31 diciembre, 2008

El año que viene, más

Se acaba el 2008. Muchas imágenes se quedan en la retina y la sensación que nos queda es de una cierta nostalgia de lo pasado, un cierto regusto de tristeza. El año se cierra con las imágenes de los ataques israelíes contra los palestinos. Me gustaría que los que mueren en territorio israelí también salieran más en televisión, que hubiera un debate sobre el tema, amplio, serio, sin las demagogias de unos y de otros.
Me gustaría el año que viene no leer tanta paja (evitaré escribirla) sobre la política española y la panameña. Los gringos nos invadieron, nos dieron duro en una “Causa injusta”, pero nadie, superado el trauma, recuerda las dictaduras militares ni los que murieron en ellas. Gobierna en Panamá un partido fundado por un dictador (que decía que lo suyo era una dictablanda) y la candidata del partido es una ex-colaboradora de Noriega.
Me gustaría el año que viene no escuchar tanta política de salón, tanto modelo fantasma de financiación autonómica y me gustaría ver a los que nos gobiernan pegándose con los bancos para que las hipotecas bajen.
El año que viene me gustaría ver como Obama gobierna y no decepciona a tantos alrededor del mundo que le tienen por una suerte de redentor populista a escala global. Tanta ingenuidad con la política de Estados Unidos es lo que tiene a los demagogos (de derechas o de izquierdas) siempre en el poder, chupándoles la sangre a los pobres.
Me gustaría ver como en Panamá los "intelectuales" leen un poco más y dejan de mirarse el ombligo para escuchar al casi millón de panameños que son pobres según los últimos datos. Escriben artículos sesudos, firmando con cinco o seis títulos (son escritores, abogados, artistas y más cosas para sacudirse los complejos cuando lo que de verdad les falta es honestidad, rigor y criterio que no debe confundirse con la opinión que ni es siempre respetable ni siempre es válida.
Me gustaría que ETA dejara su sinrazón asesina y que los políticos en bloque le echen bemoles al asunto y les dejen en la cárcel, los echen de los ayuntamientos y les persigan hasta Irlanda si hace falta.
Sé que soy muy ingenuo, que estas cosas no serán pero nada se pierde por soñar, por eso escribimos novelas y cuentos, para ensayar otras circinstancias y ver sus posbles resoluciones. Sé que como alguien me dijo hace años "la balsa de la humanidad se hundirá por el peso de los imbéciles", pero no me resisto a dejar de intentar no ser imbécil y no permitir que otros lo sean.
En su magnífico ensayo “La inteligencia fracasada: Teoría y práctica de la estupidez humana” José Antonio Marina nos advierte: el relativismo extremo arma una trampa social. Se ha extendido la idea de que es un síntoma de progresismo político, y que la equivalencia de todas las opiniones es el fundamento de la democracia, creencia absolutamente imbécil y contradictoria.
Desde aquí arrancaremos el año en los senderos, replicándoles a los relativistas absurdos y a los acomplejados intelectuales con un solo propósito: que abandonen las opiniones pachangueras y populares y abracen el criterio que siempre es mejor. Yo intentaré hacer lo mismo.
Feliz 2009.