12 marzo, 2024

Pedro Altamiranda

En casa, primero fue un pequeño disco de 45 rpm (que me corrijan los expertos) que tenía, en la Cara A, El buhonero, que me hacía reír porque también en la grabación en directo la gente se reía (entendía poco de los enredos políticos y sociales), y en la cara B, el «controversial» La mujer biónica, del que entendí todo, años después, con más vocabulario y «calle», como dicen ahora. Era el año 1980 y yo tenía ocho años. En 1981, aparece el LP Homenaje a mi pueblo, un disco fundamental en mi escritura.

Cuando me preguntan por lo que más me ha influido para escribir, siempre digo que mi abuela y mi mamá, grandes narradoras, y también la presencia tutelar (sin saberlo) de dos discos: Homenaje a mi pueblo y Buscando América: ambos en mi casa, y escuchados un sin fin de veces. A mí me ocurrió, antes no lo había pensado, Pedro Altamiranda: su ritmo, su amor a las letras, su mirada sobre la panameñidad.

Se nos ha ido, como decía Rubén Blades («puerta de la salsa y de la libertad», en verso feliz de Pedro en Homenaje a mi pueblo, antes de Buscando América) un «Gran Panameño», así en mayúsculas, que consiguió reunirnos a todos ante el espejo de sus letras y nos puso en la mente grandes espacios de reflexión, perspectivas y miradas para orientar nuestro criterio. No se nos ha ido el «Rey de los carnavales», se nos ha ido una parte muy importante de nuestra conciencia.

Se apaga la voz, pero se enciende la memoria, y la consigna es recordarlo a través de sus letras, las más importantes, esas que nos dicen, aunque no nos gusta, las cosas que de verdad somos, las que han dibujado, con la pericia del amante de las letras, quiénes fuimos y en quiénes nos podemos convertir si no tomamos precauciones.

Gracias, Pedro, por tanto, por todo, por retratarnos tan bien. ¡Hasta siempre, maestro!

Artículo publicado en el diario La Prensa, martes 12 de marzo de 2024.

No hay comentarios: