08 septiembre, 2009

Niñas y letras

Por fin nació Aitana. La esperamos durante nueve largos meses mi mujer, Marga Collazo, Lucía nuestra hija mayor y yo. “Cuando va a nacer la hermanita” nos preguntaba Lucía casi a diario y el feliz acontecimiento se dio el pasado 29 de agosto.
Aitana venía cara arriba, eso complicó el parto, pero daba la sensación de que quería mirar la vida a la cara y al momento de salir al mundo lloró lo justo para que el aire de la vida pusiera en marcha sus pequeños pulmones.
Lucía es feliz. Tiene por fin a su hermana en casa y se afana por tenerla en brazos, por besarla y por decirle que no llore que hay que reír aunque lo que quiere Aitana es comer a cada rato. Yo las miro y me asombro. Tanta perfección, tanta ternura. Las palabras parecen querer brotar para llenar páginas en blanco con cariño.
Ahora que Aitana ha llegado tengo representadas las letras, por lo menos su tamaño. “L” mayúscula de Lucía y “a” minúscula de Aitana. La pequeña y la mayor. Una tontería de padre que me permitiréis. Las letras quedan consignadas a las miradas, a los gestos a las voces tiernas de mis chicas por la casa. Verlas juntas es como mezclar versos para que los poemas sean y para que las cosas, las circunstancias, ya no sean las mismas.

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