Hay quien llama a las antologías "antojologías" y no les falta razón muchas veces. Mientras no se hagan con juicio amiguista o prepotente las antologías llevan implícitas esa pátina de antojo o arbitrariedad porque el criterio que se impone el antólogo es siempre muy personal por mucho que se argumenten reglas. Pero la cosa cambia y se complica aún más cuando se trata de antologías “personales”.
Puestos a hacer una antología personal (esas en las que un escritor hace una criba de los que lleva escrito y presenta un inventario de lo que es definitivamente lo mejor de lo suyo) el autor se somete a un implacable antólogo y crítico: él mismo. Hablo de los buenos autores, porque también están los autocomplacientes o los prepotentes que creen que todo lo que escriben es absolutamente bueno y digno de llevarse a una isla desierta. Pero el caso de nuestro antólogo es del primero de los casos, de los buenos, de los que quieren hacer y hacen una literatura de calidad.
Ignacio Martínez de Pisón (Zaragoza, 1956), pone en manos de sus lectores, que cada vez son más, una antología de sus mejores relatos publicados en los últimos 25 años. Es una antología breve para la cantidad de relatos escritos por Martínez de Pisón, más de 60, y a la vez es una puerta de entrada al universo literario de este escritor necesario de las letras españolas. Aunque dice que las antologías personales no nacen de la vanidad, nosotros agregamos que no todas, menos mal, pero muchas de ellas sí.
Una antología es también como el propio autor indica en su nota final, una búsqueda del autor que fuimos, del ser humano que fuimos. Neruda decía que “nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos” y en literatura esto es aun más cierto todavía. La selección de cuentos por parte de un autor nos sirve a los lectores para ver su evolución vital y creativa. Martínez de Pisón recorre su obra y no se autocomplace: experimenta la necesidad de hacer un inventario exhaustivo de sus relatos para ofrecernos los mejores, quiere dejar ver el escritor que es hoy, declarando tácitamente que lo mejor de su literatura está por venir. Esta es para mí el gran acierto de este “Aeropuerto de Funchal” del cual despega un autor renovado.
Estos relatos son un inventario de lo mejor de Martínez de Pisón que demuestra qué tipo de escritor es y como considera su obra, una obra que ha crecido a base de técnica y de buen oficio, de renuncia a la pirotecnia verbal y apuntando directo a la historia, llevándonos a recorrerla paso a paso.
Son cuentos de familias o de familiares (excepto “Boda en el hotel Colón” y “Los nocturnos” aunque la pareja convive por un año) en los que son personas de la misma familia la que protagonizan estos relatos sutiles, chejovianos, (alguno a caballo entre Poe y este, por ejemplo “El filo de una mirada”), que nos hacen un inventario de sentimientos humanos negativos (“Los nocturnos”, la mentira entre amantes, “La hora de la muerte de los pájaros”, la indiferencia, “Boda en el hotel Colón”, la venganza y la mentira, “Siempre hay un perro al acecho” la culpa, “El filo de unos ojos”, la crueldad, “Foto de familia”, el silencio, “El ramo más grande de Valladolid, la usencia y la mentira” y “Aeropuerto de Funchal”, el rencor).
Pero también son, técnicamente, cuentos atmosféricos, (pasa también en las novelas de Martínez de Pisón), bien ambientados, ricamente pintados sin ser barrocos ni estar recargados; la economía de efectos especiales y florituras lingüísticas son un recurso técnico más y una firma de autor que narra y hace escuchar la narración sin despistar al lector. En este sentido técnico, el mejor de todos es “Siempre hay un perro al acecho” (y esta afirmación, al hilo de antologías y antólogos, es también arbitraria) en el cual asistimos, desde la consulta médica del arranque hasta el final (no vamos a dar pistas) a una sucesión de escenarios y emociones firmemente construidas.
Los personajes de los cuentos son también un acierto técnico. La crueldad del primo de “El filo de una mirada” o la entrañable tristeza y venganza de Anselmo en “Boda en el hotel Colón” o el abatido y culpabilizado padre de “Siempre hay un perro al acecho”, son solo muestras de lo que en este libro vamos a encontrarnos de Ignacio Martínez de Pisón.
Podemos decir que este es un libro necesario para entrar al universo Martínez Pisón, que es una puerta más. Álbum de fotos, eso dice el autor en su nota al final del libro, “Aeropuerto de Funchal” es una obra que necesariamente tenemos que leer. Es una magnífica oportunidad para seguirle la pista al resto de los relatos que se quedaron fuera de esta antología y que seguro que no nos van a defraudar. Descubriremos al Ignacio Martínez de Pisón que escribió y recibiremos con alegría al Ignacio Martínez de Pisón que ahora escribe y que es tan distinto de aquel. Pero sobre todo en estas fotos, presten atención, seguro que salimos retratados con una sonrisa o mirando distraídos para otra parte o con un gesto contenido de rabia o de llanto. Porque muchos de los personajes no tienen nombre, podríamos prestarles los nuestros. Sea como sea nosotros también hemos sido fotografiados en estos cuentos. Lean y búsquense, seguro que se encuentran.
Puestos a hacer una antología personal (esas en las que un escritor hace una criba de los que lleva escrito y presenta un inventario de lo que es definitivamente lo mejor de lo suyo) el autor se somete a un implacable antólogo y crítico: él mismo. Hablo de los buenos autores, porque también están los autocomplacientes o los prepotentes que creen que todo lo que escriben es absolutamente bueno y digno de llevarse a una isla desierta. Pero el caso de nuestro antólogo es del primero de los casos, de los buenos, de los que quieren hacer y hacen una literatura de calidad.
Ignacio Martínez de Pisón (Zaragoza, 1956), pone en manos de sus lectores, que cada vez son más, una antología de sus mejores relatos publicados en los últimos 25 años. Es una antología breve para la cantidad de relatos escritos por Martínez de Pisón, más de 60, y a la vez es una puerta de entrada al universo literario de este escritor necesario de las letras españolas. Aunque dice que las antologías personales no nacen de la vanidad, nosotros agregamos que no todas, menos mal, pero muchas de ellas sí.
Una antología es también como el propio autor indica en su nota final, una búsqueda del autor que fuimos, del ser humano que fuimos. Neruda decía que “nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos” y en literatura esto es aun más cierto todavía. La selección de cuentos por parte de un autor nos sirve a los lectores para ver su evolución vital y creativa. Martínez de Pisón recorre su obra y no se autocomplace: experimenta la necesidad de hacer un inventario exhaustivo de sus relatos para ofrecernos los mejores, quiere dejar ver el escritor que es hoy, declarando tácitamente que lo mejor de su literatura está por venir. Esta es para mí el gran acierto de este “Aeropuerto de Funchal” del cual despega un autor renovado.
Estos relatos son un inventario de lo mejor de Martínez de Pisón que demuestra qué tipo de escritor es y como considera su obra, una obra que ha crecido a base de técnica y de buen oficio, de renuncia a la pirotecnia verbal y apuntando directo a la historia, llevándonos a recorrerla paso a paso.
Son cuentos de familias o de familiares (excepto “Boda en el hotel Colón” y “Los nocturnos” aunque la pareja convive por un año) en los que son personas de la misma familia la que protagonizan estos relatos sutiles, chejovianos, (alguno a caballo entre Poe y este, por ejemplo “El filo de una mirada”), que nos hacen un inventario de sentimientos humanos negativos (“Los nocturnos”, la mentira entre amantes, “La hora de la muerte de los pájaros”, la indiferencia, “Boda en el hotel Colón”, la venganza y la mentira, “Siempre hay un perro al acecho” la culpa, “El filo de unos ojos”, la crueldad, “Foto de familia”, el silencio, “El ramo más grande de Valladolid, la usencia y la mentira” y “Aeropuerto de Funchal”, el rencor).
Pero también son, técnicamente, cuentos atmosféricos, (pasa también en las novelas de Martínez de Pisón), bien ambientados, ricamente pintados sin ser barrocos ni estar recargados; la economía de efectos especiales y florituras lingüísticas son un recurso técnico más y una firma de autor que narra y hace escuchar la narración sin despistar al lector. En este sentido técnico, el mejor de todos es “Siempre hay un perro al acecho” (y esta afirmación, al hilo de antologías y antólogos, es también arbitraria) en el cual asistimos, desde la consulta médica del arranque hasta el final (no vamos a dar pistas) a una sucesión de escenarios y emociones firmemente construidas.
Los personajes de los cuentos son también un acierto técnico. La crueldad del primo de “El filo de una mirada” o la entrañable tristeza y venganza de Anselmo en “Boda en el hotel Colón” o el abatido y culpabilizado padre de “Siempre hay un perro al acecho”, son solo muestras de lo que en este libro vamos a encontrarnos de Ignacio Martínez de Pisón.
Podemos decir que este es un libro necesario para entrar al universo Martínez Pisón, que es una puerta más. Álbum de fotos, eso dice el autor en su nota al final del libro, “Aeropuerto de Funchal” es una obra que necesariamente tenemos que leer. Es una magnífica oportunidad para seguirle la pista al resto de los relatos que se quedaron fuera de esta antología y que seguro que no nos van a defraudar. Descubriremos al Ignacio Martínez de Pisón que escribió y recibiremos con alegría al Ignacio Martínez de Pisón que ahora escribe y que es tan distinto de aquel. Pero sobre todo en estas fotos, presten atención, seguro que salimos retratados con una sonrisa o mirando distraídos para otra parte o con un gesto contenido de rabia o de llanto. Porque muchos de los personajes no tienen nombre, podríamos prestarles los nuestros. Sea como sea nosotros también hemos sido fotografiados en estos cuentos. Lean y búsquense, seguro que se encuentran.
Reseña aparecida en La Biblioteca Imaginaria
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