08 agosto, 2024

Para Mayer Mizrachi, Alcalde de Panamá

Vamos a ceñirnos al comunicado, yendo a lo importante: Los premios León A. Soto y Changmarín, que organiza la Alcaldía de Panamá desde hace tiempo, han sido «pospuestos» por falta de recursos económicos hasta el año que viene (en principio). El nuevo alcalde y su equipo acaban de asumir el cargo hace un mes y no conocían la situación, la magnitud de la tragedia municipal. Y eso se puede entender hasta cierto punto.

El alcalde hace semanas presentó “the rebrand”, una manipulación del escudo del Municipio de Panamá, que, como sabrán ustedes, no es una marca (esta mentalidad tan provinciana de nombrar las cosas en inglés —como si la mera pronunciación pudiese conceder brillo a las ideas vacías—, como si no hubiese palabras en español, es sonrojante), no sabemos cuanto costó, porque cada cosa que se hace, cuesta, como el viaje a El Salvador, para alucinar como un niño por primera vez en un parque temático, para «buscar ideas», como si en Panamá no tuviéramos personas viajadas, instruidas y muy talentosas para poner en marcha proyectos de cualquier índole, pero no, es mejor ir a ver las ideas de primera mano. En fin. El «re-marcado» municipal, en un azul que no consultó con nadie con criterio heráldico —lo mismo no tiene por qué hacerlo—, ¿cuánto costó? Igual fue gratis, lo mismo que el viaje.

Olmedo Rodríguez, tesorero municipal, advertía en un programa de radio (el 10 de julio) que estaban en proceso de revisión de las cuentas y que iban a recortar gastos. Y lo han hecho, como suele hacerse siempre, en Cultura, total, nadie lee y ni falta que hace, ya está aquí la tecnología para cambiarlo todo, incluso nuestros malos hábitos ciudadanos. El alcalde, y los que con él hablan de estos temas, se equivocan al creer que no organizar estos premios es un ahorro. El cortoplacismo, mentalidad que empuja a muchos votantes a creer que todo empieza después de elegir a los menos malos cada cinco años, está instalada en los que deben gestionar los recursos de todos, en este caso, la Alcaldía de Panamá. Lo que hace el alcalde es lo que haría cualquiera que no tiene una conexión real con la cultura.

Hay una ingenuidad en la visión que tienen algunos de lo que la Alcaldía de Panamá ha hecho con los premio León A. Soto y Changmarín: «han dado un golpe a la literatura, a la cultura»: no es cierto. La mediocridad y el pedigüeñismo son dos de los estados más comunes de nuestra gestión cultural. «Desmantelar la cultura es una enorme bandera roja. Con la excusa del deterioro administrativo municipal, se destruye la literatura panameña, de por sí ya en el abandono. En las ciudades que crecen culturalmente sus municipios hacen lo contrario: apoyan la creación literaria», afirma Richard Morales con muy buen tino, pero, en lo único que coincido (para los fines de este escrito) es en «la literatura panameña, de por sí ya en el abandono». Sumen síntomas y tendrán una cultura enferma: poco espacio «cultural» en ferias y convocatorias culturales (se promocionan «productos culturales», no cultura), abandono estatal de una institución como la Biblioteca Nacional, espacios cada vez más reducidos para bibliotecas municipales (cada vez cierran más), incumplimiento en la promoción y distribución de la literatura, en particular, a nivel nacional y, en general, de cualquier manifestación cultural.

Y no es por falta de grandísimos profesionales, que se esfuerzan por la excelencia y hacen lo que pueden para repartir migajas culturales por todo el país, que es lo que en su mayoría albergan los suntuosos edificios de la gestión cultural en Panamá. Nos encanta aparentar, pero no pasamos de poner en marcha, desde hace años, encuentros para vender productos culturales sin reflexión ninguna. Ponemos tenderetes para vender, pero no espacios para pensar nuestro arte. No, no sean ingenuos: la decisión municipal es una consecuencia, no un medio de desmantelamiento de la literatura nacional. Tenemos un puñado de buenos escritores, que siguen y van más allá de premios (que son fundamentales, en su acepción más natural), y que lo que requieren es mejor distribución de sus obras, una presencia más eficiente de su trabajo (no un año después de un fallo, eso resta vida a cualquier obra) a todos los niveles de la sociedad. No debe extrañarnos lo que ha hecho el alcalde, es lo que sigue al deterioro de una cultura literaria que necesita una renovación urgente, vistos los síntomas del deterioro en estos últimos diez años.

Dice el comunicado que se «pospone» (en el sentido de la segunda acepción del DRAE), menos mal, pero el motivo es lo que alarma: «las actuales dificultades económicas». ¿Y si la cosa sigue igual el próximo año? Tendrán que ser coherentes, seguir manteniéndolo en suspenso hasta «nueva plata», que es lo que realmente importa, y es verdad, pero la gestión de los recursos es más importante, y es allí donde tenemos un problema en Panamá: la gestión cultural no ha conseguido que la sociedad vea las manifestaciones culturales como una necesidad y un derecho, y como elemento aportador al PIB regional o nacional. Por eso suspenden recursos de cultura y los destinan a basura, que es prioritario, porque siempre se gestionó mal ese tema que, puesto al lado de cultura, resulta más acuciante.

Dicen que en el futuro trabajarán de la mano de la empresa privada para seguir convocando estos premios. La cultura es un derecho, un derecho que debe garantizar el estado. Para cualquier empresa privada cooperar es una opción. Esta mala costumbre de querer mezclar las cosas solo beneficia la opacidad y deteriora los correctos argumentos que sostienen al estado de derecho. La empresa privada no tiene porqué cooperar en nada, este es un concurso municipal, que impulsa la creación literaria, y debe ser organizado y llevado hacia adelante con los recursos de la Alcaldía, que velará, si hay intervención de la empresa privada, porque el premio no se convierta en «propiedad» del patrocinador. La cooperación entre ambos sectores ha sido crucial siempre, pero no pueden ser una excusa para no organizarlo, argumentando falta de recursos.

Al final, la disculpa a los participantes es de las tristes: se devolverán los correos sin mirar las plicas para garantizar que se puedan usar las obras en otros premios, o en este el próximo año. Cómo se nota que quienes ha tomado esa decisión no preguntaron a ningún escritor. Meses de trabajo para muchos, años, preparando este premio. Pero en fin, como viene ocurriendo desde hace tiempo (diez años para acá, más o menos), muchos panameños creen que cualquier cosa es literatura, que cualquiera escribe, y «voy a mandar esta vaina pa’vé si le pego al premio». La proliferación de vendedores de libros, que nacen en el fértil terreno de las redes, aupados por mesas para la venta, grupos de unidad «escritural», de «bombo en bonche», de facilitadores de métodos para escribir rápido y sin leer, han hecho que la toma de decisiones como esta sea más fácil: «es un pasatiempo muy caro para patrocinar» (eso piensan los que han decidido que no hay plata).

Hablar o callar en este tema es una elección libre, que garantiza el estado de derecho. De lo que no nos salva ni la democracia es de leer un montón de opiniones mal escritas, con poco conocimiento, invocando en sus perfiles dioses, carreras, doctorados, aficiones y afinidades que no garantizan un análisis mínimo de la situación. Queda claro, leídas las opiniones (que son como los fundillos, todo mundo tiene una) vertidas por muchas personas sobre este tema, que la comprensión lectora no es su fuerte, y que su defensa de la literatura panameña está basada en un romanticismo poco formado: ahora resulta que a todo el mundo «le duele Panamá», pero ni leen ni consumen literatura ni cultura panameña. Queda muy bien protestar, pero es más recomendable un silencio bien informado que nos recuerda que, aunque opinar es un derecho, informarse bien es un deber ciudadano. Hacer pedagogía es lo que necesitamos, y no sesgos, opiniones mal elaboradas y disparates que solo nos llevan al encono y nos desvían de lo importante.

¿Y lo de las bibliotecas? ¡Cuánto entusiasmo, señor alcalde! Muy bonito todo, ¿verdad? Pregunte por el número de bibliotecas que han cerrado en el municipio, pregunte cuántas necesitamos, pregunte cuánto ganan los bibliotecarios, pregunte qué libros necesitamos en cada biblioteca necesaria, pregunte cuánto cuesta abrir esas bibliotecas y cuánto cuestan los terrenos para ello. Es más barato poner maquinitas para jugar en cada esquina del municipio que poner bibliotecas: para fiscalizar si un niño leyó o no para darle media hora de video juegos no hace falta ninguna formación, para levantar una biblioteca, sí. Y eso es lo que usted no sabe, como quizás no sepa tantas cosas de cultura, o sí, pero le da igual: usted cree que la mejor opción es permitir que una institución pierda credibilidad suspendiendo un día antes del cierre de la convocatoria, un premio al que se había comprometido. Usted no es el municipio de Panamá, es solo su alcalde, su gestor, su administrador por un periodo de tiempo. Mire los años que lleva celebrándose el premio León A. Soto: no es un capricho, es un compromiso sostenido durante más años de los que usted tiene.

PD: Pásese usted y su equipo, y sus amigos de otras instituciones, por la página de Quetzaltenango, ciudad que organiza los Juegos Florales Hispanoamericanos. Pásese por allí navegando por la red, no hace falta que vaya hasta allí invirtiendo los dineros del municipio: mire cómo se gestionan unos premios literarios de dimensiones internacionales y aprendan el secreto: compromiso y amor por la cultura.


Pedro Crenes Castro.
Escritor.

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