Anhelos, deseos incumplidos, frustraciones, muertes inminentes, despedidas necesarias mujeres despeinadas. Todo esto y mucho más se encuentra desgranado y convertido en cuentos en “Despeinadas” (Gens Ediciones, 2009) de la escritora madrileña Gema Fernández Esteban (Madrid, 1968) y aunque suene esto a anuncio de crece pelos como los de antes no duden: es la suya una voz fresca y certera en el panorama literario actual que no debemos perdernos.
Sus cuentos se cuecen en los fogones de lo cotidiano y su técnica se ha fraguado en los talleres del trabajo concienzudo del oficio de escritor. Gema Fernández Esteban va tensando la trama de sus personajes hasta hacernos contener el aliento porque lo que pensábamos que sería no es, dándonos una lección vital de que las cosas no suelen acabar siempre como creemos.
Amores brutales, descubrimientos de la realidad, obsesiones, pueblan este libro. Uno de mis cuentos favoritos es “Escaleras” que narra la historia de un hombre que es el mejor y más rápido bajando las escaleras del Metro y desea comprobarlo con un contrincante de verdad. El registro técnico es impecable y la resolución de la historia tienen que leerla en “Despeinadas”.
En “Pirámides” la historia es muy distinta: un hombre se está muriendo y su mujer narra esos días últimos y su afición a la egiptología. Cuento denso y de sentimientos profundos, “Pirámides” ofrece al lector una experiencia del deterioro paulatino de una vida que se extingue y la entereza con que una mujer recuerda aquello y cumple el deseo del marido que se marcha. Un cuento sobre las cosas importantes que poco a poco se van dejando de lado.
“Muerte de un caballo” es un “cuento de iniciación” que muestra cómo no es la vida la que se escapa sino la inocencia, cómo lo que de pequeño soñamos va cambiando y el tedio y la vida hacen que vayamos cediendo a la realidad, que soñar no está permitido, que “tenemos” que ser como los demás.
Los personajes de estos cuentos podemos ser todos o el vecino de arriba o nuestro padre. Son personajes bien construidos, llenos de vida, creíbles y la atmósfera de todos ellos (lean “Estocolmo”, magnífico) tienen peso y fuerza para sustentar la historias. Todos ellos están muy bien construidos. Se nota que nuestra autora los ha sabido tomar las herramientas de las que dispone para ponerlas al servicio de su escritura que tanto tiene de original y de propia.
El libro está bien compensado, va del final al principio, principios que recogen los cuentos que son menos optimistas, cuentos resueltos con cierto humor e ironías que la vida nos pone en el camino para que salgamos al paso de las circunstancias más grises. Ese equilibrio del libro, su dosificación, hacen de él una experiencia total tanto de forma como de contenido.
Cuentos radicalmente honestos, que no conceden lágrimas ni quejas a la vida, son cuentos con un nivel de verdad que asombran y extrañan. Una voz fresca y original la de esta madrileña que tiene que seguir escribiendo, que tiene que seguir empujándonos con su escritura precisa al extrañamiento de la vida cotidiana.
Sus cuentos se cuecen en los fogones de lo cotidiano y su técnica se ha fraguado en los talleres del trabajo concienzudo del oficio de escritor. Gema Fernández Esteban va tensando la trama de sus personajes hasta hacernos contener el aliento porque lo que pensábamos que sería no es, dándonos una lección vital de que las cosas no suelen acabar siempre como creemos.
Amores brutales, descubrimientos de la realidad, obsesiones, pueblan este libro. Uno de mis cuentos favoritos es “Escaleras” que narra la historia de un hombre que es el mejor y más rápido bajando las escaleras del Metro y desea comprobarlo con un contrincante de verdad. El registro técnico es impecable y la resolución de la historia tienen que leerla en “Despeinadas”.
En “Pirámides” la historia es muy distinta: un hombre se está muriendo y su mujer narra esos días últimos y su afición a la egiptología. Cuento denso y de sentimientos profundos, “Pirámides” ofrece al lector una experiencia del deterioro paulatino de una vida que se extingue y la entereza con que una mujer recuerda aquello y cumple el deseo del marido que se marcha. Un cuento sobre las cosas importantes que poco a poco se van dejando de lado.
“Muerte de un caballo” es un “cuento de iniciación” que muestra cómo no es la vida la que se escapa sino la inocencia, cómo lo que de pequeño soñamos va cambiando y el tedio y la vida hacen que vayamos cediendo a la realidad, que soñar no está permitido, que “tenemos” que ser como los demás.
Los personajes de estos cuentos podemos ser todos o el vecino de arriba o nuestro padre. Son personajes bien construidos, llenos de vida, creíbles y la atmósfera de todos ellos (lean “Estocolmo”, magnífico) tienen peso y fuerza para sustentar la historias. Todos ellos están muy bien construidos. Se nota que nuestra autora los ha sabido tomar las herramientas de las que dispone para ponerlas al servicio de su escritura que tanto tiene de original y de propia.
El libro está bien compensado, va del final al principio, principios que recogen los cuentos que son menos optimistas, cuentos resueltos con cierto humor e ironías que la vida nos pone en el camino para que salgamos al paso de las circunstancias más grises. Ese equilibrio del libro, su dosificación, hacen de él una experiencia total tanto de forma como de contenido.
Cuentos radicalmente honestos, que no conceden lágrimas ni quejas a la vida, son cuentos con un nivel de verdad que asombran y extrañan. Una voz fresca y original la de esta madrileña que tiene que seguir escribiendo, que tiene que seguir empujándonos con su escritura precisa al extrañamiento de la vida cotidiana.
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