¿Tienes una biblioteca en tu casa? ¿Almacenas cantidades ingentes de libros aunque te de reparo llamarlo biblioteca? ¿Compras, lees, guardas, prestas (cuanta bondad), clasificas libros y un buen día te diste cuenta de que vives rodeado de ellos y un súbito temor a ser sepultado por ellos te embarga? Pues el libro del francés Jacques Bonnet (Premio François Billetdoux en 2009) es el libro que tienes que leer para saber qué te pasa y llegar a una conclusión sana: no estás solo.
“Bibliotecas llenas de fantasmas” (Anagrama, 2010), no es ni más ni menos que una confesión pública de que el autor ama y guarda libros como muchísimos de nosotros pero él ha conseguido ponerlo por escrito de modo brillantemente, sencillo, y da voz a aquellos que, estando en la misma situación, se les ha tenido siempre por raros.
Su biblioteca, dice Bonnet es una extensión de sí mismo y además cree (sabe, más bien) que por sus libros los conoceréis, que por cómo ordena su biblioteca sabrás qué esconde ese amigo que guarda libros. Citas de muchos autores, enumeración de anécdotas personales, testimonios de libros leídos y otros olvidados hacen de este pequeño texto (permítanme la cursilería) una delicia (lean la cita que abre el libro y serán más benevolentes), ya lo comprobarán.
Inevitable es ver en estas páginas llenas de libros y fantasmas algo de Cortázar y su cuento “Casa tomada”: los muchos libros amenazan con dejarnos en la calle un buen día o abrirnos la cabeza a las primeras de cambio. Nueve capítulos, 120 páginas que al leerlas dan la sensación de haber leído muchas más, de haber estado de visita en un montón de bibliotecas, de haber pedido prestado (y devuelto) muchos libros que seguramente nunca veremos traducidos.
Un texto apasionado y apasionante que ha recogido las mamías de Bonnet, las nuestras y las tuyas para dejar definido el perfil del bibliómano lector que no puede vivir sin su biblioteca y que allí donde vaya siempre necesita algo que llevarse a los ojos. Esta es una obra que dejara retratado a más de un lector.
Alberto Mangel es muy citado, es el otro “fijador” de una historia de la lectura y ha sabido explotar como pocos el siempre fértil terreno de la reflexión sobre el maravilloso hábito, vicio, manía, necesidad de leer. Las obras son complementarias aunque las de Mangel sean más sesudas.
El secreto del título mejor se lo reservamos a los que se aventuren a leerlo. Hasta que no lo averiguamos leyendo, el título nos dio más de una posibilidad y dejó correr la imaginación. Espero que se metan en esta aventura y descubran a los fantasmas del título.
El libro termina con un bellísimo párrafo que dice que los libros son como casas antiguas con sus presencias y sus afectos sostenidos en el aire del tiempo y el autor nos deja unos puntos suspensivos. Creo que esos puntos son una invitación a visitar esas casas viejas, a quererlas, a conservarlas a pesar de que el libro electrónico pide paso con firmeza. Una invitación a volver a los fantasmas que seguirán fascinándonos a pesar de que ya no les tengamos miedo.
“Bibliotecas llenas de fantasmas” (Anagrama, 2010), no es ni más ni menos que una confesión pública de que el autor ama y guarda libros como muchísimos de nosotros pero él ha conseguido ponerlo por escrito de modo brillantemente, sencillo, y da voz a aquellos que, estando en la misma situación, se les ha tenido siempre por raros.
Su biblioteca, dice Bonnet es una extensión de sí mismo y además cree (sabe, más bien) que por sus libros los conoceréis, que por cómo ordena su biblioteca sabrás qué esconde ese amigo que guarda libros. Citas de muchos autores, enumeración de anécdotas personales, testimonios de libros leídos y otros olvidados hacen de este pequeño texto (permítanme la cursilería) una delicia (lean la cita que abre el libro y serán más benevolentes), ya lo comprobarán.
Inevitable es ver en estas páginas llenas de libros y fantasmas algo de Cortázar y su cuento “Casa tomada”: los muchos libros amenazan con dejarnos en la calle un buen día o abrirnos la cabeza a las primeras de cambio. Nueve capítulos, 120 páginas que al leerlas dan la sensación de haber leído muchas más, de haber estado de visita en un montón de bibliotecas, de haber pedido prestado (y devuelto) muchos libros que seguramente nunca veremos traducidos.
Un texto apasionado y apasionante que ha recogido las mamías de Bonnet, las nuestras y las tuyas para dejar definido el perfil del bibliómano lector que no puede vivir sin su biblioteca y que allí donde vaya siempre necesita algo que llevarse a los ojos. Esta es una obra que dejara retratado a más de un lector.
Alberto Mangel es muy citado, es el otro “fijador” de una historia de la lectura y ha sabido explotar como pocos el siempre fértil terreno de la reflexión sobre el maravilloso hábito, vicio, manía, necesidad de leer. Las obras son complementarias aunque las de Mangel sean más sesudas.
El secreto del título mejor se lo reservamos a los que se aventuren a leerlo. Hasta que no lo averiguamos leyendo, el título nos dio más de una posibilidad y dejó correr la imaginación. Espero que se metan en esta aventura y descubran a los fantasmas del título.
El libro termina con un bellísimo párrafo que dice que los libros son como casas antiguas con sus presencias y sus afectos sostenidos en el aire del tiempo y el autor nos deja unos puntos suspensivos. Creo que esos puntos son una invitación a visitar esas casas viejas, a quererlas, a conservarlas a pesar de que el libro electrónico pide paso con firmeza. Una invitación a volver a los fantasmas que seguirán fascinándonos a pesar de que ya no les tengamos miedo.
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