26 marzo, 2025

Thierry Henry en Panamá

El alcalde de la ciudad de Panamá, Mayer Mizrachi, ha cursado una invitación en nombre de la ciudad y a su cuenta, al ex jugador de fútbol Thierry Henry. El mismo alcalde, que decidió en su momento «posponer» los concursos literarios León A. Soto y Changmarín, porque «no hay plata» y por tener una deuda de 140 millones de dólares, es el que ahora, en un acto de soberbia institucional, se inventa este desembolso sin propósito ni beneficio para la ciudad.

Este alcalde, igual que el presidente, han demostrado que siempre hay plata para lo que se quiere, y que, aun sin saber que pasó con los famosos 500 millones, que habrán entrado en las arcas, dijo, y se habrán gastado, siempre hay para viajar y hacer viajar a quien quieran, haciendo creer a los congos de los votantes que es bueno para ellos, aunque no les resuelvan las necesidades básicas.

Pero organizan carnavales y desfiles navideños; van a Davos a decir obviedades sobre Panamá y el Canal y se hacen fotos encontradizas con mandatarios, como si de verdad estuvieran sumando aliados a nuestra causa, pero nada, en el fondo nos gustan, presidente y alcalde porque, a pesar de no haber vicepresidente y no terminar de hacer la reducción del estado y del clientelismo (tampoco hay vicealcalde, otro que tal baila), nos tienen amaestrados y resignados a aguantar cinco años, y en eso sí somos buenos patriotas: nada de revocar un mandato presidencial, no, que se nos tambalea el negocio.

Thierry Henry no hace nada en Panamá. Para él, como para tantos ilustres visitantes, somos solo un escenario exótico, un «Hub», pero nunca un interlocutor intelectual válido, nunca una sociedad de artistas y pensadores serios. Mejor futbolistas que ganen batallitas deportivas que el estado no puede ganar, para hacerle creer «al pueblo» que «alcanzamos por fin la victoria», cuando siguen mintiendo sobre nuestra circunstancia desde Estados Unidos, y nosotros seguimos callados, cobardes y serviles.

Artículo publicado en el diario La Prensa, martes 25 de marzo de 2025.

18 febrero, 2025

Panamá, archipiélago

Hemos llegado a un punto peligroso para nuestra democracia: nos hemos transformado en un archipiélago. Cada uno es una isla, regida por sus propias convicciones, con un amplio aparato de desconfianza, y con una preocupante impermeabilidad al criterio y a la búsqueda de soluciones. Nos hacemos trampas dialécticas, seguimos jugando al viejo bloque derecha-izquierda mientras los enemigos son otros.

El presidente de la república rofea, los sindicatos rofean; rofea la policía y los ciudadanos rofean a la policía, y así nos vamos aislando como sociedad, evidenciando una alarmante «nostalgia del dictador»: unos quieren un Bukele, un Trump, o un resucitado Torrijos o Arnulfo Arias: alguien que venga y nos resuelva la corrupción clientelar que nos hemos creado.

Los periodistas opinan, hacen editoriales, predican su doctrina sin soluciones y siguen generando una profunda desconfianza, y son sustituidos por una caterva de opinadores con miles de seguidores en redes que son peligrosísimos, y que generan a capricho un caos que el ciudadano se cree porque no tiene criterio y le parece más fiable. Las islas de este archipiélago que somos, se hacen más visibles en la redes, que no son más que el consuelo de los necios.

Es tramposo oponernos como panameños unos a otros. Si eres policía, «represor», si sindicalista, «terrorista», lo que es de un simplismo triste que nos desvía de lo que es importante: tenemos que hacernos oír, pero no de cualquier manera; que somos todos panameños, aunque unos se crean más patriotas que otros; que no podemos renunciar a ser istmo por ser archipiélago: corremos el riesgo del «divide y vencerás», y ya nos llevan ventaja.

«No me sirve la razón si tú no estás aquí», dice la canción, pero esta sociedad es de razones y no de soluciones. Nos gusta hablar paja, tener razón en nuestro fuero interno, en nuestras redes, esperando que al salir de casa todo esté solucionado, pero que va, eso es cuento, es ignorancia y falta de criterio.

Artículo publicado en el diario La Prensa, martes 18 de febrero de 2025.

Lee aquí el artículo en el periódico.

10 febrero, 2025

Vuelta a Isla Grande

Mi abuelita Chela me pagó el uniforme, y el Jefe Nacional Rover me pidió que dirigiera para ese domingo, a modo de pensamiento espiritual, unas palabras a los participantes de lo que sería mi primer y único ENARO (Encuentro Nacional Rover). Era el verano de 1990, y teníamos toda la vida por delante. El destino, Isla Grande, en el atlántico colonense.

Del viernes 9 de febrero al domingo 11, nos reuniríamos para hablar de nuestros asuntos, conocernos, y juntos proyectar el futuro de nuestra rama dentro del movimiento nacional Scout. Éramos la culminación de un proceso de transmisión de valores que comenzó en la manada de lobatos y pasó por la tropa. Iban a ser días radiantes de verano para un puñado de buenos jóvenes.

Al pasar los años la memoria se fija. Las muescas en el alma, su escandaloso silencio y su rugido de mar no dan tregua nunca; visitan, quiera uno o no, la vida cotidiana para restregarnos el miedo que creemos tener atado en corto. Treinta y cinco años después me veo sentado con mi patrulla almorzando, y un rover chiricano, empapado, nos dice que se habían caído siete compañeros al agua. Corrí con la certidumbre de que nada es imposible para el rover, queriendo recoger palos y ramas de palma largas para tenderlas a las manos zozobrantes de mis amigos, y escucho la voz del chiricano en la carrera diciendo que eso no sirve, y constatar, al llegar al lugar de la tragedia, Punta Miraculo, que solo una muchacha flota por su vida. Me agarraron, iba a tirarme al agua, y me dijeron que no se podía, y por primera vez supe que hay muchos imposibles para el rover,  para todo ser humano.

El mar, ese que Alberti pintaba en su poesía, rugía, amenazaba con tragarse la isla. Las olas atlánticas reventaban violentas contra los arrecifes. Un hombre amarrado a una gruesa soga se lanzó a rescatar a aquella muchacha que flotaba, y el alma le regresó al cuerpo, la salvaron, se salvó. El saldo final: cuatro rovers fallecidos. Ese 10 de febrero, la noche se nos vino encima a las 12:55. Y el mar rugía, y yo le temí para siempre.

Miro los recortes de prensa. En internet no hay información sobre aquel suceso. El domingo por la mañana me tocó hablar, uniformado y sin saber bien que decir. No recuerdo que dije: me veo delante de un grupo consternado que buscaba respuestas y asideros para continuar. En la ciudad de Panamá, la noticia saltó esa mañana de domingo. La tristeza y la confusión tomaron mi casa y no hubo paz hasta que llegué. Mi hermano abrió la puerta y le abracé fuerte, le dije que no pude hacer nada. Pablo me consoló de mi tristeza abrazándome más fuerte.

Un día de verano, sentado en una playa española, con el miedo en el alma, mi hija mayor me dijo «vamos». Lucía, mi niña valiente a sus escasos tres años, que domaba las aguas con su inocencia de sirena en ciernes, me llevaba del dedo índice hacia el agua. Iba detrás de ella, y el mar apenas susurraba espuma de estío. Aquel día mi hija me devolvió el mar de Alberti, derrotó mis viejas tristezas. Recordé a Alain, a Claudio, a Nelson y a Omar.

En la memoria, vuelvo a Isla Grande para visitar las ausencias. Treinta y cinco años después, las imágenes permanecen nítidas, «Siempre listo» el recuerdo, y la mano izquierda, cercana al corazón, tendida en saludo fraterno, donde se lleva a los compañeros ausentes y no hay lugar para el olvido a pesar del miedo, a pesar del tiempo.

05 febrero, 2025

Es tiempo de alzar la voz: el silencio de Panamá


Vamos a partir de la base —es urgente—, de que en el exterior hay un solo relato sobre la situación panameña por las presiones del gobierno de los Estados Unidos: el de Donald Trump. Dejemos a un lado, por ahora, la búsqueda de culpables (volveremos a ello, y con detalle), y centrémonos en quiénes son los responsables del silencio tan perjudicial al que estamos siendo sometidos, o que deseamos en nuestro fuero interno por intereses espurios.

En redes, muchas personas se desgañitan escribiendo soflamas, muy tricolor, pero poco prácticas. Se evidencia lo que llevamos tiempo denunciando: una capacidad crítica subterránea y una deficiente comprensión lectora de nuestra historia reciente, que cursa con una cronicidad que amenaza con el absoluto olvido de nuestra razón de ser. Hay expolíticos de todo pelaje que van dando sus opiniones sobre el asunto, los mismos de siempre, de todos los partidos, principalmente de los dos culpables, PRD y Panameñismo, sin ninguna vergüenza, olvidando lo que han hecho o dejado de hacer cuando les tocó gobernar. Las redes demuestran que llevamos olvidando cómo hemos llegado hasta aquí por lo menos desde hace 25 años.

Sorprende sobre todo la incapacidad de los medios de comunicación. Ante este silencio internacional, ninguna de las «estrellas» de la opinión en Panamá son capaces de mover un dedo para que colegas suyos de otros países les ofrezcan espacios para explicar la causa panameña. Escriben largos textos o se graban dando sus «editoriales», tuitean mucho, pero no se les ve en las televisoras y radios de medio mundo hablando de lo que es importante.

Yo les propongo que lo hagan, que hablen con sus colegas de otros países, que busquen plataformas donde puedan dar su perspectiva de lo que nos pasa. Basta ya de quejas tuiteras y pasemos a la acción, como están haciendo algunos panameños en el exterior, convocando charlas sobre el tema del momento y buscando espacios para llamar la atención sobre nuestra circunstancia.

La falsa percepción de que informamos y estamos siendo informados ha saltado por los aires con la crisis que estamos atravesando, pero lo que de verdad asusta es que nadie sea capaz de llamar la atención del mundo sobre el nuestro país, sobre sus ciudadanos, no sobre la infraestructura, que no sería nada sin los hombres y mujeres que la dotan de vida. ¿Dónde están estos medios? Ellos no son los culpables de la situación, pero creo que son responsables de hacernos oír más allá de nuestras fronteras.

Sería ideal contar con un servicio diplomático eficiente, pero la verdad es que no lo hemos tenido nunca, y no es el momento de pelear con eso (ya lo haremos), pero no caigamos en el ingenuo adanismo ni en el mesianismo necio: esto viene de lejos, como lo que pasa en las alcaldías de Panamá y San Miguelito (por ejemplo), pero los exalcaldes o ex vicealcaldes se hacen los que no saben nada, como los expresidentes. Pero esos son otros quinientos pesos.

¿Lo hacemos? ¿Ponemos en marcha con sus contactos una red de voces que expliquen la causa panameña? ¿Tenemos contactos en Chile, en Colombia, en Perú, España o Francia? ¿En alguna parte? ¿O estamos silenciados por incapacidad propia y autoengaño de país? Si ya lo están haciendo, compartan los enlaces, háganlos correr, los negativos, en los que nos llevan ventaja, los conocemos: necesitamos ver a nuestra gente defendernos fuera de nuestras fronteras.

A ver qué pueden hacer los medios, a los que pongo en copia en este escrito. Es la hora de mirar más allá de nuestras columnas y programas y opiniones taquilleras o del día a día, muy solventes y edificantes, pero hay que dar la talla fuera de nuestras fronteras, es hora de demostrar lo grandes o pequeños que somos de verdad. Es tiempo de alzar la voz.

Pedro Crenes Castro

Escritor.

 


29 enero, 2025

¿Diplomacia ciudadana?

Una de las cosas que ha puesto de manifiesto el «contraste» Trump, es lo que venimos diciendo desde hace años: Panamá ha perdido su discurso nacional por vía histórica e idiosincrática: no sabemos cómo hemos llegado hasta aquí ni quienes somos. Y ese olvido necesario para las élites o el sistema, ha sido orquestado por la propia ciudadanía, que ha renunciado con necedad orgullosa a cualquier asomo de criterio.

¿Dónde están los intelectuales panameños? No hay. ¿Dónde los catedráticos universitarios? No hay ninguno que asome con rigor la cabeza. ¿Dónde están los cacareados poetas de la patria? A ninguno se lo toman en serio. ¿Dónde los escritores laureados o no? Todos son parte del mismo magma silente que se pisotea por las calles de un país desnortado y sin más referentes que deportistas, princesas e «influencers». Hemos hecho de nuestra cultura un mercado y un circo que no favorece nuestra causa ahora que más lo necesitamos.

¿Diplomacia ciudadana? ¡Pero si los viajeros estudiantes a punta de auxilios económicos no saben de Panamá más que los colores de la bandera! ¿Han visto de verdad a nuestros embajadores? ¿Cuántos de ellos ya están organizando ciclos de cultura panameña en sus destinos? ¿Cuántos de ellos podrían concitar el interés por la causa panameña en los ciudadanos de los países donde nos representan? Hemos vendido desde hace veinte años nuestra cultura al silencio, eso sí, muy empollerados, muy uniformados con quepis para celebrar una patria que no conocemos desde hace tiempo.

La inteligencia ha fracasado en Panamá, y eso lo demuestra el estado de la educación y la cultura. Los que deberían ser nuestros «diplomáticos por el mundo» son un montón de turistas que nacieron en un país que no saben defender, desafectos, convencidos de que todo comenzó con ellos, hijos del «juegavivo» y el «quehaypamí». Ojalá seamos capaces de revertir esta situación, pero hay que volver a la lectura, al criterio, y eso no nos gusta desde hace tiempo.

Publicado el martes 28 de enero de 2025 en el diario La Prensa. Lee también el artículo aquí.

22 enero, 2025

El «contraste» Trump

Las declaraciones de Trump sobre el Canal de Panamá no son nuevas —carecen de toda base legal—, pero creo que llegan en un buen momento para nuestro país, ahora que estrenamos legislatura. Necesitábamos desde hace tiempo un contraste, esa «sustancia que introducida en el organismo hace observables, por algún medio exploratorio, órganos que sin ella no lo serían».

La reacción rofiona y pueril del Gobierno, el pataleo soberanista, el cacareo de dignidad, la euforia tricolor, no son argumentos ante una posible acción de la administración Trump. Vamos a necesitar mucho más que conceptos caducos que nadie más que nosotros se cree. El panameño medio vive en la fantasía de pertenecer a un país bendecido, olvidando que se maneja en dólares estadounidenses, consume sus deportes, viste sus pijamas verdirrojos y asiste a desfiles navideños muy de allá.

Ahora, teniendo el «contraste Trump», podemos explorar cómo estamos enfermos de criterio, faltos de estadistas, amaestrados por el clientelismo, y que somos incapaces de entender que nuestra realidad es un cuento de cifras macroeconómicas que no representa nuestra verdad cotidiana, pero vamos gritando por redes historias de lucha y ofrendas de vida que no vamos a dar nunca.

Necesitamos estar preparados legalmente y empezar a hacer pedagogía para que todos estemos bien informados de cuáles son nuestros derechos, quiénes son nuestros aliados y cuáles van a ser las verdaderas consecuencias en términos económicos y sociales si se da un litigio de la magnitud que se nos plantea.

La metáfora perfecta de esta situación es el Puente de las Américas. Somos ese puente sin mantenimiento, pero coronado por decreto por cuatro banderas, como si eso no fuese más que un adorno. La patria sin criterio y conciencia no es más que ficción, y eso es lo que nos revela el contraste dentro del sistema: necesitamos una reforma profunda de nuestra sociedad. El puente amenaza con venirse abajo, y dirán que la culpa es de los mismos: suya y mía.

Artículo publicado el martes 31 de diciembre de 2024 en el diario La Prensa

21 enero, 2025

Un quinceaños y una «city» sin carnaval

Una joven quinceañera es agasajada por medio país, y hasta el «bribón embajado» ha dicho en redes que quiere asistir. Muchos se han volcado con una causa tan noble como injusta, siguiéndole el juego al sistema clientelar, corrupto y «taquillero», regalándole enseres y promesas a quien no tiene apenas acceso para llegar a la casa que le quieren remodelar. Tiene mérito la joven, pero como ella hay muchos desde hace muchas décadas, solo que ahora viralizamos esta suerte de «reto nacional» para entretenernos: cuando despierte la «princesa», su precariedad seguirá allí.

Por otro lado, no habrá carnaval es en la «city» —dice la ATP— (mucha pollera y tricolor patrio, pero agringamos todo, como si por ser en inglés fuese más atractivo), porque no hay dinero para despilfarros, lo que aprovecha el alcalde capitalino para taquillar y salir al rescate del «brillo» y la difusión de una ciudad sumida en sus grandes problemas, con tímidos avances y sin mucha esperanza de mejora, y no olvidemos el autobombo con el monumento a los mártires.

Estos hechos son las consecuencias de una incapacidad ciudadana de comprender el estado de las cosas, y unas autoridades que han renunciado a toda pedagogía y buen hacer. Miren el sindiós del Meduca, corregido por el Contralor en la necia intención de comprar laptops que no se pueden usar por no haber conexión a internet (solo el 44% de las escuelas la tienen) y la cantidad de equipos metidos en un almacén (circuito 8-4) cogiendo polvo. ¡Pero qué bien lucen polleras en el desfile del despilfarro!

Sigamos creyendo en ayudas puntuales a «princesas» y en Teletones que solo son parches a la función de un estado inútil, con un presidente que rofea y denuncia secuestro de leyes sin aclarar a qué se refiere. Seguimos perdidos, muy perdidos en nuestro laberinto, y el Minotauro no nos perdonará cuando nos encuentre. Mejor en casa, sin carnavales, a ver si reflexionamos de una vez por todas.

Artículo publicado el martes 21 de enero en el diario La Prensa.

Nota sobre la imagen: El Radio Focop de Pedro Altamiranda estaría echando humo en estos días. Estoy seguro.

07 enero, 2025

El presidente embotellado

Resulta ahora que, el que rofea a países que nos ponen en listas grises (como si aquí fuéramos inocentes) o que proclama soberanía tricolor contra Trump y sus necedades, nada puede hacer contra las botellas que su propio ejecutivo nombra: dice que son difíciles de botar. Y hay que aplaudirle al presidente las ganas, pero hay que fiscalizarle los resultados, porque para este gobierno la palabra del quinquenio es «taquilla».

El presidente se queda embotellado en una máxima que como abogado conoce muy bien: Excusatio non petita, accusatio manifesta: es decir, que ya nos advierte que lo más seguro es que no se pueda, pero se ha dicho que se quiere, lo cual convierte al presidente en alguien que quiere, pero no puede. Si taquillaran menos y actuaran más, los titulares serían otros muy distintos, pero la idea es, cómo no, hacer como que rofea a los corruptos, pero al final es que las leyes son muy duras, muy difíciles.

Es tan simple (y complejo, nadie lo duda) como buscar consensos legislativos y poner en marcha leyes que rompan la dinámica clientelista, pero el pregón «otros son corruptos, pero yo no» es viejo y pegadizo, y este ejecutivo va por la senda del «más de lo mismo». No creo que nadie en la Asamblea (permítanme la ingenuidad) votaría en contra de una ley que acabe con las botellas, ni ministro del ejecutivo que se atreva a no cumplirlas (permítanme otro poquito más de ingenuidad), pero ya ven, aquí no hay suficiente voluntad para cambiar las cosas, nos encanta el gatopardismo.

Se pasarán estos años y solo veremos ruedas de prensa de los jueves, discursos desde la Asamblea y alocuciones lamentando no poder hacer nada contra las botellas, y todos volveremos a extrañar a los botelleros de nuestra infancia, que te cambiaban las botellas por naranjas o mangos, ¡qué maravilla!, y todos desearemos tener un presidente botellero, en vez de uno embotellado como el que tenemos.

Artículo publicado el martes 7 de enero de 2025 en el diario La Prensa

25 diciembre, 2024

Milagro de Navidad

Ojalá nos pasara a los panameños como a Ebenezer Scrooge en Cuento de Navidad: que se le aparezcan los fantasmas de las navidades pasadas, presentes y futuras para que algo de dentro nos mueva hacia una verdadera transformación y nos convierta en un milagro navideño, aunque tengo la sensación de que para nosotros no hay mucho margen de mejora, ni siquiera en un cuento, así lo escribiera el mismísimo Dickens.

Nuestras navidades pasadas y presentes se parecen mucho, apenas se notan cambios en los fantasmas. Dan el mismo miedo, cuestan igual, y ya les hemos perdido el respeto y ni siquiera tienen la capacidad de hacernos reflexionar: el hartazgo es tan grande que ya no tememos ni pensamos, total, parece que vivimos en el mismo subdesarrollo, solo que ahora nos oprimen de civil y antes de uniforme verde oliva.

El panorama de las navidades futuras se parece mucho a estas. Nos veremos con los mismos titulares, con los mismos problemas, los mismos empobrecidos, los mismos corruptos. Llevamos en la misma Navidad depauperada años, y nos seguimos comiendo el mismo cuento navideño sin final feliz ni milagro, con la banda sonora de Asalto navideño, con Héctor y Willy cantándonos La Murga, o el Gran Combo diciéndonos, clarividentes, «Tíralos pa’bajo que son un peligro arriba», pero no escuchamos a los profetas de la salsa.

Ojalá esta sea la Navidad en la que de verdad tomemos conciencia de quienes somos y hacia dónde vamos. Deseo que bajo el árbol nos dejen el regalo de un mejor criterio, de más honestidad y menos cinismo. Que el Cristo que nace nos traiga paz y una verdadera transformación como sociedad. Necesitamos más que nunca de un milagro de Navidad.

¡Feliz Navidad! Que la única luz que de verdad puede iluminarnos el camino, nos guíe a la única salida posible de nuestra circunstancia: una renovación de nuestro carácter nacional que deje atrás y para siempre la corrupción y el juega vivo.

Artículo publicado en el diario La Prensa, martes 24 de diciembre de 2024.

20 diciembre, 2024

Seguir recordando


Hay quienes no creen en la necesidad de contar con un día de duelo nacional por un asunto práctico: detener la economía. El problema no es decretar que el 20 de diciembre sea de reflexión o duelo, el problema está en la poca pedagogía que hacemos de la memoria histórica reciente. Hemos perdido, hace tiempo, la capacidad de seguir recordando.

Hemos de evitar perder la memoria por cansancio y por dejadez pautada por los pragmáticos, que lo que desean es que vivamos desmemoriados, como si aquí no nos hubiera pasado nada, como si lo único importante fuese la recuperación de la democracia, y los muertos sean solo un daño colateral. Aquello que nos hicieron no fue justo, y muchos seguimos discutiendo si era necesario. Lo cierto a fecha de hoy es que fue, y ahora toca no olvidarlo.

Tzvetan Todorov, nos enseña en Los abusos de la memoria que «la memoria ejemplar es potencialmente liberadora», es decir, no usamos el recuerdo para exacerbar nuestras instancias más primitivas, no, pero recurrimos al recuerdo de lo pasado «con vistas al presente, aprovechando las lecciones de las injusticias sufridas para luchar contra las que se producen hoy día, y separarse del yo para ir hacia el otro».

Han pasado 35 años. Un cielo moteado de ardientes fulgores de muerte se precipitó sobre distintos puntos de este país. Volvimos a sufrir aquella madrugada, pero a gran escala, lo que vivimos el 9 de enero de 1964, el abuso del supuesto «vecino amable», que pudiendo hacerlo de otra forma, optó por una crueldad mortal innecesaria. Y aquí estamos, de aquellos polvos estos lodos.

Sigamos recordando, sigamos contando qué fue lo que pasó en novelas, poemas, cuentos, en obras de teatro. Hablemos todos, escuchemos, dejemos registros de una «memoria ejemplar» que persigue no caer en la vieja posibilidad de repetir los mismos errores. No seamos necios: si nos olvidamos, ya lo hemos dicho, otros vendrán a recordarnos como nunca fuimos.

Artículo publicado en el diario La Prensa, martes 17 de diciembre de 2024.