10 diciembre, 2010

Cuatro hermanas (Reseña)

Cuatro hermanas” (Libros del Asteroide, 2009) es un libro de esos que te animan a seguir leyendo, que te reconcilian con la ternura bien manejada en una novela, te enseñan a que se puede emocionar sin caer en la mojigatería. Es uno de esos libros por los que vale la pena arriesgarse a leer un texto de un autor desconocido. Jetta Carleton (Estados Unidos, 1913-1999) publicó en vida sólo esta novela. Es lo único que tenía que contar. Así nace “Cuatro hermanas” que la editorial Libros del Asteroide publica con traducción de María Teresa Gispert. La emoción, la tensión familiar y la búsqueda de la identidad están garantizadas.
Cada verano las hermanas de la familia Soames vuelven a la casa paterna para pasar unas semanas. Ese regreso al pasado, a lo que se dejó atrás, hace que los recuerdos fluyan. Jetta Carleton va retratando a su familia, el carácter de sus hermanas, las ilusiones de su madre y sus frustraciones, los desastres familiares y los secretos peor guardados que existen en todas las familias, constituyen la trama de “Cuatro hermanas”.
El paisaje donde se desarrolla la obra y sus gentes son tratadas con el acierto literario que lo salva de la caricaturización banal de los pueblos profundos de los Estados Unidos.
Los personajes son muy sólidos y humanos. Retratada la familia en los primeros compases de la obra los que siguen son retratos de los miembros de ella. Les vemos “ser”, actuar, llenar los espacios de vida y de emoción. Son, sobre todo el personaje del padre, un prodigioso acierto del oficio literario Jetta Carleton.





Lo que maravilla de esta obra es el manejo de la emoción, del tiempo narrativo. Aunque las situaciones podrían parecer previsibles, la autora consigue engancharnos con una historia familiar sencilla hasta el final. Porque aunque se vean venir las cosas siempre estamos desenado que nos siga contando, deseamos quedarnos sentados a la mesa escuchando la vieja historia familiar mientras fuera nieva y el calor del hogar nos hace sentir seguros, nos hace sentir parte de algo.
Al final lo que los vincula hasta desear volver cada verano es el amor, es todo aquello que vivieron y sufrieron juntos. Las emociones que se viven en esta novela están sólidamente tejidas para llevarnos hasta el asombro de descubrir que ya sea en Misuri o en Madrid, todas las familias tienen sus luces y sus sombras y que en muchos casos, aun hoy, el amor y los recuerdos siguen cohesionando la unidad básica de la sociedad.
En estos días en que las familias van cambiando y en los que parece que tener una es algo raro, “Cuatro hermanas” (que se publicó en 1962 por primera vez) nos vuelve a conectar con las viejas emociones que sólo se encuentran en las relaciones familiares.

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