Se ha presentado la XI
Feria Internacional del Libro de Panamá que tendrá como país invitado a Guatemala, tierra de Miguel Ángel Asturias y el pequeño gigante de la ficción, Augusto
Monterroso, al que le descubrí el otro día hasta una cuenta de Facebook. El dinosaurio
despertó para apoderarse desde el más allá de las redes sociales y de más lectores.
Un gran país literario que se merece
toda nuestra atención y nosotros haremos bien en reclamar la suya. Una búsqueda
mutua, un reconocernos, un volver a tomar contacto en un marco de fiesta literaria
y con buenos amigos de otras letras que terminan por converger en una palabra:
libro.
Un acierto la elección del país y
más aún en un momento en el que creo fundamental que comencemos a mirar al vecino
cerca. Potenciar la difusión de los escritores a nivel regional es un reto a considerar
si perder de vista una difusión global. Comencemos cerca y de modo sostenido.
Juntos podemos resolver un problema que por obvio no deja de ser un déficit
cultural: necesitamos leer a nuestros vecinos.
Insisto, al hilo de la Feria que
vine, que las Embajadas y sus Agregados Culturales tienen que jugar un papel
determinante en este flujo de autores. Son ellos y nuestros recursos allí donde
estén destinados los que pueden propiciar los encuentros, los viajes, las
presentaciones de libros, la participación constante.
No olvidemos que se tiene en
cuenta lo que se mueve, lo que se luce. Tenemos que estar presentes en las
mesas culturales, en los encuentros intelectuales, hemos de dejarnos ver de
verdad en las principales Ferias del libro del mundo. Fíjense como los países bien
organizados culturalmente no dejan de venir a Panamá, hasta aquí se vienen para
dejarse ver. Hemos de sumar a la “política del escaparate”, una política de "objeto cultural” a nivel exterior y en clave interior, hemos de sumar a estas
dos políticas, la de "visibilización cultural".
¿Dónde están los recursos para
una buena e independiente revista cultural? ¿Dónde el espacio público y privado
de contenidos culturales atractivos, bien difundidos y bien pagados a sus
creadores? Cuando las instituciones culpan a los escritores, en nuestro caso
(lo mismo que llevo dicho se aplica al resto de las artes), y nosotros a las
instituciones y juntos a la empresa privada (que hace su parte), me pregunto si
todos juntos no estamos siendo colaboradores necesarios en esta “farsa” que es
tantas veces la “cultura panameña”. Los entusiastas de la ignorancia se frotan
las manos, ya están otra vez todos contra todos, se dicen, y mientras, la
mediocridad se afianza en los lectores y futuros consumidores culturales.
La Feria que viene volverá a
dejar clara una realidad: cuando hay voluntad y se apartan egos, la unidad
funciona, la misión se cumple. Necesitamos agentes vinculantes, que se dejen
asesorar, que escuchen. Vengo observando mucha soberbia y majadería en los
funcionarios culturales y pocas ganas de sumar. Tienen los recursos, pero les
falta la actitud y la capacidad para resolver un rompecabezas de muy pocas
piezas, sobre todo porque una de ellas tiene la forma de la humildad.
La Feria que viene se llenará de
grandes escritores, de medianos y de muchos prescindibles, pero hay que leerlos
para criticarlos y descubrir el fondo del asunto. Debates habrá, qué bueno.
Otra oportunidad para conocernos y acercarnos y tomar, ya no medidas, porque el
asunto cultural ya está medido y diagnosticado, las herramientas y ponerse
manos a la obra.
Artículo aparecido en el suplemento Día D del Panamá América.
Domingo 21 de junio de 2015.
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