La palabra que define de manera precisa la última entrega de la saga “Las grandes familias III: Cita en los infiernos” (Libros del Asteroide, 2010), es irremediablemente decadencia. Maurice Druon (Francia, 1918-2009) cierra su ambiciosa trilogía de manera brillante dando respuesta a los grandes misterios de estas familias de entre guerras, grandes en su condición de paradigmas de una sociedad que vivió una quimera que le llevó puntual y directamente a su cita en el infierno de la Segunda Guerra Mundial.
Los hermosos Marie-Ange y Jean-Nöel Schoudler, rabiosamente jóvenes y hermosos, herederos del abolengo de sus apellidos, se presentan en sociedad en medio de un baile de máscaras que no es ni más ni menos que una metáfora de la realidad de entonces, la una sociedad vanidosa y enferma de una ilusión que no tardara en saltar por los aires.
Es la juventud la que paga los tributos de las grandes malas decisiones del pasado aparte de haber aprendido ambos, Marie-Ange y Jean-Nöel, a tomar malas decisiones como sus ascendientes, a no gestionar de manera positiva sus activos morales hasta verse instalados de la mano de un brillantemente ambiguo e intrigante personaje, Lord Pemrose, a las puertas mismas de la decadencia.
Druon, retratista de una clase social instalada en el poder, sabe llevar el ritmo de ese “lento disgregar hacia la ruina” de un modo lúcido y de una arrogante maestría que nos deja una huella a seguir dentro del arte de escribir novelas. Los jóvenes Schoudler se ven empujados por sus circunstancias, y la citada mala gestión de sus activos, a suscribir una vida que resuelve ofrecerle poco por mucho, que les separa, minando su fuerza ante los envites, y que les postra en la lona del ring de la historia devolviéndonos como en un espejo la imagen siempre triste de quienes parecían tenerlo todo pero que no supieron retenerlo.
Revelador y traumático resulta el momento en el que Jean-Nöel vuelve de Venecia (de vivir con “Las tres abejas” y experimentar tantos misterios gozosos y la pérdida de un amigo) y tiene que alistarse en el ejército. La visión de la decadencia tanto de burgueses como de obreros como el hecho de compartir la misma cola para reclutamiento como borregos que recibieron la misma orden dando al traste con años de enseñanza del pudor y la decencia: desnúdese. La vergüenza y la ignominia terminan en manos del omnipresente y mutante superviviente que es Simon Lachaume y que le convierte en su chófer.
Novela costumbrista a ratos y más corta que las anteriores (304 páginas), “Cita en los infiernos”es una lección, no de moral, no de cómo vivir, sino de cómo todo lo que sube baja, de cómo la física elemental, hasta en esto del poder, se cumple de forma irremediable aunque paulatina.
Maurice Druon cierra esta brillante trilogía con la que es para mí la mejor de las tres entregas. Plástica, versátil y aleccionadora. “Cita en los infiernos” es definitivamente una hermosa obra maestra. Busquen la historia de las tres abejas y el entierro al final, brillante, hermoso y conmovedor a pesar de las ruindades y de la decadencia, a pesar de toda esa sublime basura arrogante y perversa.
Los hermosos Marie-Ange y Jean-Nöel Schoudler, rabiosamente jóvenes y hermosos, herederos del abolengo de sus apellidos, se presentan en sociedad en medio de un baile de máscaras que no es ni más ni menos que una metáfora de la realidad de entonces, la una sociedad vanidosa y enferma de una ilusión que no tardara en saltar por los aires.
Es la juventud la que paga los tributos de las grandes malas decisiones del pasado aparte de haber aprendido ambos, Marie-Ange y Jean-Nöel, a tomar malas decisiones como sus ascendientes, a no gestionar de manera positiva sus activos morales hasta verse instalados de la mano de un brillantemente ambiguo e intrigante personaje, Lord Pemrose, a las puertas mismas de la decadencia.
Druon, retratista de una clase social instalada en el poder, sabe llevar el ritmo de ese “lento disgregar hacia la ruina” de un modo lúcido y de una arrogante maestría que nos deja una huella a seguir dentro del arte de escribir novelas. Los jóvenes Schoudler se ven empujados por sus circunstancias, y la citada mala gestión de sus activos, a suscribir una vida que resuelve ofrecerle poco por mucho, que les separa, minando su fuerza ante los envites, y que les postra en la lona del ring de la historia devolviéndonos como en un espejo la imagen siempre triste de quienes parecían tenerlo todo pero que no supieron retenerlo.
Revelador y traumático resulta el momento en el que Jean-Nöel vuelve de Venecia (de vivir con “Las tres abejas” y experimentar tantos misterios gozosos y la pérdida de un amigo) y tiene que alistarse en el ejército. La visión de la decadencia tanto de burgueses como de obreros como el hecho de compartir la misma cola para reclutamiento como borregos que recibieron la misma orden dando al traste con años de enseñanza del pudor y la decencia: desnúdese. La vergüenza y la ignominia terminan en manos del omnipresente y mutante superviviente que es Simon Lachaume y que le convierte en su chófer.
Novela costumbrista a ratos y más corta que las anteriores (304 páginas), “Cita en los infiernos”es una lección, no de moral, no de cómo vivir, sino de cómo todo lo que sube baja, de cómo la física elemental, hasta en esto del poder, se cumple de forma irremediable aunque paulatina.
Maurice Druon cierra esta brillante trilogía con la que es para mí la mejor de las tres entregas. Plástica, versátil y aleccionadora. “Cita en los infiernos” es definitivamente una hermosa obra maestra. Busquen la historia de las tres abejas y el entierro al final, brillante, hermoso y conmovedor a pesar de las ruindades y de la decadencia, a pesar de toda esa sublime basura arrogante y perversa.
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