Michel de Montaigne es, por antonomasia, el padre del ensayo moderno y si nos apuran del ensayo en general pero ¿Quién fue este hombre? ¿Qué podemos saber de él y de su vida? De la mano de esta maravillosa novela homenaje en forma de historia-ensayo por entregas “La muerte de Montaigne” (Tusquets, 2011), se centra en los últimos años de vida del ensayista y su autor Jorge Edwards (Chile, 1931) lo hace como nadie, como sólo los buenos admiradores y conocedores de una obra pueden hacer.
Pero no se echen para atrás a la hora de meterle mano a esta novela: Edwards, como siempre, aprovecha cualquier resquicio de la ficción o de la realidad para llevarnos al escrutinio de los días que vivimos.
Por toda la obra se intuye y se rescata la actualidad, se viaja desde el pasado hasta el futuro para resolver, si cabe, este presente continuo que nos ha tocado vivir.
Jorge Edwards vuelve a la actualidad para regalarnos su prosa siempre elegante y precisa, que nos vuelca ante las circunstancias que vivimos con una fina ironía no exenta de precisión de orfebre.
Montaigne entabla una relación sentimental con Marie de Gournay, una admiradora de su obra. A partir de este hecho Jorge Edwards se lanza en una sucesión de capítulos breves a una búsqueda del hombre detrás de su obra y nos hace desfrutar de un texto rico, con altas dosis de cultura universal.
En su torre, viviendo no muy lejos de su amada amante, Montaigne escribe y lee a placer, atiborra su mesa de gruesos volúmenes. Vive una etapa de su vida que se puede etiquetar de placentera absolutamente. Edwards especula con el personaje, lo explora, lo expone nos hace pensar. Enciende en el lector las distintas posibilidades de tocar la obra del francés y la suya propia.
Pero “La muerte de Montaigne” es también la crónica de una búsqueda personal, la que emprende Edwards detrás del francés. Asistimos a sus lecturas, a sus reflexiones en torno a la obra del autor de los “Ensayos”, a la reconstrucción, como si se tratara de una investigación criminal, del perfil del escritor que se admira y de la historia detrás de los textos que se disfrutan. No en vano nos dice el chileno que lo moderno de Montaigne está en Flaubert y de allí en Julian Barnes y que lo posmoderno del francés se encuentra en André Guide. Pasen, lean y denle o no la razón al autor de “Persona non grata”.
Sobre todo, los amantes de las buenas letras disfrutarán de una construcción literaria sencilla, precisa, elegante y que les esconde grandes sensaciones de placer. Una celebración de la cultura y la vida es esta novela que se lee con deseo, que se goza y en la que laten unas profundas ganas de vida y disfrute.
Al final Edwards vuelve a la realidad y se confiesa, nos confiesa su pasión por este personaje y se despide de la escritura de esta magnífica novela que le deja una sensación de pérdida. Y al lector también le queda esa sensación sólo que nosotros tenemos la suerte de releer pero el autor, ay, ya seguro que no se mete en el vértigo de la reescritura.
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