Ya que nos imponen el día del padre y nos dan incluso el día libre, no así con las madres (a ver, la de Igualdad que monte un numerito en el Congreso para esto) me toca reflexionar en la figura paterna.
La verdad es que mi padre no es una gran referencia pero sí otros hombres que han influido en mi vida. De todos ellos sólo uno no me ha decepcionado y ha mantenido en mi vida el peso necesario del respeto paterno-filial. A él, feliz día.
Cualquiera puede engendrar, poner la semillita, inseminar, pero ser padre muy pocos. A mí me encanta ser padre de Lucía aunque ella tiene el suyo, el biológico, el que todos tienen, pero me encanta ser yo el que me pase el día con ella jugando y aprendiendo el uno del otro. Me da igual quien se enfade por lo que digo pero el amor, el afecto, no lo da un apellido, lo da un cruce constante de vivencias que nadie puede robar ni cambiar.
A mí me han regalado una cosa para poner las llaves, decorada con un dibujo exclusivo de Lucía que hizo en el colegio: una maravilla que tengo en mi mesa de trabajo junto con un Snoopy con una máquina de escribir ( estoy escribiendo un artículo sobre ellas) y que Lucía me ha “cedido” para que me acompañe cuando ella no está mientras escribo. Un asombro con patas como me dijo un día Andrés Neuman.
Ahora me queda poco para ver nacer al fruto de mi propia carne, al hijo o hija que llevará la mitad de mi ser en él. Será una maravilla y espero ser más que un padre biológico. Los años lo dirán y cuando ellos tengan la edad que yo tengo espero que aun, quieran llamarme y que no les pase como a mí.
La verdad es que mi padre no es una gran referencia pero sí otros hombres que han influido en mi vida. De todos ellos sólo uno no me ha decepcionado y ha mantenido en mi vida el peso necesario del respeto paterno-filial. A él, feliz día.
Cualquiera puede engendrar, poner la semillita, inseminar, pero ser padre muy pocos. A mí me encanta ser padre de Lucía aunque ella tiene el suyo, el biológico, el que todos tienen, pero me encanta ser yo el que me pase el día con ella jugando y aprendiendo el uno del otro. Me da igual quien se enfade por lo que digo pero el amor, el afecto, no lo da un apellido, lo da un cruce constante de vivencias que nadie puede robar ni cambiar.
A mí me han regalado una cosa para poner las llaves, decorada con un dibujo exclusivo de Lucía que hizo en el colegio: una maravilla que tengo en mi mesa de trabajo junto con un Snoopy con una máquina de escribir ( estoy escribiendo un artículo sobre ellas) y que Lucía me ha “cedido” para que me acompañe cuando ella no está mientras escribo. Un asombro con patas como me dijo un día Andrés Neuman.
Ahora me queda poco para ver nacer al fruto de mi propia carne, al hijo o hija que llevará la mitad de mi ser en él. Será una maravilla y espero ser más que un padre biológico. Los años lo dirán y cuando ellos tengan la edad que yo tengo espero que aun, quieran llamarme y que no les pase como a mí.