
Sentarse, abofetear el cuerpo y ponerlo al servicio de la Literatura, es encerrase y obligarse a tomar un camino y llegar al final de él. No debemos renunciar a la tozudez abrazando el solo talento. Muchos talentosos no son capaces de terminar lo que empiezan pero quien toma un camino y lo hace al andar, al escribir, puede ver superada su escasez de talento por el esfuerzo puesto en la lucha. “La débil gota rompió la dura roca no por su fuerza sino por su constancia” decía un compañero mío en sexto de primaria dándose aires de intelectual cuando no levantábamos del suelo más de metro y medio. Pero es cierto lo que decía.
A trabajar, a transpirar. La Musa llegará y nos sorprenderá sobre la mesa de trabajo, sudados, oliendo a personajes y a ficción. Esperemos que no se espante por el olor. O tal vez eso sea buena señal.