Quien crea que la vida en una embajada, codeándose con lo más granado del país donde se encuentra la embajada es aburrido, se equivoca. Y se esa embajada está en París y tú eres la esposa del embajador inglés, para de contar: estás metido en una de las novelas sobre los “altos fondos” parisinos en los que quedan mejor retratados, estas inmerso en “No se lo digas a Alfred” (Libros del Asteroide, 2009) de la escritora inglesa Nancy Mitford (Londres 1904- París 1973) gran conocedora del tema dada su condición de noble inglesa y de gran conocedora de muchos de los aristócratas franceses.
La novela arranca de una manera maravillosa, casi de película en blanco y negro: “El día que iba a cambiar mi vida, fui a Londres en el tren de las 9:35”. A partir de allí el vértigo irónico e hilarante que se apodera de la novel nos arrastra de a primera a la última página con un cansancio literario de esos que te dejan relajado y listo para una siguiente novela.
Fanny demuestra aquí que tiene sus ambiciones, que siempre había deseado poder dejar “una concha a la orilla de la eternidad” y el nombramiento de Alfred, profesor de teología pastoral, no podía llegar sino para realizar sus sueños. La cosa se complica nada más llegar a parís desde Londres y ver que los periódicos provocan un escándalo en torno a ellos. Con finísima ironía y con una sólida construcción de sus personajes (algunos vienen de otras novelas) Nancy Mitford nos va llevando por cada una de las habitaciones de esta embajada inglesa en parís que es un hervidero de situaciones tan reales que parecen mentira y otras tan hilarantes como sencillamente tristes.
Hay una deliciosa sección en la que se trata el tema de cómo son los americanos. Genial, ácida y muy divertida. Búsquenla y se reirán aunque sean americanos.
Esta es una novela especialmente de diálogos, es toda una institución de enseñanza en ese sentido. La capacidad de Milford para dotar de su propia voz a cada personaje sin que suene monótono con la cantidad de diálogos que hay en esta novela es un monumento el buen oficio literario. Diálogos directos, cargados de ironía y naturalidad, de fluidez y sobre todo, dinamizan la narración, no la detienen ni la cargan. Y aquí tenemos que alabar la excelente traducción de Milena Busquets que ha sabido reflejar con la máxima precisión el estilo de Nancy Mitford.
Una novela que hará las delicias de los seguidores de Mitford y para los que no la conozcan les va a llevar de cabeza al resto de la obra traducida hasta ahora de esta señora de las letras inglesas. Por cierto ¿quieren saber que no había que decirle a Alfred? Pues pasen u lean busquen y conozcan al bueno de Alfred que es muy a su pesar el gran protagonista de esta novela en tanto que marido da Fanny y padre de David y Baz los hijos díscolos y en mala etapa evolutiva que traen de cabeza a la buena de su madre. No dejen de buscar y leer esta novela: no querrán entrar en un conflicto diplomático.
La novela arranca de una manera maravillosa, casi de película en blanco y negro: “El día que iba a cambiar mi vida, fui a Londres en el tren de las 9:35”. A partir de allí el vértigo irónico e hilarante que se apodera de la novel nos arrastra de a primera a la última página con un cansancio literario de esos que te dejan relajado y listo para una siguiente novela.
Fanny demuestra aquí que tiene sus ambiciones, que siempre había deseado poder dejar “una concha a la orilla de la eternidad” y el nombramiento de Alfred, profesor de teología pastoral, no podía llegar sino para realizar sus sueños. La cosa se complica nada más llegar a parís desde Londres y ver que los periódicos provocan un escándalo en torno a ellos. Con finísima ironía y con una sólida construcción de sus personajes (algunos vienen de otras novelas) Nancy Mitford nos va llevando por cada una de las habitaciones de esta embajada inglesa en parís que es un hervidero de situaciones tan reales que parecen mentira y otras tan hilarantes como sencillamente tristes.
Hay una deliciosa sección en la que se trata el tema de cómo son los americanos. Genial, ácida y muy divertida. Búsquenla y se reirán aunque sean americanos.
Esta es una novela especialmente de diálogos, es toda una institución de enseñanza en ese sentido. La capacidad de Milford para dotar de su propia voz a cada personaje sin que suene monótono con la cantidad de diálogos que hay en esta novela es un monumento el buen oficio literario. Diálogos directos, cargados de ironía y naturalidad, de fluidez y sobre todo, dinamizan la narración, no la detienen ni la cargan. Y aquí tenemos que alabar la excelente traducción de Milena Busquets que ha sabido reflejar con la máxima precisión el estilo de Nancy Mitford.
Una novela que hará las delicias de los seguidores de Mitford y para los que no la conozcan les va a llevar de cabeza al resto de la obra traducida hasta ahora de esta señora de las letras inglesas. Por cierto ¿quieren saber que no había que decirle a Alfred? Pues pasen u lean busquen y conozcan al bueno de Alfred que es muy a su pesar el gran protagonista de esta novela en tanto que marido da Fanny y padre de David y Baz los hijos díscolos y en mala etapa evolutiva que traen de cabeza a la buena de su madre. No dejen de buscar y leer esta novela: no querrán entrar en un conflicto diplomático.
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