“La blanda respuesta quita la ira, más la palabra áspera hace subir el furor” dice la Biblia en Proverbios 15:1. Salomón, el sabio Rey hebreo estaba en lo cierto: la aspereza está contraindicada en la comunicación humana, termina por dinamitar las vías de diálogo. Algo de esto le ha pasado al periodista Federico Jiménez Losantos. Su salida de la cadena COPE era cuestión de tiempo. La forma en la que aborda la vida diaria española ha terminado por desalojarle de la emisora. Seguro, muchos coinciden en ello, que razón no le ha faltado en muchas de las cosas que ha dicho y que ha llamado a las cosas por su nombre. Hasta allí todo muy bien pero, cuando se recurre al insulto y al chascarrillo fácil, es otro cantar, la cosa cambia. No se puede uno jugar el puesto por decir las cosas de malos modos y dejándose arrastrar por una megalomanía que raya casi lo enfermizo. Pensar que de una u otra forma él encierra la única verdad o la única perspectiva sobre lo que está pasando en insultantemente necio. Eso es lo que ha terminado por perder a Losantos que aunque no tenga que ser ni santo ni de la devoción de la mayoría, ha tenido el privilegio de ser voz de muchos oyentes. Pero ha confundido el ser portavoz con el ser oráculo. Eso es terrible. No olvidemos que los que son objeto de nuestros razonamientos o acusaciones aprovecharan la más mínima muestra de prepotencia o de insulto para dar vuelta a lo que estamos diciendo y así, estos mentirosos a los que queremos denunciar terminan por hacer público y notorio nuestros aires de grandeza. Se desvía la atención de lo importante para cacarear sobre nuestras malas artes.Muchos le han convertido en santo y ahora en mártir, permitiéndole que diga lo que le plazca sin pensar, sin contrastar, creyendo que la realidad la inaugura él con el sólo hecho de expresarla, le han dado alas como a Ícaro y ya sabemos cómo termina la historia: aquel ingenio que le llevo al cielo se estropeó por ir más allá de donde las alas de su artilugio le permitían. No ha hecho caso Federico de lo que muchos decíamos en mensajes y correos electrónicos, los llamados a la mesura, el deseo de que mirara más allá de él mismo. No pudo ser.Ahora se marcha de la COPE y detrás de él seguramente se manchará César Vidal. La vanidad ha llevado a Federico y a sus cercanos a pronosticar que el futuro de la cadena de radio será como poco tan negro y terrible como el de un negocio de aire acondicionado en Siberia. No han pensado sus cercanos que haciendo las cosas bien, moderando sin dejar de decir las verdades, el impacto de su posición sería mucho mayor pero no, es más importante uno, el yo, que el resto de la gente.Da igual donde vaya Federico, el problema no es ese, la cosa es que seguirá con sus aires de verdad absoluta, con su certidumbre equivocada de ser el único o uno de los pocos capaces de decir la verdad. Se irá a “Libertad digital” o a donde sea y seguirá con sus desmesuras que poco a poco acabarán por dejarle solo. No olvidemos que detrás de cada personaje relevante está una gran cantidad de seguidores que elevan o condenan a los que están en las cumbres. Cuando pase el momento “mártir” vendrá el momento “culpable”, el momento “decepción” y el “te lo dijimos” y entonces se darán cuenta los que le bailan el agua y los que siguen su estela de necia vanidad que España bien vale la mesura y que definitivamente las cosas se podían haber hecho mucho mejor.