Para los que disfrutamos con “Dublinesca” (Seix Barral, 2010) y nos quedamos con ganas de más, nos llega el consuelo vilamatiano de “Perder teorías” (Seix Barral, 2010) que ejerce de anexo de la novela o más bien se trata de un texto que pretende explicar que hay exactamente detrás de la última novela de Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948) o definitivamente, y este es mi parecer, se trata de una excelente novela corta.
Resulta que un doble de Vila-Matas es invitado a Lyon para dar una conferencia sobre las relaciones entre la ficción y la realidad. Nadie de la organización del evento se pone en contacto con el escritor y le dejan sumido en una situación de abandono que le convierte en protagonista de un cuento de Julien Gracq. Se siente como el mismísimo Julio Ramón Ribeyro al que le pasó algo parecido. En esa soledad impuesta, (y buscada, todo hay que decirlo), el escritor se dispone a escribir su gran teoría sobre la novela del siglo XXI. En ella se dan cinco puntos fundamentales (parece el Calvinismo) e ineludibles que debe tener toda novela y con esa teoría, escribir una.
Pero este viaje hacia la teoría encierra un mundo estatutico y técnico que de la mano de Enrique Vila-Matas enriquece muchísimo. No diremos nada nuevo si afirmamos que leer al Vila-Matas es abrir un extenso catálogo de referencias literarias, existentes y otras no, que, mezclados con la necesaria ficción, nos lleva por terrenos intelectuales y lúdicos de muy alto nivel.
Porque “Perder teorías” es una nouvelle, una pequeña joya que es hija de Dublinesca y que la convierte en cómplice de aquella. El texto de Vila-Matas extiende unas páginas más la magia de lo creado en Dublinesca y explica, esto también es ficción (o no), como fue concebida y construida. Esta novela también se puede leer en clave de viaje: “Viaje al centro del escritor”, “20.000 palabras de viaje hacia la teoría”, “El viaje a todas partes”, y un largo etcétera de títulos con los que expresar la búsqueda dentro del propio escritor de una teoría total de la novela de este nuevo siglo. Pero es en la llegada a la teoría, concluida su redacción, cuando el autor se da cuenta de que la vida va de precisamente lo contrario, de perder teorías, de no encasillarse, de optar por la libertad a tener que encerrarse en la paredes arrogantes de una estética y una poética impuestas.
Desfilan entre otros por las páginas de perder teorías, Liz Themerson, Rodrigo Fresán, John Banville y una tal Julien Gracq todos ellos personajes de ficción muy bien trenzados por Vila-Matas. O no, perdonen, son escritores reales que hacen un cameo en la novela, o somos nosotros los que hacemos un cameo al leerla o somos finalmente nosotros los que estamos escribiendo una novela que se llama “Perder teorías” y de la cual “Dublinesca” es un pequeño apéndice. Creo que me he perdido, estoy hecho un libro.
No dejen de leer esta pequeña joya, no dejen que se les escape la posibilidad de volver a entrar en el universo particular de un escritor que desdibuja barreras entre géneros, que nos sumerge en teorías, que nos arrastra a un juego de sombras chinesca del cual saldremos fascinados y divertidos, como debe salir uno de las buenas novelas, satisfecho y con una sonrisilla de gusto en la cara.
Resulta que un doble de Vila-Matas es invitado a Lyon para dar una conferencia sobre las relaciones entre la ficción y la realidad. Nadie de la organización del evento se pone en contacto con el escritor y le dejan sumido en una situación de abandono que le convierte en protagonista de un cuento de Julien Gracq. Se siente como el mismísimo Julio Ramón Ribeyro al que le pasó algo parecido. En esa soledad impuesta, (y buscada, todo hay que decirlo), el escritor se dispone a escribir su gran teoría sobre la novela del siglo XXI. En ella se dan cinco puntos fundamentales (parece el Calvinismo) e ineludibles que debe tener toda novela y con esa teoría, escribir una.
Pero este viaje hacia la teoría encierra un mundo estatutico y técnico que de la mano de Enrique Vila-Matas enriquece muchísimo. No diremos nada nuevo si afirmamos que leer al Vila-Matas es abrir un extenso catálogo de referencias literarias, existentes y otras no, que, mezclados con la necesaria ficción, nos lleva por terrenos intelectuales y lúdicos de muy alto nivel.
Porque “Perder teorías” es una nouvelle, una pequeña joya que es hija de Dublinesca y que la convierte en cómplice de aquella. El texto de Vila-Matas extiende unas páginas más la magia de lo creado en Dublinesca y explica, esto también es ficción (o no), como fue concebida y construida. Esta novela también se puede leer en clave de viaje: “Viaje al centro del escritor”, “20.000 palabras de viaje hacia la teoría”, “El viaje a todas partes”, y un largo etcétera de títulos con los que expresar la búsqueda dentro del propio escritor de una teoría total de la novela de este nuevo siglo. Pero es en la llegada a la teoría, concluida su redacción, cuando el autor se da cuenta de que la vida va de precisamente lo contrario, de perder teorías, de no encasillarse, de optar por la libertad a tener que encerrarse en la paredes arrogantes de una estética y una poética impuestas.
Desfilan entre otros por las páginas de perder teorías, Liz Themerson, Rodrigo Fresán, John Banville y una tal Julien Gracq todos ellos personajes de ficción muy bien trenzados por Vila-Matas. O no, perdonen, son escritores reales que hacen un cameo en la novela, o somos nosotros los que hacemos un cameo al leerla o somos finalmente nosotros los que estamos escribiendo una novela que se llama “Perder teorías” y de la cual “Dublinesca” es un pequeño apéndice. Creo que me he perdido, estoy hecho un libro.
No dejen de leer esta pequeña joya, no dejen que se les escape la posibilidad de volver a entrar en el universo particular de un escritor que desdibuja barreras entre géneros, que nos sumerge en teorías, que nos arrastra a un juego de sombras chinesca del cual saldremos fascinados y divertidos, como debe salir uno de las buenas novelas, satisfecho y con una sonrisilla de gusto en la cara.
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