Sí señores, sí: a la voz de los Generales piqueteros, la Huelga del 29-S ha sido un “éxito”. Claro, cuando uno no consigue convencer con argumentos, lo que se sucede son los gritos, los insultos y si hace falta los golpes y extorciones (véase puntos de soldadura o silicona en las cerraduras, intimidaciones con palos de banderas y otras lindezas), vamos, que hemos retrocedido en el tiempo hasta las cavernas menos democráticas que conozcamos.
Es muy molesto, indignante y denigrante que nadie sea capaz en este país de garantizar de una manera firme el derecho a Huelga y el derecho a no hacer Huelga. Les concedo que los empresarios, los menos y canallas, se permiten coaccionar a sus empleados. Estoy en contra, habría que meterles mano, tendríamos que contar con una oficina en el Ministerio de Trabajo donde denunciar estos hechos. Aun así, bajo ideas claras y oportunas nos enfrentaríamos a estos “empresarios piqueteros”.
Pero que los sindicalistas, los que están cerca del trabajador, los que articulan las reivindicaciones que históricamente se han convertido en conquistas de derechos para todos, se pongan a las puertas de las empresas a intimidar y no a informar como es su labor a los trabajadores para que no ejerzan sus derechos, es de traca. No respetan el derecho al trabajo que también recoge, faltaría más, la Constitución.
La de ayer fue una Huelga impuesta, gruñona a falta de verdaderas razones para hacerla y, sobre todo, tardía. Si se hubiese convocado hace un año o dos hubiese hecho Historia pero no, había que hacerla después del verano, dejando aprobada por el Congreso la famosa Reforma Laboral. Una vergüenza.
Lo peor de todo esto es que si los políticos son una preocupación en este país por su mala cabeza y hacer (mire usted a derechas, izquierdas o al centro), resulta que los sindicalistas se suben al carro de la falta de coherencia dejando a esta sociedad a merced de los más ineptos. La credibilidad, la poca, vamos a conceder, que tenían los Sindicatos la han tirado a la basura convocando a destiempo una Huelga que no tuvo más efecto que la perdida generalizada de dinero y la constatación de que el miedo a que te rompan el negocio o te den un palo en la cabeza es lo que dejó a muchos en casa. El Generalísimo miedo convocó su Huelga y triunfó en muchos sectores.
¿Y ahora qué? A escenificar el reencuentro: “Perdóname, no puedo rectificar”, “No, perdóname tú a mi ¿te dolió la Huelga?”, “Un poco pero sigamos, el futuro espera…” y así, cerrando en negro como en las viejas películas, un cartelito dice “Continuará…” y mientras nosotros, en el impase, sufriremos las consecuencias. Porque la no rectificación del Gobierno y la dilación en la que seguirán los Sindicatos nos someterán a más paro, a más insatisfacción y a más frustración.
Cuando los Sindicatos consigan convencer a los trabajadores con argumentos, con ideas claras y a tiempo, cuando la coyuntura lo requiera y se atrevan a informar en sus piquetes y no a coaccionar, este país habrá crecido y será capaz de enfrentarse a cualquier cosa. Lo que sigue para ellos es ganarse la confianza de los trabajadores que creemos que han sido cómplices en estos años del Gobierno con su silencio. La paz social se puede comprar pero no debe venderse y los Sindicatos la han hecho. Cuando no saquen a sus piquetes para intimidar allí estaremos todos pero, mientras nos impongan las cosas por el miedo, no conseguirán nada más que un General fracaso como la del 29-S. Para la próxima, ya veremos que pasa.
Es muy molesto, indignante y denigrante que nadie sea capaz en este país de garantizar de una manera firme el derecho a Huelga y el derecho a no hacer Huelga. Les concedo que los empresarios, los menos y canallas, se permiten coaccionar a sus empleados. Estoy en contra, habría que meterles mano, tendríamos que contar con una oficina en el Ministerio de Trabajo donde denunciar estos hechos. Aun así, bajo ideas claras y oportunas nos enfrentaríamos a estos “empresarios piqueteros”.
Pero que los sindicalistas, los que están cerca del trabajador, los que articulan las reivindicaciones que históricamente se han convertido en conquistas de derechos para todos, se pongan a las puertas de las empresas a intimidar y no a informar como es su labor a los trabajadores para que no ejerzan sus derechos, es de traca. No respetan el derecho al trabajo que también recoge, faltaría más, la Constitución.
La de ayer fue una Huelga impuesta, gruñona a falta de verdaderas razones para hacerla y, sobre todo, tardía. Si se hubiese convocado hace un año o dos hubiese hecho Historia pero no, había que hacerla después del verano, dejando aprobada por el Congreso la famosa Reforma Laboral. Una vergüenza.
Lo peor de todo esto es que si los políticos son una preocupación en este país por su mala cabeza y hacer (mire usted a derechas, izquierdas o al centro), resulta que los sindicalistas se suben al carro de la falta de coherencia dejando a esta sociedad a merced de los más ineptos. La credibilidad, la poca, vamos a conceder, que tenían los Sindicatos la han tirado a la basura convocando a destiempo una Huelga que no tuvo más efecto que la perdida generalizada de dinero y la constatación de que el miedo a que te rompan el negocio o te den un palo en la cabeza es lo que dejó a muchos en casa. El Generalísimo miedo convocó su Huelga y triunfó en muchos sectores.
¿Y ahora qué? A escenificar el reencuentro: “Perdóname, no puedo rectificar”, “No, perdóname tú a mi ¿te dolió la Huelga?”, “Un poco pero sigamos, el futuro espera…” y así, cerrando en negro como en las viejas películas, un cartelito dice “Continuará…” y mientras nosotros, en el impase, sufriremos las consecuencias. Porque la no rectificación del Gobierno y la dilación en la que seguirán los Sindicatos nos someterán a más paro, a más insatisfacción y a más frustración.
Cuando los Sindicatos consigan convencer a los trabajadores con argumentos, con ideas claras y a tiempo, cuando la coyuntura lo requiera y se atrevan a informar en sus piquetes y no a coaccionar, este país habrá crecido y será capaz de enfrentarse a cualquier cosa. Lo que sigue para ellos es ganarse la confianza de los trabajadores que creemos que han sido cómplices en estos años del Gobierno con su silencio. La paz social se puede comprar pero no debe venderse y los Sindicatos la han hecho. Cuando no saquen a sus piquetes para intimidar allí estaremos todos pero, mientras nos impongan las cosas por el miedo, no conseguirán nada más que un General fracaso como la del 29-S. Para la próxima, ya veremos que pasa.
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