Lo que sabemos de la Francia ocupada por los alemanes es siempre lo que hemos leído en los libros de Historia, hechos casi siempre sumergidos en una frialdad académica que además no logra llegar al centro de las historias individuales. “Francia combatiente” de consigue ponernos en primera línea de fuego para ver aquella contienda con ojos renovados y con emociones nuevas.
Escrito con una prosa envolvente, con un dominio magistral de las imágenes Wharton consigue que veamos a aquella Francia invadida con una visión renovada y renovadora de lo que teníamos por fijo en la Historia. Es un texto que complementa y transforma lo que sabemos de la Primera Guerra Mundial.
Arrancando con “La imagen de París”, Edith Wharton nos lleva de la mano por los primeros compases del conflicto. Nos lleva por las calles de París, a la vera de sus gentes y nos ofrece su pensamiento, su coraje y su perspectiva de un serio compromiso con la causa. Retrata ese espíritu combativo en una elocuente frase: “si tenía que haber una guerra, entonces el país y cada una de sus almas estarían preparados para afrontarla”. Evidentemente querían la paz antes que nada pero, como dice la autora, si tenía que haber una guerra los franceses estaban dispuestos a todo.
Wharton va al frente, revisa la realidad, la visita más bien, para dar cuenta de ella en una serie de artículos que se recogen en el presente volumen y que estaban destinados la revista “Scribner’s Magazine”.
Son muchas las virtudes de Wharton: a la transparencia de su escritura hemos de sumarle su capacidad de recrear atmósferas, de situar los sentidos del lector en el espacio en el que ocurren los hechos. Por ejemplo nos dice con elocuencia que “entrar en la catedral fue como adentrarse en la densa oscuridad de una iglesia española” (página 26) o cuando habla de las peonías que tiene en su escritorio para mencionar más adelante que las menciona como símbolo de la energía humana capaz de volver a construir sobre lo que ha quedado convertido en desierto (página 97).
Describe con preciosismo austero, sin aspavientos narrativos y sin cargar de más las frases, dándonos imágenes hermosas que comunican realidad y estimulan la reflexión.
Cierra este libro "El espíritu de Francia", después de hacer un viaje por el frente, por las necesidades de los soldados, por la tragedias del conflicto. Al terminar la lectura hemos ido de la imagen al espíritu y es aquí donde la elocuencia de la prosa de Edith Wharton alcanza grandes momentos.
Una edición hermosa que atrae, una introducción precisa y rigurosa de Yolanda Morató y una traducción maravillosa de Pilar Adón hacen de este “Francia combatiente” un texto para visitar de cuando en cuando y una garantía de que la buena literatura sigue definitivamente siendo desencadenada a flor de alma, a ritmo de belleza.
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