Tengo una vieja superstición literaria que corroboran escritores como Enrique Vila-Matas y Paul Auster entre otros, y es que muchas de las cosas que escribimos se entremezclan con la realidad sorprendiéndonos. Me refiero a esas cosas que lees o que escribes, pura ficción, mucha verosimilitud, pero que cuando te las encuentras por la calle te sorprenden. Como ya escribí en su día en Vila-Matas perseguidor, las casualidades literarias existen.
David Arroyo, mi amigo de fatigas, me prestó a mediados de este año una novela: el premio Nadal 2008 que firma Francisco Casavella: Lo que sé de los vampiros, “buenísima” me dijo y cuando él lo dice es porque es verdad. Comencé a leerla pero me reclamaron con urgencia creativa otros deberes literarios como escribir. Su arranque es magistral sobre todo la frase puesta en boca del Rey Federico de Prusia, espetada a uno de sus oficiales que parece recular para escapar de la batalla: “¿Te crees que vas a vivir eternamente soperro?”. De “la Voz del Destino, el Martillo del Tiempo” califica Casavella las palabras y la voz del Rey. Contesté en su día que no, que no me creo eterno sin remilgos, sin apegos terrenales. No soy eterno. Yo también soy un oficial de tantos, como dice el barcelonés en su novela.
Ayer puse punto y final a mi última novela. En ella el personaje principal, que es escritor y que para nada es mi alter ego, se queda sólo en su casa. Su mujer lo ha dejado porque no soporta más su obsesión literaria. Este se dispone a escuchar el veredicto del premio Nadal 2008. Este es el fragmento: “El día de Reyes lo pasé solo en casa y por la noche desprecié al ganador del premio Nadal, como todos los años, a pesar de ser Francisco Casavella que me gustaba mucho. Lo qué sé de los vampiros, el título sonaba a buena novela, a historia bien trazada”.
Incluí ayer este dato por motivos de temporalidad de la novela y para sujetarla a eventos reales. Mi personaje es un escritor que vive con pasión la literatura y sigue con atención el mundillo literario. Esto fue ayer por la mañana y eché mano a la novela de Casavella y volví a leer el arranque y la dedicatoria a su padre recién fallecido.
Hoy por la mañana la noticia me llega por correo electrónico: Francisco Casavella nos ha dejado a los 45 años de edad, en pleno uso de sus facultades literarias, en plena efervescencia de su talento. Se retiraba, ordenador en mano por largas temporadas a escribir y luego se dejaba caer por Barcelona para estar con su gente. Escritor de los barrios barceloneses, El triunfo, novela de 1990 nos sumerge en la vida y milagros del El Raval y el Paralelo. Su escritura ágil te lleva como si de una película se tratara a conocer la fauna y flora de aquellos pagos. Me recuerda siempre a mi barrio panameño, con sus hampas, sus sueños y sus motes.
Me sorprende que lo haya evocado el día de su muerte, que haya pensado en él cuando se enfrentaba a su última jornada. Vive ya en el Olimpo de los escritores, en la memoria de sus lectores y en la eternidad de su escritura. Mi pequeño homenaje sin querer sólo es un pretexto para recomendar a un escritor de raza que ahora vive en mi novela aun que no le hacía falta casa literaria. Mi admiración a su talento y me sumo a la tristeza de su pérdida.
David Arroyo, mi amigo de fatigas, me prestó a mediados de este año una novela: el premio Nadal 2008 que firma Francisco Casavella: Lo que sé de los vampiros, “buenísima” me dijo y cuando él lo dice es porque es verdad. Comencé a leerla pero me reclamaron con urgencia creativa otros deberes literarios como escribir. Su arranque es magistral sobre todo la frase puesta en boca del Rey Federico de Prusia, espetada a uno de sus oficiales que parece recular para escapar de la batalla: “¿Te crees que vas a vivir eternamente soperro?”. De “la Voz del Destino, el Martillo del Tiempo” califica Casavella las palabras y la voz del Rey. Contesté en su día que no, que no me creo eterno sin remilgos, sin apegos terrenales. No soy eterno. Yo también soy un oficial de tantos, como dice el barcelonés en su novela.
Ayer puse punto y final a mi última novela. En ella el personaje principal, que es escritor y que para nada es mi alter ego, se queda sólo en su casa. Su mujer lo ha dejado porque no soporta más su obsesión literaria. Este se dispone a escuchar el veredicto del premio Nadal 2008. Este es el fragmento: “El día de Reyes lo pasé solo en casa y por la noche desprecié al ganador del premio Nadal, como todos los años, a pesar de ser Francisco Casavella que me gustaba mucho. Lo qué sé de los vampiros, el título sonaba a buena novela, a historia bien trazada”.
Incluí ayer este dato por motivos de temporalidad de la novela y para sujetarla a eventos reales. Mi personaje es un escritor que vive con pasión la literatura y sigue con atención el mundillo literario. Esto fue ayer por la mañana y eché mano a la novela de Casavella y volví a leer el arranque y la dedicatoria a su padre recién fallecido.
Hoy por la mañana la noticia me llega por correo electrónico: Francisco Casavella nos ha dejado a los 45 años de edad, en pleno uso de sus facultades literarias, en plena efervescencia de su talento. Se retiraba, ordenador en mano por largas temporadas a escribir y luego se dejaba caer por Barcelona para estar con su gente. Escritor de los barrios barceloneses, El triunfo, novela de 1990 nos sumerge en la vida y milagros del El Raval y el Paralelo. Su escritura ágil te lleva como si de una película se tratara a conocer la fauna y flora de aquellos pagos. Me recuerda siempre a mi barrio panameño, con sus hampas, sus sueños y sus motes.
Me sorprende que lo haya evocado el día de su muerte, que haya pensado en él cuando se enfrentaba a su última jornada. Vive ya en el Olimpo de los escritores, en la memoria de sus lectores y en la eternidad de su escritura. Mi pequeño homenaje sin querer sólo es un pretexto para recomendar a un escritor de raza que ahora vive en mi novela aun que no le hacía falta casa literaria. Mi admiración a su talento y me sumo a la tristeza de su pérdida.