Los primeros minutos de este 26 de marzo los paso escribiendo estas reflexiones y pensando en mi madre que estaba aquel día del 72 trayendo al mundo a su primer hijo.
Cumplo con el asombro de cada día a pesar de haber visto tantas cosas malas y buenas y sigo experimentando la alegría de las cosas sencillas. Sigo llorando por las noches ciertas ausencias y sigo también amando las letras aunque se me escapan por los poros de mis textos sin resolver.
Sigo cumpliendo cada año con el rito auto impuesto de recordar a mi abuela que se fue en silencio una mañana de mayo sin despedirse de mí, trayendo a la memoria aquello que siempre me decía por estas fechas “me estás alcanzando” y cada día que pasa compruebo que es verdad. Cumplo con la alegría de despertarme cada mañana con la mujer más maravillosa de este planeta estúpido, Marga Collazo y con la risa pícara de mi hija Lucía que pronto aprenderá a leer y se lo pasará en grande con su hermanito (¿hermanita?) que viene poco a poco hacia nuestras vidas. Cumplo 37, muchos, pocos, no sé pero cumplo y cumplo con la lucha por cumplir mis sueños.
En el camino muchos son los que darían su vida y media por la mía y a ellos les debo en un día como hoy una mención especial sin entrar en la vulgaridad de nombres y apellidos. Ellos saben allí donde estén, lean o no esto, que son precisamente de ellos de quienes hablo y no de otros.
Cumplo con el caminar por la fe en un Dios que no está de moda pero que es el que sostiene bajo mis pies el camino que tránsito hacia todo lo que quiero ser, hacia todo lo que puedo hacer. Cumplo con la alegría que merece vivir esta vida aunque sólo sea la mía.
Cumplo con el asombro de cada día a pesar de haber visto tantas cosas malas y buenas y sigo experimentando la alegría de las cosas sencillas. Sigo llorando por las noches ciertas ausencias y sigo también amando las letras aunque se me escapan por los poros de mis textos sin resolver.
Sigo cumpliendo cada año con el rito auto impuesto de recordar a mi abuela que se fue en silencio una mañana de mayo sin despedirse de mí, trayendo a la memoria aquello que siempre me decía por estas fechas “me estás alcanzando” y cada día que pasa compruebo que es verdad. Cumplo con la alegría de despertarme cada mañana con la mujer más maravillosa de este planeta estúpido, Marga Collazo y con la risa pícara de mi hija Lucía que pronto aprenderá a leer y se lo pasará en grande con su hermanito (¿hermanita?) que viene poco a poco hacia nuestras vidas. Cumplo 37, muchos, pocos, no sé pero cumplo y cumplo con la lucha por cumplir mis sueños.
En el camino muchos son los que darían su vida y media por la mía y a ellos les debo en un día como hoy una mención especial sin entrar en la vulgaridad de nombres y apellidos. Ellos saben allí donde estén, lean o no esto, que son precisamente de ellos de quienes hablo y no de otros.
Cumplo con el caminar por la fe en un Dios que no está de moda pero que es el que sostiene bajo mis pies el camino que tránsito hacia todo lo que quiero ser, hacia todo lo que puedo hacer. Cumplo con la alegría que merece vivir esta vida aunque sólo sea la mía.