Decía un amigo mío que “la balsa de la humanidad se hundirá por el peso de los imbéciles” y no le falta razón porque en materia de cautela informática algunos parecen haber perdido el rumbo o haberse convertido en cándidos creyentes en la bondad innata de los cibernautas, sobre todo en materia de imágenes de menores en la red. Me explico.
¿Pondrían ustedes imágenes de sus hijos o hijas semidesnudos en la red por muy inocentes que sean las imágenes? Si su respuesta es no, bien, es usted una de esas personas que no se la juega con nadie. Pero si su respuesta es afirmativa aquí tiene unos datos. La ley a este respecto es muy clara (Ley Orgánica 1/1996, de 15 de enero, de Protección Jurídica del Menor, de modificación parcial del Código Civil y de la Ley de Enjuiciamiento Civil. y la última instrucción 2/2006 sobre el Fiscal y la Protección del Derecho al Honor, Intimidad y propia imagen de los menores.). Para que dicha publicación sea legal es necesario el consentimiento escrito de madre, padre o tutor/a, es imprescindible en el caso de cualquier uso o publicación de las imágenes de los menores. En dicho escrito se deberá además explicitar con claridad el objetivo y actividad concreta para la que se solicita la difusión de estas imágenes. Esto afectaría a cualquier tipo de publicidad de las imágenes: publicaciones, galerías de imágenes web, vídeos, etc.
Por otro lado, si uno busca información sobre el tema todos los expertos nos recomiendan no exponernos, ni a nosotros ni a nuestros hijos y se muestran preocupados por la facilidad con los más jóvenes cuelgan fotos suyas en situaciones cotidianas como desvestirse, ducharse o estar en la cama. Aparte lo de las consabidas imágenes medio pedos del botellón del fin de semana. Y esto lo decimos de menores con criterio, 15, 16 años. Pero es peor aun cuando son los propios padres que en un alarde de inocencia o estupidez cuelgan imágenes de sus hijos en la bañera o desnuditos en la cama cuando eran bebés o con el culito al aire cuando estuvieron de veraneo en la playa. Mucho cuidado porque lo que se pone en internet no vuelve, es difícil de recoger y qué decir de controlar su uso o distribución. Menos mal que Rodin y su pensador nos visitan por Madrid. Habrá que acercarse a ver si se nos pega un poco de esa actitud reflexiva.
Recordemos el caso de Allison Stokke una chica joven que hacía salto de pértiga y su imagen, sin ser erótica ni pornográfica, terminó colgada por doquier en la red y con su padre intentando cerrar portales por medio Estados Unidos y resto del mundo. Inútil.
Es estúpido creer, parajódico como diría mi amigo Guillermo Cabrera Infante, que queramos proteger a nuestros hijos pero difundimos sus imágenes inocentes por la red en bañeras, playas y otros sitios para nosotros inocentes pero, a ojos de unos depredadores pederastas, se transforman en objeto de sus maldades. Todo esto sin ser alarmista. Quien nos tache de ello que pregunte en asociaciones de usuarios de Internet a la Policía Nacional. No podemos estarnos tranquilos aunque nos tomen por tontos y alarmistas.
Bastante tenemos con los malos de siempre que han encontrado su cueva en la red, en el lado más oscuro y sórdido, como para que nosotros terminemos exhibiendo a nuestros hijos. No podemos mirar la realidad con la candidez de una vaca asturiana, tenemos que ser más pícaros que nuestro Lazarillo para que nuestros hijos estén a salvo. O por lo menos no tan expuestos a la maldad. Si no recuperamos el sentido común perdido terminaremos por ser los protagonistas de nuestra propia historia de terror lo cual no deja de ser parajódico.
¿Pondrían ustedes imágenes de sus hijos o hijas semidesnudos en la red por muy inocentes que sean las imágenes? Si su respuesta es no, bien, es usted una de esas personas que no se la juega con nadie. Pero si su respuesta es afirmativa aquí tiene unos datos. La ley a este respecto es muy clara (Ley Orgánica 1/1996, de 15 de enero, de Protección Jurídica del Menor, de modificación parcial del Código Civil y de la Ley de Enjuiciamiento Civil. y la última instrucción 2/2006 sobre el Fiscal y la Protección del Derecho al Honor, Intimidad y propia imagen de los menores.). Para que dicha publicación sea legal es necesario el consentimiento escrito de madre, padre o tutor/a, es imprescindible en el caso de cualquier uso o publicación de las imágenes de los menores. En dicho escrito se deberá además explicitar con claridad el objetivo y actividad concreta para la que se solicita la difusión de estas imágenes. Esto afectaría a cualquier tipo de publicidad de las imágenes: publicaciones, galerías de imágenes web, vídeos, etc.
Por otro lado, si uno busca información sobre el tema todos los expertos nos recomiendan no exponernos, ni a nosotros ni a nuestros hijos y se muestran preocupados por la facilidad con los más jóvenes cuelgan fotos suyas en situaciones cotidianas como desvestirse, ducharse o estar en la cama. Aparte lo de las consabidas imágenes medio pedos del botellón del fin de semana. Y esto lo decimos de menores con criterio, 15, 16 años. Pero es peor aun cuando son los propios padres que en un alarde de inocencia o estupidez cuelgan imágenes de sus hijos en la bañera o desnuditos en la cama cuando eran bebés o con el culito al aire cuando estuvieron de veraneo en la playa. Mucho cuidado porque lo que se pone en internet no vuelve, es difícil de recoger y qué decir de controlar su uso o distribución. Menos mal que Rodin y su pensador nos visitan por Madrid. Habrá que acercarse a ver si se nos pega un poco de esa actitud reflexiva.
Recordemos el caso de Allison Stokke una chica joven que hacía salto de pértiga y su imagen, sin ser erótica ni pornográfica, terminó colgada por doquier en la red y con su padre intentando cerrar portales por medio Estados Unidos y resto del mundo. Inútil.
Es estúpido creer, parajódico como diría mi amigo Guillermo Cabrera Infante, que queramos proteger a nuestros hijos pero difundimos sus imágenes inocentes por la red en bañeras, playas y otros sitios para nosotros inocentes pero, a ojos de unos depredadores pederastas, se transforman en objeto de sus maldades. Todo esto sin ser alarmista. Quien nos tache de ello que pregunte en asociaciones de usuarios de Internet a la Policía Nacional. No podemos estarnos tranquilos aunque nos tomen por tontos y alarmistas.
Bastante tenemos con los malos de siempre que han encontrado su cueva en la red, en el lado más oscuro y sórdido, como para que nosotros terminemos exhibiendo a nuestros hijos. No podemos mirar la realidad con la candidez de una vaca asturiana, tenemos que ser más pícaros que nuestro Lazarillo para que nuestros hijos estén a salvo. O por lo menos no tan expuestos a la maldad. Si no recuperamos el sentido común perdido terminaremos por ser los protagonistas de nuestra propia historia de terror lo cual no deja de ser parajódico.