
Carles Álvarez Garriga, uno de los editores de este volumen, cuenta en el prólogo la historia de este milagro bibliográfico que parece más una historia cortazariana que otra cosa. Resulta que Aurora Bernárdez, viuda, heredera universal y albacea de la obra de Cortázar, (coeditora con el prologuista del texto) encontró estos papeles metidos en una cómoda. “¿Qué?”, me dije en voz alta esta vez y la gente me miró raro mientras leía la historia de estos súbitos textos. Entonces supe que había llegado la hora de, como dice el propio Borges, dejar de creer en el concepto “edición definitiva”. O en el de “obras completas”, mira tú por dónde.
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