Con Rafael Argullol (Barcelona, 1949) siempre tienes la sensación de estar de viaje. Al terminar las últimas de las 1213 páginas que conforman la geografía monumental de “Visión desde el fondo del mar” (Acantilado, 2010) tienes la vieja sensación de estar perdiéndote algo, de estar llegando, de fin de fiesta, de domingo por la tarde cuando anticipas el lunes laboral pintado de azul.
Esta obra titánica, este viaje por todos los mundos arranca, en palabras de su autor, después de la muerte de su padre. Seis años en el fondo de sí mismo dan para que Rafael Argullol viaje y nos lleve con él a tantos pasajes y paisajes del alma a modo de los viajeros de antes. Porque en esta travesía con Argullol no hay sitio para los turistas, no hay pensión completa: hay una profunda veta de pasión en lo que se vive, recuerda y escribe.
Con la elocuencia de siempre, con la precisión de una escritura que sabe dónde va, Rafael nos lleva por distintos países en busca de la belleza para descubrirnos las cosas por las que vale la pena seguir pensando y siendo.
El libro se compone de diecinueve libros que se subdividen en noventa y cuatro pequeños capítulos que encierran esencias, que guardan secretos, que seducen y arrebatan. La exquisita cultura (y extensa, todo sea dicho) que maneja Argullol, sumada a su oficio de poeta, producen un texto que es por momentos diario, por momentos bitácora, suma de trozos, de pequeños mosaicos, como si el autor construyera pieza a pieza un gigantesco rompecabezas.
Hay grandes momentos líricos en el texto. Les invito a buscar la página 801 de este viaje y subirse al metro con Rafael, en cualquier país, y verán que la descripción que hace del ser humano actual es reveladora y perturbadora. Una experiencia para exquisitos de las letras sin esnobismo paralizantes.
“Visión desde el fondo del mar” es un descenso, un menguar personal para asistir desde abajo a la dimensión concreta de las cosas que nos rodean, es un cuestionamiento del mundo, de la estética, de lo grotesco de la vida y una celebración de la belleza. Nada hay más valiente en el ser humano que encarar al mundo y plantearle sus preguntas y temores. Las pocas certezas son estáticas pero las muchas cuestiones que todos llevamos dentro dinamizan al hombre, le inyectan ese impulso de búsqueda que Argullol, con toda su inteligencia y arte de orfebre nos ofrece en este libro que se puede leer como se quiera, en el que les recomiendo que se pierdan pero que no pierdan de vista.
La transversalidad del escritor catalán y su apasionada búsqueda de conocimiento logran un libro tan majestuoso como singular, un artefacto estético que les va a arrastrar hasta lo hermoso, a lo emotivo. Un libro que seguro visitarán siempre y que en cada esquina, en futuras lecturas les a portará una ráfaga de aire limpio.
Para los que están dispuestos a ir más allá, donde nunca pensaron ir, este es su libro y Rafael Argullol su compañero de viaje.
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