Otros cines otras películas. La cinefilia se convirtió en enfermedad a medida que fui creciendo. Pero en esos días adolescentes el cine había que disfrutarlo en pareja o en grupo y como de novias no íbamos bien, decidimos ir en grupo muchas veces. Una de las sesiones que más disfruté fue en el cine América 1, películas para todos los públicos, cuando se estrenó Rocky IV. Aquella pelea la vivimos en el cine de pie, cantando cada golpe de Rocky sobre Iván Drago hasta que comió lona y gritamos y nos abrazamos como si hubiese ganado el mismísimo Roberto Durán. Pero el cine América 2, películas para adultos, mostraba con recato absurdo escenas de las chicas de la película en los carteles que la publicitaban. El recato absurdo lo ponían sobre las fotos de las chicas en forma de estrellitas que cubrían los pechos. Aun así, a “ciertas” edades, esa publicidad despertaba en nosotros “cierta” alegría. Lo mismo hacíamos pero con más descaro en el Cinema Arte que estaba en el Edificio Hatillo, cerca de la librería Menéndez. Desde la “Cuchilla” de Calidonia partían las expediciones hasta allí.
Pero eso duraba hasta que, llegada la Semana Santa los cines daban películas “de Dios” y las salas se santificaban por obra y gracia del celuloide. Así, vi la súper producción de Franco Zeffirelli “Jesús de Nazaret” de la cual el escritor Anthony Burgess (La naranja mecánica) fue coguionista. Todo un lujo a parte del maravilloso reparto, uno de los mejores del cine y una de las mejores versiones sobre la vida de Jesús junto al “Evangelio según San Mateo” de Passolini. La vi en el Teatro Central y recuerdo que me llevé un jacket por el frío que hacía en ese cine. Menos mal porque la película es larguísima. En el Cine Lux vi también una semana Santa una película sobre el Sudario de Turín que me intrigó hasta hoy y en el presidente solían dar “Los diez Mandamientos”, que nunca vi en el cine y que mi madre recuerda con admiración por la impresionante escena de la apertura del Mar Rojo. Vista en el cine supongo que impresionará pero miren ustedes (los que la vieron en el cine) cómo han cambiado los efectos especiales.
En el Autocine, creo que en el de detrás del Artes y Oficios o en el Olímpico vi “Súper agente 86 contra la bomba que desnuda”, escrita en parte por un Mel Brooks que descubrí luego en “La loca historia del mundo” y en “Qué asco de vida” que vi si no recuerdo mal en el Cine Obarrio. Las noches en el carro y viendo aquella gran pantalla con la familia son recuerdos de un Panamá que se fue cuando la tecnología y el tiempo fueron dejando atrás esa forma romántica y feliz de vivir. Pero el cine seguía creciendo en mí y me empujaba a cederle más terreno en mi vida, nada podía hacer, era congénito, Palita y mi abuela Chela me lo había pegado vía genes.
Pero el más caótico de mis días de cine lo viví en estreno de “La Guerra de las Galaxias, El imperio contraataca”. Fuimos con mi mamá al Plaza y la fila era interminable. Pero al abrirse las puertas hubo una estampida que casi hace que los cristales de las puestas se rompieran. Vivimos momentos de pánico pero al final entramos y valió la pena. Es la mejor de todas las películas de la saga con diferencia. Recuerdo desde ese día la lucha con las espadas láser entre Luke y Darth Vader que se convirtió en uno de los primeros malos del cine que me gustó.
Al final, la vida es como una película. Una recuerda como me pasa en estos artículos para adelante para atrás, dando saltos en el tiempo. Y la vida la va uno recordando así, a veces acción, otras drama romance o terror. Para mí, como para mi amigo Guillermo Cabrera Infante “el cine es una lección moral a 24 fotogramas por segundo”. Allí ante la pantalla de plata y en la oscuridad podemos vivir otras vidas, reírnos llorar o pasar miedo. La geografía de Panamá ha cambiado a golpe de irse cerrando o cambiando los cines que nunca dejarán de ser obsoletos por mucha tecnología que nos impongan. En esa oscuridad, como por la noche cuando dormimos, podemos soñar y eso es el cine al fin y al cabo: una fábrica de sueños.
Pero eso duraba hasta que, llegada la Semana Santa los cines daban películas “de Dios” y las salas se santificaban por obra y gracia del celuloide. Así, vi la súper producción de Franco Zeffirelli “Jesús de Nazaret” de la cual el escritor Anthony Burgess (La naranja mecánica) fue coguionista. Todo un lujo a parte del maravilloso reparto, uno de los mejores del cine y una de las mejores versiones sobre la vida de Jesús junto al “Evangelio según San Mateo” de Passolini. La vi en el Teatro Central y recuerdo que me llevé un jacket por el frío que hacía en ese cine. Menos mal porque la película es larguísima. En el Cine Lux vi también una semana Santa una película sobre el Sudario de Turín que me intrigó hasta hoy y en el presidente solían dar “Los diez Mandamientos”, que nunca vi en el cine y que mi madre recuerda con admiración por la impresionante escena de la apertura del Mar Rojo. Vista en el cine supongo que impresionará pero miren ustedes (los que la vieron en el cine) cómo han cambiado los efectos especiales.
En el Autocine, creo que en el de detrás del Artes y Oficios o en el Olímpico vi “Súper agente 86 contra la bomba que desnuda”, escrita en parte por un Mel Brooks que descubrí luego en “La loca historia del mundo” y en “Qué asco de vida” que vi si no recuerdo mal en el Cine Obarrio. Las noches en el carro y viendo aquella gran pantalla con la familia son recuerdos de un Panamá que se fue cuando la tecnología y el tiempo fueron dejando atrás esa forma romántica y feliz de vivir. Pero el cine seguía creciendo en mí y me empujaba a cederle más terreno en mi vida, nada podía hacer, era congénito, Palita y mi abuela Chela me lo había pegado vía genes.
Pero el más caótico de mis días de cine lo viví en estreno de “La Guerra de las Galaxias, El imperio contraataca”. Fuimos con mi mamá al Plaza y la fila era interminable. Pero al abrirse las puertas hubo una estampida que casi hace que los cristales de las puestas se rompieran. Vivimos momentos de pánico pero al final entramos y valió la pena. Es la mejor de todas las películas de la saga con diferencia. Recuerdo desde ese día la lucha con las espadas láser entre Luke y Darth Vader que se convirtió en uno de los primeros malos del cine que me gustó.
Al final, la vida es como una película. Una recuerda como me pasa en estos artículos para adelante para atrás, dando saltos en el tiempo. Y la vida la va uno recordando así, a veces acción, otras drama romance o terror. Para mí, como para mi amigo Guillermo Cabrera Infante “el cine es una lección moral a 24 fotogramas por segundo”. Allí ante la pantalla de plata y en la oscuridad podemos vivir otras vidas, reírnos llorar o pasar miedo. La geografía de Panamá ha cambiado a golpe de irse cerrando o cambiando los cines que nunca dejarán de ser obsoletos por mucha tecnología que nos impongan. En esa oscuridad, como por la noche cuando dormimos, podemos soñar y eso es el cine al fin y al cabo: una fábrica de sueños.
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