Un paseo otoñal bajo una suave llovizna, así es el poemario de Antonio Orihuela (Moguer, 1965) “Narración de la llovizna” (Ediciones Baile del Sol, 2009), una poesía que cala en lo profundo del alma y decimos “calar” porque en este tránsito sin paraguas de la “Lluvia” hasta “La muerte” pasando por “La púrpura”, se nos va tejiendo en las entrañas una profunda levedad de la existencia, un cansancio reflexivo que evoca el viaje que estamos llevando a cabo mientras vivimos.
Distribuidos en tres partes (Lluvia, La púrpura y La muerte) Orihuela construye un universo que por otoñal y maduro no necesariamente presagia un inminente final. Palpitan en ellos la memoria y la nostalgia, la alegría y la esperanza en una sucesión de imágenes de gran calado estético que alcanzan momentos de intenso lirismo.
Hay en esta poesía una sólida construcción sobre la brevedad lo que dota de contundencia el texto que son disparos, “chuzos de punta” que se precipitan sobre el lector que persigue en esta narración tormentosa al poeta que se lee y se redacta ante nuestros ojos convirtiéndose por momentos en nuestro alter ego, sorprendiéndonos en cada esquina de sus poemas con unas instantáneas que tienen la familiaridad de los déjà vu.
Abruma el poema brevísimo sobre la página en blanco, que se convierte en desafío, como una mirada que se sostiene para que se le mire bien, como una invitación a concentrarnos para ser absorbidos por una súbita densidad que nos lleva a cerrar el libro y a pensar. Una muestra es el poema de la página 27: “Vienes de lejos, /lenta astilla que quedaste/atravesada en mi pecho”. Una rotunda imagen del leve picoteo que las circunstancias hacen en la piel de la vida y como esa herida nos acompaña
De las tres partes quiero destacar un poema. En lluvia destaca Las palabras… un canto a las palabras como elemento transformador de la realidad y de la vida. En la purpura este: callas,/ pero no hay paz/ en el silencio”, imagen de los conflictos que el silencio sólo subraya, los enconamientos que se roen callando. De “La muerte”, mi favorito, “Un país a nuestro dolor”, un canto a los que nos sentimos poco a poco extraños en nuestra propia tierra, una constatación de una muerte paulatina que tiene su única resurrección en el recuerdo. Es un poema directo al alma.
Un poemario cargado de limpieza, formal y estética, una apuesta por la vida y su conjuro de fantasmas y tristeza eso es narración de la llovizna que nos invita a buscar más de la poesía de Antonio Orihuela y su trabajo no sólo literario sino también ensayístico. Un poeta que apuesta por una poesía de altura y por otros poetas que están llevando a cabo una labor estética que merece ser apreciada. Sin duda los amantes de la buena poesía tendrán en este libro un encuentro con la poesía con letras mayúsculas, con un refrescante paseo bajo la llovizna.
Distribuidos en tres partes (Lluvia, La púrpura y La muerte) Orihuela construye un universo que por otoñal y maduro no necesariamente presagia un inminente final. Palpitan en ellos la memoria y la nostalgia, la alegría y la esperanza en una sucesión de imágenes de gran calado estético que alcanzan momentos de intenso lirismo.
Hay en esta poesía una sólida construcción sobre la brevedad lo que dota de contundencia el texto que son disparos, “chuzos de punta” que se precipitan sobre el lector que persigue en esta narración tormentosa al poeta que se lee y se redacta ante nuestros ojos convirtiéndose por momentos en nuestro alter ego, sorprendiéndonos en cada esquina de sus poemas con unas instantáneas que tienen la familiaridad de los déjà vu.
Abruma el poema brevísimo sobre la página en blanco, que se convierte en desafío, como una mirada que se sostiene para que se le mire bien, como una invitación a concentrarnos para ser absorbidos por una súbita densidad que nos lleva a cerrar el libro y a pensar. Una muestra es el poema de la página 27: “Vienes de lejos, /lenta astilla que quedaste/atravesada en mi pecho”. Una rotunda imagen del leve picoteo que las circunstancias hacen en la piel de la vida y como esa herida nos acompaña
De las tres partes quiero destacar un poema. En lluvia destaca Las palabras… un canto a las palabras como elemento transformador de la realidad y de la vida. En la purpura este: callas,/ pero no hay paz/ en el silencio”, imagen de los conflictos que el silencio sólo subraya, los enconamientos que se roen callando. De “La muerte”, mi favorito, “Un país a nuestro dolor”, un canto a los que nos sentimos poco a poco extraños en nuestra propia tierra, una constatación de una muerte paulatina que tiene su única resurrección en el recuerdo. Es un poema directo al alma.
Un poemario cargado de limpieza, formal y estética, una apuesta por la vida y su conjuro de fantasmas y tristeza eso es narración de la llovizna que nos invita a buscar más de la poesía de Antonio Orihuela y su trabajo no sólo literario sino también ensayístico. Un poeta que apuesta por una poesía de altura y por otros poetas que están llevando a cabo una labor estética que merece ser apreciada. Sin duda los amantes de la buena poesía tendrán en este libro un encuentro con la poesía con letras mayúsculas, con un refrescante paseo bajo la llovizna.
PD: La foto de la entrevista es de Juan Sánchez Amorós.
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