
Pero al igual que uno que se tira con esquíes por una pendiente blanca, con esa misma locura se lanza el escritor sobre la página en blanco. Y no nos pongamos tiquismiquis con el color: si la pantalla fuera verde pistacho, azul cobalto o rosa chicle, la sensación sería la misma: blanco vacío, vértigo blanco. Arrancar no es fácil, ni para esquiar ni para escribir.
Por eso, los que quieran comenzar a escribir tienen que aprender esto primero: la literatura es un desafío y es hija de la victoria del buen oficio contra la nada, contra el no ser, contra la inexistencia. Porque nada de lo que escribimos es cierto y ciertamente nada de ello será nunca verdad, aunque te compren los derechos de tu novela para hacer una película. LEER MÁS
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