Sin paños calientes: la mayoría de los seres humanos somos necios. Eso de que somos el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra es una verdad como un templo con el que damos constantemente que diría Don Quijote. Y es que a la hora de vivir, ese deporte tan duro no apto para cobardes, optamos constantemente por la seguridad despreciando a diario la libertad que nos permita de una vez por todas dejar de ser personajes de la novela de otro.
¿Contento con tu trabajo? No, pero insistes en seguir en él sin asumir los necesarios riesgos calculados para librarte de la esclavitud a una impostura que el sistema éste en el que estamos inmersos nos ha dictado bajo amenaza de “te dejo en la puñetera calle como no te conformes”.
Y es que en estos tiempos parece que nos han despertado de nuestros sueños para arrullarnos con los réquiems aunque sean de Fauré o de Mozart para que al dormirnos nos veamos sumidos en una pesadilla constante que amedrenta.
Pero hay que rebelarse, hay que buscar la manera de despertarnos del letargo para vencer la pereza, el tedio, o la maldita seguridad dentro del sistema de conformismo en el que estamos para poder convertirnos en quien queremos ser. Es hora de dar el salto, de asirnos a nosotros mismos para dejar de ser eslabones en la cadena de otros y procurarnos la belleza que deseamos, los sueños que hemos soñado siempre. Si insistimos en posponernos a nosotros mismos y a nuestras metas terminaremos siendo devorados por la frustración, por la acuciante sensación de necedad que mete piedras en los pasillos de nuestras casa para que vivamos tropezándonos constantemente.
¿Contento con tu trabajo? No, pero insistes en seguir en él sin asumir los necesarios riesgos calculados para librarte de la esclavitud a una impostura que el sistema éste en el que estamos inmersos nos ha dictado bajo amenaza de “te dejo en la puñetera calle como no te conformes”.
Y es que en estos tiempos parece que nos han despertado de nuestros sueños para arrullarnos con los réquiems aunque sean de Fauré o de Mozart para que al dormirnos nos veamos sumidos en una pesadilla constante que amedrenta.
Pero hay que rebelarse, hay que buscar la manera de despertarnos del letargo para vencer la pereza, el tedio, o la maldita seguridad dentro del sistema de conformismo en el que estamos para poder convertirnos en quien queremos ser. Es hora de dar el salto, de asirnos a nosotros mismos para dejar de ser eslabones en la cadena de otros y procurarnos la belleza que deseamos, los sueños que hemos soñado siempre. Si insistimos en posponernos a nosotros mismos y a nuestras metas terminaremos siendo devorados por la frustración, por la acuciante sensación de necedad que mete piedras en los pasillos de nuestras casa para que vivamos tropezándonos constantemente.
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