Otra vez la democracia panameña llega a su fiesta grande: las elecciones generales. El pueblo sale al encuentro de las urnas con la resignación de las estatuas y con la esperanza incierta de los náufragos. Son estas las elecciones de las incertidumbres, del “a ver qué pasa” y en las que las fuerzas políticas con opciones van a traer más de lo mismo. Como todas en Panamá desde que la dictadura se hizo con el poder. Nuestro país vine desde hace muchas décadas votando esperanza y futuro y lo que ha recibido es una pandilla de aprovechados e insolventes morales que siguen desvalijando el país hasta las vergüenzas.Muchos “macro contadores”, economistas ramplones que les gusta el lamboneo numérico y creen en esperanzas mercantiles, se olvidan de las pequeñas miserias, de los resignados trabajadores, de los indígenas o de los estudiantes que intentan luchar contra la miseria en un mar infectado de pirañas paisanas que por conocidas no son menos voraces. Los gobiernos que hemos sufrido hasta hoy lo único que han dejado es un rastro de expolio y de desencanto.Torrijismos trasnochados y panameñismos caducos dejan en el aire político un tufo de engaño cuando vemos candidatos que disfrutaron de la dictadura en connivencia televisiva o radiofónica con los que se les oponían en aquellos años o a ex-generales escribiendo en periódicos que pretendieron cerrar cuando ellos mandaban. Los que llaman a esto “conciliación nacional” no son ni más ni menos que los padres de un monstruo que se llama resignación social. Los que pretenden gobernarnos esperan que después de la fiesta del domingo 3 de mayo comulguemos con ruedas de molino, miremos para otra parte y aceptemos sus números de crecimiento económico y nos olvidemos que estamos pasando páramos desiertos sin agua ni ánimos.No ha nacido todavía la generación de panameños que cambie el rumbo de nuestra historia, que nos lleve desde la posibilidad de “ser” a la certidumbre de “estar” instalados en la modernidad económica, política, y sobre todo moral. La generación que gobierna aun tiene las manos llenas de expolios y crímenes, y la mente llena de entelequias caducas que se usan para aprovecharse del pueblo que un día creyó en caudillos y generales. Basta de nostalgias.El domingo me gustaría que todos participáramos de la democracia pero que lo hiciéramos con criterio. Ni todas las opiniones son respetables ni las opiniones pueden suplantar al criterio. Es necesario que todos nos impliquemos en busca de una cultura que nos permita ver mucho más allá que jonrones y salto olímpicos. Somos mucho más que cantantes o actores y somos mucho más que un Canal por muy importante que este sea. Para ser de verdad puente del mundo y corazón del universo necesitamos más que repetírnoslo miles de veces: hace falta cultura, educación, una salud pública digna, seguridad en las calles. Necesitamos muchas cosas y eso lo nota el resto del mundo que ya no se cree los sueños del dólar panameño: nos reclaman una sociedad más justa, un sistema financiero seguro, un nivel cultural que permita a todos participar del progreso.Quién va a gobernar dese el lunes 4 de mayo no lo sé pero sepa quién sea que debe dar un giro radical al país, a la política y a la manera de hacer las cosas en Panamá. Es hora de que la sociedad panameña deje de sobrevivir y comience vivir su progreso, su vida nacional en pleno uso de sus facultades culturales y cívicas. Es hora de que Panamá deje los sueños de la razón que históricamente han producido los monstruos políticos que hemos sufrido durante tantos años.