Por fin una novela sobre la Guerra Civil que nos pone a nosotros, no a sus protagonistas de uno u otro bando, ante el espejo. Una novela que parece imposible pero que es la que mejor retrata una época triste y absurda que nunca debimos vivir y que debemos superar.
En “La comedia salvaje” (Alfaguara, 2009) José Ovejero (Madrid, 1958) narra la peripecia del gran “héroe” nacional, Benjamín, que recibe departe del mismísimo Manuel Azaña un encargo fundamental para España: contactar con el General Cabanellas, que por error está al mando de los rebeldes, hacer que acepte escribirle una carta a José Ortega y Gasset proponiéndole la presidencia y llevársela él en persona. En una palabra: detener la Guerra Civil.
En su aventura tiernamente triste y absurda, muchas veces surrealista, le acompañará, a modo de Sancho Panza, Julia, una misteriosa mujer que no nos dirá de qué lado está hasta casi llegados al final de la novela, y que velará por él evitándole más de un mal mayor y colocándole del lado de la cordura. Pasen y lean.
Una novela que no narra vidas ejemplares, que no pone su acento en políticas distorsionantes ni en ideologías caducas. “La comedia salvaje” echa mano de la risa y el absurdo para retratar una España desconocida y cercana a la vez saltándose la Historia oficial para darnos los ángulos imposibles y desconocidos de una contienda que encierra todas las contiendas.
Una novela disparatada con tintes surrealistas que nos recuerda a la venerada “Amanece que no es poco” y que devuelve al lector pistas para encontrarse a sí mismo y posicionarse en el bando de los que quieren de una vez por todas reírse de aquello sin olvidarlo.
Por sus casi cuatrocientas páginas veremos cabalgar de nuevo a Don Quijote, nos toparemos con Cervantes y Valle-Inclán y conoceremos mejor a un Ortega casi fantasmal. Situaciones absurdas como la del churrero que monta su chiringuito al pie del paredón, no se lo pierdan, no solo nos colgara una sonrisa melancólica en la cara, debe ese absurdo y cómico personaje ser un paso más que nos acerque a la verdad.
Pero “La comedia salvaje” es también una novela sobre el valor y utilidad de la literatura, que experimenta con la idea de cruzar ficción con Historia saltándose todos los convencionalismos castrantes para desembocar en una narración directa, trepidante, que busca a la vez explicar su necesidad de contar. Una suerte de la verdad de las mentiras que nos enseña que aunque todas las novelas son mentira todas nos llevan hasta la verdad de una u otra manera. “La comedia salvaje”, construida como reflexión de la comedia como género y utilizando sus resortes, consigue darnos de reír y de pensar a un tiempo, fin último de la buena comedia, de las buenas construcciones dramáticas.
José Ovejero consigue con esta novela ponerse en el lugar destacado que siempre ha tenido dentro de la literatura española con un marcado cambio de registro que hará a más de uno partirse de risa, a otros les ofenderá y a todos, con todos, mantendrá el autor un dialogo desafiante y enriquecedor que no podremos soslayar.
En “La comedia salvaje” (Alfaguara, 2009) José Ovejero (Madrid, 1958) narra la peripecia del gran “héroe” nacional, Benjamín, que recibe departe del mismísimo Manuel Azaña un encargo fundamental para España: contactar con el General Cabanellas, que por error está al mando de los rebeldes, hacer que acepte escribirle una carta a José Ortega y Gasset proponiéndole la presidencia y llevársela él en persona. En una palabra: detener la Guerra Civil.
En su aventura tiernamente triste y absurda, muchas veces surrealista, le acompañará, a modo de Sancho Panza, Julia, una misteriosa mujer que no nos dirá de qué lado está hasta casi llegados al final de la novela, y que velará por él evitándole más de un mal mayor y colocándole del lado de la cordura. Pasen y lean.
Una novela que no narra vidas ejemplares, que no pone su acento en políticas distorsionantes ni en ideologías caducas. “La comedia salvaje” echa mano de la risa y el absurdo para retratar una España desconocida y cercana a la vez saltándose la Historia oficial para darnos los ángulos imposibles y desconocidos de una contienda que encierra todas las contiendas.
Una novela disparatada con tintes surrealistas que nos recuerda a la venerada “Amanece que no es poco” y que devuelve al lector pistas para encontrarse a sí mismo y posicionarse en el bando de los que quieren de una vez por todas reírse de aquello sin olvidarlo.
Por sus casi cuatrocientas páginas veremos cabalgar de nuevo a Don Quijote, nos toparemos con Cervantes y Valle-Inclán y conoceremos mejor a un Ortega casi fantasmal. Situaciones absurdas como la del churrero que monta su chiringuito al pie del paredón, no se lo pierdan, no solo nos colgara una sonrisa melancólica en la cara, debe ese absurdo y cómico personaje ser un paso más que nos acerque a la verdad.
Pero “La comedia salvaje” es también una novela sobre el valor y utilidad de la literatura, que experimenta con la idea de cruzar ficción con Historia saltándose todos los convencionalismos castrantes para desembocar en una narración directa, trepidante, que busca a la vez explicar su necesidad de contar. Una suerte de la verdad de las mentiras que nos enseña que aunque todas las novelas son mentira todas nos llevan hasta la verdad de una u otra manera. “La comedia salvaje”, construida como reflexión de la comedia como género y utilizando sus resortes, consigue darnos de reír y de pensar a un tiempo, fin último de la buena comedia, de las buenas construcciones dramáticas.
José Ovejero consigue con esta novela ponerse en el lugar destacado que siempre ha tenido dentro de la literatura española con un marcado cambio de registro que hará a más de uno partirse de risa, a otros les ofenderá y a todos, con todos, mantendrá el autor un dialogo desafiante y enriquecedor que no podremos soslayar.
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