Carlos Fuentes (Panamá, 1928) es poseedor de un extensa obra ensayística que viene a consolidarse, si cabe (siempre cabe), con este muy interesante “La gran novela latinoamericana” (Alfaguara, 2011) que dialoga con otro ensayo suyo “Valiente mundo nuevo” que se ve complementado y profundizado por este que ahora publica Alfaguara.
A Carlos Fuentes no le ha fallado en este ensayo la presencia de los que están, con lo cual podemos estar más o menos de acuerdo, pero clama al cielo la gran ausencia que sentimos mucho todos los lectores de novelas: la del chileno Roberto Bolaño. Ya no habrá tiempo para un siguiente ensayo del mexicano en el que nos descubra el misterio de esta gran ausencia o debemos suponer de entrada que la obra del chileno directamente no fue de su agrado.
Un libro como este no es más que un ejercicio de “placer de la lectura” convertido en literatura. Porque quienes gozamos del vicio de leer, de la pasión por los libros, podemos canalizar esa pasión y ponerla en limpio sobre papel para explicarnos primero a nosotros y luego a los demás, el por qué del asombro, el motivo del milagro de la ficción obrado en nuestro ser.
Fuentes, avisado lector, nos invita a sumergirnos en sus reflexiones sobre la ficción que se ha hecho en América Latina y confecciona una hermenéutica que ayude a la comprensión de un continente que sigue a la caza y captura de su futuro. Una visión de América, desde sus grandes novelas y novelistas, traza un perfil con mejores asideros para el lector con ganas de comprender mejor, no más, porque en Literatura más siempre es menos (o eso dicen que dice Quevedo). Asomarse a Latinoamérica no es cosa de cantidad si no de calidad.
Por supuesto, esta es la visión muy particular del lector y escritor Carlos Fuentes. Por “La gran novela latinoamericana” pasan muchos mexicanos, muchos argentinos, algunos cubanos, otros tantos colombianos sin dejar por fuera (y se agradece) a los brasileños. Hay peruanos y chilenos (entre ellos no está, ya lo dijimos, Bolaño). Por esta disparidad de criterio y arbitrariedad se excusa al final del texto Fuentes, pero es comprensible que cuando uno comienza su reflexión sobre algo de esta vida, lo haga por lo cercano y conocido y vaya avanzando hasta la frontera de las piezas más lejanas y no tan familiares aunque sean parte muy importante del discurso.
Yo destaco, por la cercanía con los escritores estudiados, el capítulo dedicado a Julio Cortázar, cercano al del ya citado “Valiente mundo nuevo” y que lo complementa. El que dedica a Vargas Llosa, en el que se traza una lectura sobre los dictadores partiendo de “La Fiesta del Chivo” y el dedicado a José Donoso, que me interesa mucho más desde que leí “Correr el tupido velo” de Pilar Donoso, su hija. Capítulos para disfrutar y discutir a partes iguales.
Sin lugar a dudas este ensayo les va animar a leer muchas novelas que no conocían o a releer algunas que tenemos oxidadas. Todos, eso sí es seguro, disfrutaremos de una lectura amena, que invita al debate y a estar en contra, si hace falta, de las tesis del autor. Un texto que se visitará más de una vez además de confrontarlo con otros que también pretenden lo mismo.
PD: Sí, Carlos Fuentes es panameño de nacimiento, pero esa es otra parte de su historia.
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