la paz antes que nada pero, como dice la autora, si tenía que haber una guerra los franceses estaban dispuestos a todo.
Wharton va al frente, revisa la realidad, la visita más bien, para dar cuenta de ella en una serie de artículos que se recogen en el presente volumen y que estaban destinados la revista “Scribner’s Magazine”.

Son muchas las virtudes de Wharton: a la transparencia de su escritura hemos de sumarle su capacidad de recrear atmósferas, de situar los sentidos del lector en el espacio en el que ocurren los hechos. Por ejemplo nos dice con elocuencia que “entrar en la catedral fue como adentrarse en la densa oscuridad de una iglesia española” (página 26) o cuando habla de las peonías que tiene en su escritorio para mencionar más adelante que las menciona como símbolo de la energía humana capaz de volver a construir sobre lo que ha quedado convertido en desierto (página 97).
Describe con preciosismo austero, sin aspavientos narrativos y sin cargar de más las frases, dándonos imágenes hermosas que comunican realidad y estimulan la reflexión.
Cierra este libro "El espíritu de Francia", después de hacer un viaje por el frente, por las necesidades de los soldados, por la tragedias del conflicto. Al terminar la lectura hemos ido de la imagen al espíritu y es aquí donde la elocuencia de la prosa de Edith Wharton alcanza grandes momentos.
Una edición hermosa que atrae, una introducción precisa y rigurosa de Yolanda Morató y una traducción maravillosa de Pilar Adón hacen de este “Francia combatiente” un texto para visitar de cuando en cuando y una garantía de que la buena literatura sigue definitivamente siendo desencadenada a flor de alma, a ritmo de belleza.

Magnitud Imaginaria (Reseña)

Me dijeron que Stanislaw Lem (Lvov, Polonia, 1921-Cracovia, 2007) era adictivo y se quedaron cortos. Es más que eso, es inspirador, renovador, impulsor y hasta diría yo transgresor de todo aquello que se llama literatura. En Lem, los convencionalismos no valen, todo es materia literaria, incluso los libros que no existen, aquellos que están por encontrar escritor. Mientras estos ocurre, Lem nos ofrece en “Magnitud imaginaria” (Impedimenta, 2010) un tratado excelente de “Prologología”, género al que, como dice el propio Lem, hay que darle carta de nobleza, dándole a los prólogos y al arte de prologar la libertad que merecen. Porque prologar es un arte y porque nadie se atrevía a escribir el tratado de prologología Lem se embarca en la empresa y nos ofrece una fascínate y enriquecedora serie de prólogos a libros ¿qué no existen? ¿Que existen y no tiene prólogo? ¿Que se han de escribir y luego pedir a los dueños de los derechos del escritor polaco permiso para publicarlos junto con la obra? Lean y juzguen. Lo que tenemos que decirles es que no podrán parar de leer, de reír, de meditar e incluso, para los picados por la escritura, no se resistirán a ponerse manos a la obra para escribir quien sabe qué pero escribir.
Con “Magnitud imaginaria” la editorial Impedimenta nos vuelve a poner en las manos un libro, sin género alguno de dudas, esencial para la comprensión de una forma particularísima de ver la literatura como era la de Lem. Su buceo por las pasiones humanas ha dado a luz estos prólogos de libros que parecen imposibles, que están llenos de lo mejor y lo peor de todos nosotros que formamos eso que llamamos humanidad. Aunque este sea el segundo hermano de cuatro, (el anterior es “Vacío perfecto” (Impedimenta, 2008) y el que le sigue, y que pronto publicará la misma editorial es “Golem XIV” y cierra esta particular Biblioteca “Provocación”), no nos parece que tenga nada que envidiarle a los otros. Este es un texto que se lee con ganas, que te persigue, que no te deja distraerte y que te lleva por las calles de la creación, porque Lem tiene esa capacidad que muy pocos cultivan en literatura por no poder, por falta de capacidad: son generadores de cultura, de ideas y de reflexiones.

Escrito con una fina ironía, salpicada de una ciencia ficción que llamaremos “no espacial” Lem nos hace leer prácticamente esos libros que prologa. Desde “Necrobias”, donde se hacen fotos eróticas con rayos X hasta la prodigiosa “Historia de la literatura bítica”, Lem juega y se divierte con las ideas, les da vida, condición de probabilidad, las convierte en ficción, en materia literaria que alienta todas las posibilidades de otros universos, paralelos o mezclados con este, que son una refrescante provocación de los sentidos.
El prólogo de Roberto Valencia, excelente, da pistas sobre Lem y su obra. Prólogo valiente ya que visto lo visto el prólogo a un libro de prólogos ha de ser una tarea harto difícil y que Roberto solventa con un conocimiento preciso del autor y su obra. Su comparación de Lem con el niño prodigio de “Annie Hall” de Woody Allen es sencillamente un rotundo acierto.
Lectura estimulante, enriquecedora y divertida, llena de genio y sabiduría que busca tocar el aburrimiento del lector para convertirlo en entusiasmo resuelto. Una lectura que espera la futura entrega de “Golem XIV” que, a pesar de no encontrase registrada en la “Extelopedia Vestrand”, nos consta que pronto disfrutaremos de ella. Por ahora es mejor no perderse “Magnitud imaginaria”.

16 mayo, 2010

Pandemia (Reseña)

Muchas son las amenazas que se ciernen sobre la humanidad pero seguramente la más seria sea la amenaza bacteriológica ya que se trata de un enemigo que no vemos, que no hace ruido y que además es muy letal. A lo dicho súmenle que un grupo de expertos, médicos, epidemiólogos y biólogos y detrás de ellos se esconde intereses políticos entonces me parece que estamos ante una catástrofe de proporciones insospechadas.
Es lo que plantea Lewis Perdue en su reciente novela “Pandemia” (Editorial ViaMagna, 2009) hará las delicias de los amantes del género de thrillers de catástrofes de proporciones planetarias. Plantea básicamente este autor que existe un virus que mata selectivamente y por razas. Básicamente hace que persona de la misma raza se destruyan.
Pero hay una heroína, en este caso la doctora Lara Blackwood autora en parte del hallazgo pero que asiste a la perversión del trabajo de su vida y no nadie más que pueda salvarnos de tan terrible destino.
Pandemia llega a nuestras librerías en tiempos en los que tenemos como los de la gripe A y otras enfermedades están a la orden del día. Este libro que es puro entretenimiento y que obedece a la mecánica de la acción estadounidense es posiblemente a la vez una advertencia novelada de lo que el hombre es capaz de hacer contra el propio hombre.
En su nota final el autor nos anima a no olvidar las atrocidades cometidas por los alemanes y los japoneses que experimentaron de manera aberrante con seres humanos. Lewis Perdue nos dice que no debemos olvidarnos de aquellas barbaridades para que no se repitan y afirma además que la novela está basada en hechos reales, lo cual, aunque suena manido y provocador de morbosidad en muchas ocasiones, es cierto.
Con un buen ritmo, con acción y momentos de suma intensidad esta novela llena los objetivos lúdicos que esperamos del género, que goza de muy buena salud en nuestro medio.
Lo mejor de esta novela es sin duda como se desarrolla la lucha de una mujer en un medio masculino y como la industria y la política son lo que de verdad todos al final del día pensamos: un gran engaño. La capacidad de destrucción del hombre contra sí mismo asusta y Perdue nos lo retrata con una compleja red de acciones que nos esconden su crudeza. Una novela ésta para los que después del entretenimiento quieran darse a la tarea de buscar los correlatos en nuestra sociedad.

Necios de estar por casa

Sin paños calientes: la mayoría de los seres humanos somos necios. Eso de que somos el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra es una verdad como un templo con el que damos constantemente que diría Don Quijote. Y es que a la hora de vivir, ese deporte tan duro no apto para cobardes, optamos constantemente por la seguridad despreciando a diario la libertad que nos permita de una vez por todas dejar de ser personajes de la novela de otro.
¿Contento con tu trabajo? No, pero insistes en seguir en él sin asumir los necesarios riesgos calculados para librarte de la esclavitud a una impostura que el sistema éste en el que estamos inmersos nos ha dictado bajo amenaza de “te dejo en la puñetera calle como no te conformes”.
Y es que en estos tiempos parece que nos han despertado de nuestros sueños para arrullarnos con los réquiems aunque sean de Fauré o de Mozart para que al dormirnos nos veamos sumidos en una pesadilla constante que amedrenta.
Pero hay que rebelarse, hay que buscar la manera de despertarnos del letargo para vencer la pereza, el tedio, o la maldita seguridad dentro del sistema de conformismo en el que estamos para poder convertirnos en quien queremos ser. Es hora de dar el salto, de asirnos a nosotros mismos para dejar de ser eslabones en la cadena de otros y procurarnos la belleza que deseamos, los sueños que hemos soñado siempre. Si insistimos en posponernos a nosotros mismos y a nuestras metas terminaremos siendo devorados por la frustración, por la acuciante sensación de necedad que mete piedras en los pasillos de nuestras casa para que vivamos tropezándonos constantemente.