Ando desde el año pasado leyendo a fondo a Julio Cortázar que terminará convertido en personaje de ficción lo más seguro. Ya os diré más. Fue en medio de este frenesí de lecturas cuando en una visita inocente a una librería me encuentro con un nuevo libro de Cortázar: “Inédito”, reza en la portada una pegatina color oro. “¡No puede ser!”, me dije y cogí casi sin pensarlo Papeles inesperados (Alfaguara, 2009). Me quedé blanco como este papel. Le eché un rato al índice y viajé arriba y abajo por sus páginas allí mismo en la librería.
Carles Álvarez Garriga, uno de los editores de este volumen, cuenta en el prólogo la historia de este milagro bibliográfico que parece más una historia cortazariana que otra cosa. Resulta que Aurora Bernárdez, viuda, heredera universal y albacea de la obra de Cortázar, (coeditora con el prologuista del texto) encontró estos papeles metidos en una cómoda. “¿Qué?”, me dije en voz alta esta vez y la gente me miró raro mientras leía la historia de estos súbitos textos. Entonces supe que había llegado la hora de, como dice el propio Borges, dejar de creer en el concepto “edición definitiva”. O en el de “obras completas”, mira tú por dónde.
Carles Álvarez Garriga, uno de los editores de este volumen, cuenta en el prólogo la historia de este milagro bibliográfico que parece más una historia cortazariana que otra cosa. Resulta que Aurora Bernárdez, viuda, heredera universal y albacea de la obra de Cortázar, (coeditora con el prologuista del texto) encontró estos papeles metidos en una cómoda. “¿Qué?”, me dije en voz alta esta vez y la gente me miró raro mientras leía la historia de estos súbitos textos. Entonces supe que había llegado la hora de, como dice el propio Borges, dejar de creer en el concepto “edición definitiva”. O en el de “obras completas”, mira tú por dónde.
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