Imaginaos en una escena de acción en la cual se os apunta a la cara con una Mágnum 45 y el que empuña el arma, sin ser Harry “El sucio”, os lanza un discurso típico de estas escenas, lleno de razones y motivos por los cuales estamos de esa guisa. Al final nos lanza la frase, que si es de Harry “El sucio”: “Alégrame el día”. Y nosotros callados.
Quien es encañonado es el lector y quien empuña el arma poética cargada es Armando Rivero (San Andrés, 1975) que en su poemario “Las viejas traiciones” (Baile del Sol, 2009), desgrana su discurso rotundo y hermoso, lleno de imágenes densas y directas que paralizan cualquier tentativa de cerrar el libro.
Es un torrente de escenas y sensaciones que nos confirman que este poeta está en plena efervescencia de su creatividad, que guarda en su haber poético mucho que decir todavía y al que haremos bien en rastrear en sus anteriores libros.
Los poemas de “Las viejas traiciones” no dan tregua alguna al que lee, están hechos de noche y de tristezas, de rabia y de pasión. Llenan los ojos de rotundidad y alcohol, de canallas y traidores, de amores insoportables y soportados como si estuviéramos dentro de una canción de Joaquín Sabina.
En la página 72 leemos un poema al que precede e introduce una frase de Greta Garbo (las frases de actrices son una constante del libro) y que alude a las traiciones del título. Al final del poema dice: “¡Me devolverá eso lo suficiente para un billete de vuelta al páramo!/sólo lo digo, para comenzar de nuevo, /afilando más los colmillos, /perfilando más el tiro/y evitar así a los salteadores”. Muestra de que esas viejas traiciones tan al día no deben dejarnos postrados, no deben detenernos nunca.
En el fondo, leyendo este excelente poemario, tenemos la sensación de que, de una u otra forma, tanto el poeta como sus lectores, entienden que la vida, trae implícita sus traiciones, pero este conocimiento no nos priva del dolor de esas traiciones que se renuevan a diario.
Mención aparte merece la fotografía que practica Armando Rivero. Comparte con su poesía la capacidad de captar la imagen y titularla, robándole al tiempo y a la vida un verso de carne y hueso, instantes únicos que dejan en la retina un rayo de belleza. La más elocuente es “Los planes de Dios” captada en Las Ramblas de Barcelona, en donde se ve a un hombre mayor sentado en el suelo en primer plano. Pide al parecer. Al fondo la gente va y viene.
Me quedo con el poema de la página 43 tengo la sensación… Os invito a descubrirlo, a hacerlo rondar por los pasillos del alma. Un texto que desierta un cosquilleo en la boca del estómago porque parece que de súbito el suelo que pisamos nos será quitado a traición.
Un poemario excelente, rico y enriquecedor, para los amantes de la contundencia lírica y de los compromisos con la realidad. Para los amantes de la noche y para los esperanzados a pesar de las traiciones viejas o nuevas. Alégrenme el día.
Quien es encañonado es el lector y quien empuña el arma poética cargada es Armando Rivero (San Andrés, 1975) que en su poemario “Las viejas traiciones” (Baile del Sol, 2009), desgrana su discurso rotundo y hermoso, lleno de imágenes densas y directas que paralizan cualquier tentativa de cerrar el libro.
Es un torrente de escenas y sensaciones que nos confirman que este poeta está en plena efervescencia de su creatividad, que guarda en su haber poético mucho que decir todavía y al que haremos bien en rastrear en sus anteriores libros.
Los poemas de “Las viejas traiciones” no dan tregua alguna al que lee, están hechos de noche y de tristezas, de rabia y de pasión. Llenan los ojos de rotundidad y alcohol, de canallas y traidores, de amores insoportables y soportados como si estuviéramos dentro de una canción de Joaquín Sabina.
En la página 72 leemos un poema al que precede e introduce una frase de Greta Garbo (las frases de actrices son una constante del libro) y que alude a las traiciones del título. Al final del poema dice: “¡Me devolverá eso lo suficiente para un billete de vuelta al páramo!/sólo lo digo, para comenzar de nuevo, /afilando más los colmillos, /perfilando más el tiro/y evitar así a los salteadores”. Muestra de que esas viejas traiciones tan al día no deben dejarnos postrados, no deben detenernos nunca.
En el fondo, leyendo este excelente poemario, tenemos la sensación de que, de una u otra forma, tanto el poeta como sus lectores, entienden que la vida, trae implícita sus traiciones, pero este conocimiento no nos priva del dolor de esas traiciones que se renuevan a diario.
Mención aparte merece la fotografía que practica Armando Rivero. Comparte con su poesía la capacidad de captar la imagen y titularla, robándole al tiempo y a la vida un verso de carne y hueso, instantes únicos que dejan en la retina un rayo de belleza. La más elocuente es “Los planes de Dios” captada en Las Ramblas de Barcelona, en donde se ve a un hombre mayor sentado en el suelo en primer plano. Pide al parecer. Al fondo la gente va y viene.
Me quedo con el poema de la página 43 tengo la sensación… Os invito a descubrirlo, a hacerlo rondar por los pasillos del alma. Un texto que desierta un cosquilleo en la boca del estómago porque parece que de súbito el suelo que pisamos nos será quitado a traición.
Un poemario excelente, rico y enriquecedor, para los amantes de la contundencia lírica y de los compromisos con la realidad. Para los amantes de la noche y para los esperanzados a pesar de las traiciones viejas o nuevas. Alégrenme el día.
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