
Consigue el granadino una de sus más importantes obras (El alma del controlador aéreo, siendo más larga y de otro registro muestra como el escritor ha crecido en el dominio de su oficio). Es un trabajo como digo de atmósfera y de condensación psicológica de los personajes. La brutalidad recordada por el adolescente, la naturalidad con la que acepta que su hermana se estuvo prostituyendo dan cuenta de cómo es en la actualidad el hombre que recuerda aquellos días con una frialdad que espanta. Ve en los amantes de su hermana partes de su padre, voz, espalda, nariz (como si se tratara de un destripador), que entiende como una señal del difunto. El narrador-personaje que recuerda todo aquello sería en la actualidad un ser frío, que no muestra remordimientos por lo que hizo, que no siente empatía por la hermana prostituida, que distorsiona el recuerdo del padre y de la madre cleptómana (otro tema en el que abundar), podría perfectamente convertirse en un psicópata de libro. Quizá Justo Navarro pueda construir una novela negra de las que tanto le gustan con el perfil psicológico de este hombre que mira al pasado sin rabia pero sin mostrar la más mínima sensación de tristeza por lo que hizo. El asesinato de la maestra o de Martín y la distancia que toma el personaje de esta brutalidad dan cuenta de su radical pérdida de toda empatía. El lenguaje consigue que con pocas palabras veamos el barrio desahuciado a favor de obras de nuevo cuño y vivamos inmersos en una casa con su atmósfera cargada de rencor, sensualidad (que no debe ser entendida como “sexual” sino todo lo contrario) y sobre todo de onirismo como vía de vuelta a aquellos recuerdos por un hombre. El pasaje de la casa del novio de la hermana que parece un laberinto dentro de una fábrica, da la sensación necesaria de distorsión de fantasía evocada asociada a un sueño por lo raro del lugar.
La fiesta final es también una especie de bacanal, como si fuese una suerte de aquelarre al que asisten todo tipo de seres convertidos en fantasmas mientas el novio de la hermana yace muerto (¿o no?) en la carretera. Sistema de expresión con una solidez que se encuentra en pocas novelas de las dimensiones de esta, la obra de Justo Navarro debe ser leída como ejemplo de construcción precisa, de economía de palabras y de uso sutil de metáforas que volvemos a decir, constituyen el fundamento de una atmósfera que envuelven al lector en una historia inquietante y que definitivamente da para comenzar con una saga que solo Justo Navarro podría convertir en un éxito literario seguro.