05 diciembre, 2012

Las niñas y los libros.

Ahora para dormir no solo tienen que tener la luz encendida sino que también necesitan un libro. El hábito las corroe, ahora, sin practicar un poco el vicio de leer antes del sueño, no se duermen. Las niñas van cogiéndole cariño a los libros y su papá se siente muy orgulloso de ellas.
Lucía lee mucho y bien. Entona, hace las pausas siguiendo con exquisito rigor la ortografía, interpreta. Le gusta Lengua y escribe por allí, a escondidas, un diario secreto haciéndose pasar por un personaje que le gusta mucho y también pequeñas ficciones que me hacen reír. Yo le corrijo las historias y va aprendiendo el oficio. Ya sabe qué es “adjetivar” y ha prometido no hacerlo.
Aitana todavía no sabe leer pero juega con su hermana a las bibliotecas: “tenga señora, su libro” y Aitana se lo lleva, se sienta en su “casa” lo lee y lo devuelve. Hace unos meses, cuando aun iba a la escuela infantil, pasamos por delante del bibliobús y exclamó “¡mira papá es como nuestra casa!”. Tantos libros, tantas aventuras. En la FNAC le pasaba lo mismo, siendo más pequeña se sentaba en el suelo a ver todos los libros que tenía a su alcance “¡ya lo leí!” gritaba al llegar a la última página.
Tienen el hábito, la magia las seduce, las letras las van intrigando. El libro no es un ser extraño sino un amigo que invita y promete mucha diversión y, más adelante, hasta lágrimas de amor o de dolor.
El otro día le hablaba a Lucía de “Los Miserables” de mi querido Víctor Hugo y que sale dentro de poco una película basada en el libro. Le dije que el ejemplar que tengo de la novela, de una vieja colección de Literatura Universal (qué grande suena eso), sería para ella cuando yo no estuviera. Aitana lo escucha y me dice “¡y yo qué!”. Menos mal que tengo “Los Miserables” por duplicado y le ofrecí a mi hija pequeña su propio ejemplar. A veces, cuando no la miro, los saca para verlos. La regaño. Me contesta que le dije que son suyos. Me los devuelve y los pongo en su lugar y no le quito la razón: serán suyos algún día, aunque espero que esté muy, muy lejos.

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