
Creo que no debemos ser tan ilusos, que debemos mesurar nuestro absoluto apoyo a alguien que no ha demostrado aun nada y que definitivamente es presidente de los Estados Unidos por el voto soberano del pueblo.
A lo largo de la historia, y allí están los hechos, vivimos uno u otros más o menos cómodos según el partido del presidente de Estados Unidos pero al fin y al cabo es presidente de aquel país y su idiosincrasia va por los derroteros de siempre. En sus primeras palabras después de jurar el cargo ha advertido a los “enemigos” de “América” que no van a disculparse por su manera de vivir.
Este hombre tiene a su favor que la Historia estará muy pendiente de él, que su raza, su campaña y la coyuntura global le poden en el ojo del huracán para bien o para mal. Esperemos que para bien. Él mismo decía en estos días que habrá dificultadas y que cometerá muchos errores. Quiere curarse en salud porque, no olvidemos, es sólo un hombre, sólo el presidente del país más poderoso del mundo. Y eso aunque no es poco, no lo es todo.
Nos queda el futuro para saber qué pasará. Vamos a aceptar el reto de no entusiasmarnos con lo que puede ser sino con lo que debe ser, con lo que se concrete como buena decisión. Que no nos sorprenda la decepción que suele ser hija del entusiasmo infundado y de los sueños de la razón. Espero que ese sueño no engendre monstruos goyescos que nos hagan imposible el descanso en esta noche de crisis global que se presagia larga y tensa.
Bienvenido Mr. Obama. Espero que no pase usted de largo.